ALFONSO FERNÁNDEZ DE MADRIGAL, EL TOSTADO: LA CONSTRUCCIÓN DE UNA BIOGRAFÍA

Las Escuelas de Salamanca y Universalista (Núm. monográfico)
Vol. 3 / enero 2020 – INDICE

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ARTÍCULO / INFORME. Autor: Antonio López Fonseca

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1. En la frontera: El Tostado, stupor mundi[1]

Promotor del Humanismo en Castilla, obispo, exégeta, comentarista bíblico y escriturista, teólogo, canonista, filósofo, colegial de San Bartolomé, teórico de la traducción…, en fin, sabio. Se trata de Alfonso Fernández de Madrigal, conocido por su tez morena como “El Tostado” (también se le cita como Alfonso Ribera, Alonso Madrigal, Alonso Tostado de Ribera, Alfonso / Alonso de Madrigal [Ajo, 2002]). Ante todo es un gran pensador e intelectual de la Castilla de Juan II, asociado a la Salamanca del Colegio de san Bartolomé, del que llegaría a ser rector y donde desempeñó las cátedras de Poesía, Filosofía Moral y la de Vísperas de Teología, además de ocupar puestos administrativos como el de Maestrescuela. Su inmensa obra debe situarse en el contexto de producción del reinado de Juan II, “pórtico del Renacimiento”, y es especialmente significativa por su proyección futura, por su recepción por parte de varios discípulos del XV (Cebeira Moro, 2004; Flórez Miguel, 2007) y por su reivindicación por el Cardenal Cisneros. Su personalidad y fama se forja y se mantiene, básicamente, desde el medio universitario; allí se le requiere y desde allí mantiene relaciones con la corte real o con otros círculos nobiliarios y eclesiásticos. Puede decirse que su extensa obra es en cierto sentido la consecuencia de su magisterio en la Universidad de Salamanca. Toda su producción, incluso las obras que van dirigidas a receptores externos al ámbito universitario, es resultado del cotidiano ejercicio académico. Escribió en latín, la lengua oficial de la universidad, dirigiéndose así a un público discente y docente, pero también, a partir del decenio de los años 30, comenzó a escribir obras en romance. Simultáneamente tradujo del latín y, además, a ruego de sus destinatarios, se autotradujo. A él debemos, entre otras, una de las contribuciones más importantes en el siglo XV sobre el respaldo teórico y la realidad práctica de la traducción que abrió las puertas, junto con Leonardo Bruni, a la moderna teoría de la traducción.

TOSTADO 1

Afonso Fernández de Madrigal

…..La vida de Alfonso Fernández de Madrigal (López Fonseca y Ruiz Vila, 2007 y en prensa) coincide plenamente con el reinado de Juan II de Castilla. Nació en Madrigal de las Altas Torres posiblemente en 1400 o 1401 si nos atenemos a la información que un coetáneo suyo, Fernando de Pulgar, da sobre los años que tenía a la hora de su muerte, “e murió de edad de cinqüenta e cinco” (Pérez Priego, 2007: 198), que sabemos ciertamente ocurrida el 3 de septiembre de 1455. Tanto Pulgar como Alfonso de Palencia, en su extraordinaria Elegía por el Tostado (Tate y Alemany Ferrer, 1982: 78-100), nos hablan de su gran capacidad intelectual, desarrollada sobre todo en la Universidad de Salamanca, donde llegó después de cursar las primeras letras en Madrigal con los agustinos y Arévalo con los franciscanos. Hacia 1443 viajó a Italia a la curia pontificia, posiblemente por encargo de Juan II, para resolver un conflicto que enfrentaba a este rey con Alfonso V de Aragón sobre la colegiata de san Salvador de Orihuela (pertenecía a la diócesis de Cartagena, pero estaba enclavada en el reino de Aragón). En Siena, donde se encontraba la curia, defiende ante un grupo de cardenales veintiuna proposiciones sobre distintos aspectos de la doctrina (fecha exacta de la muerte de Cristo, sobre la absolución de la culpa, sobre las indulgencias, etc.), que para su sorpresa fueron mal recibidas pues fueron calificadas de temerarias, escandalosas, falsas, erróneas o heréticas. En contestación a tales calificaciones, El Tostado escribió una carta al pontífice incluida al final de la primera parte de su Defensorium trium conclusionum. Disgustado y decepcionado por el trato recibido, vuelve a España y en Tarragona, a comienzos de 1444, ingresa en el convento cartujano de Scala Dei, donde permanece tres meses y de donde sale a ruego y petición de Juan II para reintegrarse a la Universidad de Salamanca, donde obtiene por elección del claustro la escolastria de dicha institución. Según Pulgar (Pérez Priego, 2007: 198), el rey le “tovo cerca de sí e le fizo de su consejo e suplicó al papa que le proveyese del obispado de Ávila”, que efectivamente ocupó el 11 de febrero de 1454, un año antes de su muerte.

…..El abulense es, sin duda, una de las figuras destacadas del entorno cultural de Juan II y de Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana. Todos aquellos que han escrito sobre él han reconocido como rasgos sobresalientes de su personalidad un agudo ingenio, una prodigiosa memoria y una fecundidad casi sin límites. Sus conocimientos abarcaban, al entender de Vicente Lafuente (1855: II, 447-450), “cuanto el saber humano alcanzaba en aquella época y era, por decirlo así, la biblioteca ambulante del siglo XV”. Pero fue su fecundidad la que hizo proverbial la frase “escribir más que El Tostado”, fama a la que ni siquiera Cervantes pudo sustraerse, que puso en boca del Quijote (Segunda Parte, Capítulo III) estas palabras:

…..Pues en verdad que en solo manifestar mis pensamientos, mis suspiros, mis lágrimas, mis buenos deseos y mis acometimientos pudiera hacer un volumen mayor, o tan grande, que el que pueden hacer todas las obras del Tostado.

…..Y es que sus escritos suman, según Luisa Cuesta (1950: 322), un total de sesenta mil doscientos pliegos, que en la edición de los Opera omnia (Venecia, 1596) comprendía más de veinte gruesos volúmenes. El ilustrado José de Viera y Clavijo (1782: 14-15) habló de la admiración que causaba su producción:

..Ni como podrá dexar de ser admirado siempre un ingenio, que si se calculan los años de su vida y las páginas de sus obras, se hallará que debió componer y escribir cada dia tres pliegos enteros, ó quizá mas bien cinco pliegos, porque en su niñez y primera juventud seguramente no fué autor.

…..Su obra abarca tratados muy variados que, siguiendo a Nuria Belloso (1989: 179-182), se han clasificado en los siguientes bloques: obras escriturísticas, obras teológicas, obras morales, obras sociopolíticas y obras de mitología. Así, cuenta entre su producción con comentarios bíblicos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, comentarios paganos, como el Comento o exposición De las crónicas o tienpos de Eusebio, tratados doctrinales, como el Defensorium trium conclusionum, tratados políticos y jurídicos, como el De optima politia, Libellus de origine et distinctione iurisdictionum, e incluso sobre el tema de la amistad, como el Breviloquio de amor e amiçiçia. De su vasta producción, que ya se intentó listar en el siglo XVI (Fontano, 1547) y de la que en algún caso solo conservamos el título, como De fatis Medeae, parte fue impresa y parte permanece sin editar (Ajo, 2003a y 2003b; Fernández Vallina, 2012ª; López Fonseca y Ruiz Vila, 2017: 25-40).

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2. Una figura admirada: el dibujo de una vida a partir de unos primeros esbozos

El apasionante siglo XV en cuya primera mitad, coincidiendo con el reinado de Juan II, desarrolló su actividad Madrigal fue una época de “crisis”, en el sentido etimológico del término, de “cambio”, en la que convivieron hombres del Medievo con incipientes humanistas; un momento que se alimenta del pasado y que sirvió de impulso al futuro; un siglo en el que coincidieron un grupo de autores, fundamentalmente cristianos, que se servían del latín como lengua de cultura pero que, cada vez más a menudo, escribían en castellano además de en latín. Decía Petrarca, en sus Rerum memorandarum libri (1, 19, 4): uelut in confinio duorum populorum constitutus ac simul ante retroque prospiciens. Este personaje fronterizo sintió, aún en el siglo XIV, los primeros chispazos de un tiempo nuevo que se cernía sobre la Europa latina. Andando el tiempo, en el siglo XV, España atravesaba una época de transición en la que el influjo francés cedía ante el italiano, circunstancia que a la postre iba a permitir que la cultura clásica grecolatina llegara a Castilla.

…..Así, en el reinado de Juan II, época también del marqués de Santillana, coincidieron bajo su mecenazgo autores de una inconmensurable valía que forjaron las bases del Humanismo en Castilla, entre ellos Alfonso Fernández de Madrigal, cuya importancia merece una justa reivindicación. Lo cierto es que su figura recibió atención, siquiera por lo llamativo de la ubérrima opulencia de su legado, desde muy pronto y la imagen que hoy tenemos de él se ha ido forjando con el correr de los siglos, a partir de unos primeros esbozos, y se ha sustentado en determinadas obras que han jalonado su desarrollo. Emiliano Fernández Vallina (2011: 178, n. 48), uno de los principales estudiosos de El Tostado, ponderando su enorme importancia ya entre sus contemporáneos, afirma:

…..desde sus editores a los colegas posteriores del San Bartolomé nadie dudó de la importancia y extraordinario saber del Tostado: así Polo, Bovosio, Berti, Fontano, Roxas, Pedro Ximénes de Préxamo (único discípulo del Tostado cuyo nombre conozcamos), Gil Dávila, etc. Hasta Nebrija, en su Apología, lo tuvo por el más docto y erudito profesor de la Universidad de Salamanca.

…..Además de la laudatio alegórica ya mencionada de Cartagena, Gómez Manrique, cuando escribe el Planto de las Virtudes e Poesía por el magnífico señor don Yñigo López de Mendoza, menciona entre otras grandes figuras a Madrigal, de quien hace decir a la Fe lo siguiente (Vidal González, 2003: 388):

Lloro el pilar primero
auilense que perdí,
el qual bastara señero
aun en el tiempo de Nero
para sostener a mí.
No creo de teología
San Agostín más sabía,
pues la Briuia toda entera,
si por fazer estouiera,
de nueuo la comporrnía.

…..En el mismo siglo XV, Fernando de Pulgar escribió sus Claros varones de Castilla. Esta obra, que vio la luz en Toledo en 1486, en las prensas de Juan Vázquez, fue reimpresa en el siglo XVIII, concretamente en 1789, en una edición (Claros varones de Castilla, y letras de Fernando de Pulgar, consejero, secretario y coronista de los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel. Con licencia. Madrid, MDCCLXXXIX, por Don Gerónimo Ortega e hijos de Ibarra) que recoge, en el Título XXIV (pp. 136-139), el capítulo dedicado al “Obispo de Ávila” (Pérez Priego, 2007: 196-198).

Fernando de Pulgar

Fernando de Pulgar, Claros varones de Castilla. Edición de 1789

…..Entre otras cosas, da una descripción física de Madrigal y de sus inquietudes intelectuales:

…..Don Alfonso, obispo de Ávila, fue ombre de mediana estatura, el cuerpo espeso, bien proporcionado en la conpostura de sus mienbros. Tenía la cabeça grande e el gesto robusto, el pescueço un poco corto. Era natural de la villa de Madrigal, de linaje de labradores..Desde su niñez tovo inclinación a la ciencia e, creciendo en días, creció más en deseo de aprender. Era ombre agudo e de grand memoria.

…..Más adelante, tras hablar de su formación, asegura:

…..era ombre callado e resplandecía más en él la lunbre de la ciencia que el florear de la lengua. Fue a Roma donde sostuvo conclusiones de grand ciencia e alcançó fama de varón muy sabio, e fue mirado por el papa e por todos los cardenales como ombre singular en la iglesia de Dios.

Y finaliza así:

…..El rey don Juan, que era un príncipe a quien plazía oir lecturas e saber declaraciones e secretos de la Sacra Escriptura, lo tovo cerca de sí e le fizo de su consejo e suplicó al papa que le proveyese del obispado de Avila. Duró perlado en aquel obispado seis años e murió de hedad de cinqüenta e cinco, conosciendo a Dios e con fama del más sabio ombre que en sus tienpos ovo en la iglesia de Dios.

…..Esta es la primera semblanza biográfica de Alfonso Fernández de Madrigal e “inaugura” toda una serie de trabajos destinados a glosar y, en su mayoría, ensalzar su figura.

…..Del interés por la inmensa producción del madrigalense nos hablan los esfuerzos por editarla. La idea de editar sus obras surgió ya en la Corte, no mucho después de su muerte. Aunque la Reina Católica no pudo llevar a cabo la idea, su marido Fernando el Católico encomendó la tarea a Juan López de Vivero, más conocido por el nombre de doctor Palacios Rubios, quien entregó los manuscritos al librero Andrés de Homdedy para que los llevase a imprimir a Venecia. En 1507 aparece el tomo primero, el comentario sobre el Génesis, pero por distintos motivos la edición de las demás obras quedó interrumpida. El emperador Carlos V sustituyó al doctor Palacios Rubio, ya anciano, por Alonso Polo, canónigo de la catedral de Cuenca, quien llevó a buen término la empresa y de esta forma apareció en 1531 la edición de los comentarios. Incluso, el Cardenal Cisneros ordenó que se editasen todos sus tratados en romance. Se trata, pues, de una tarea iniciada pero truncada y sin continuidad. Resulta increíble que tamaño personaje no cuente aún con ediciones críticas y estudios de buena parte de su legado. Lo cierto es que aún siguen siendo de referencia las ediciones de los siglos XVI a XVIII. Es el caso de las amplísimas, en más de veinte volúmenes, de los Opera omnia quotquot in Scripturae Sacrae expositionem et alia adhuc extare inventa sunt, Venetiis, apud Ioannem Baptistam et Ioannem Bernardum Sessam fratres (Giovanni Battista & Giovanni Bernardo Sessa), ex typographia Dominici Nicolini (Domenico Niccolini da Sabbio), 1596;

Opera omnia

Opera Omnia (Venecia, 1596)

de los Opera omnia quotquot in Scripturae Sacrae expositionem et alia adhuc extare inventa sunt, Coloniae Agrippinae, sumptibus Ioannis Gymnici et Antonii Hierati (Johann Gymnicus & Anton Hierat), 1613; de los Opera nuperrime uestustissimo originali configurata et tribus indicibus insignita, Venetiis, apud Ambrosium Dei (Ambrogio Dei), 1615; y de la gran edición veneciana del siglo XVIII: Opera omnia, Venetiis, ex Typographia Balleoniana, 1728.

…..A caballo entre los siglos XVI y XVII, Gil González Dávila escribió, en 1598, la Vida de Don Alonso de Madrigal, llamado el Tostado. Obispo de Ávila. Compuesta por Gil Gonçalez, Racionero en la Sancta Iglesia de Salamanca. Dirigida al Ilustrissimo y Reverendissimo Señor, el Cardenal Don Pedro Deza, Protector de España. Con licencia. En Salamanca, en casa de Pedro Lasso. MDXCVIII. La obra está dedicada a Pedro Deza, y en 1611 volvió a publicarla con el título Vida y hechos del maestro Don Alonso Tostado de Madrigal, Obispo de Ávila. Al Doctor Don Fray Iván Roco Campo, Inquisidor de Valladolid, Capellán de su Magestad, Arcediano de Coria, Reformador de la Vniversidad de Salamanca, de la Orden y Cauallería de Alcántara, por Gil González de Ávila, Presbítero, y Racionero en la santa Iglesia de Salamanca, Francisco de Cea Tesa la imprimía con licencia en Salamanca. Año MDCXI, sensiblemente ampliada y dedicada a Juan Roco Campofrío. Además, curiosamente, hay un manuscrito del siglo XVIII, de 1706, cuyo texto no coincide plenamente con ninguna de las dos versiones, aunque comparte muchos fragmentos, y que remite a una edición de 1608, dedicada a Juan de Velasco (Vida y hechos del maestro Don Alonso Tostado de Madrigal, Obispo de Ávila, 1706, Biblioteca Nacional de España, Mss/8485).

Gil González I

Gil González Dávila, edición de 1598

Manuscrito 1706

Manuscrito 1706 (referencia a una edición de 1608)

…..De la estima en que se tenía al Tostado en esa época es buena muestra el comienzo de la edición de 1611:

Escriuo la vida, y hechos de vn Obispo sancto y sabio, venerado de las naciones Christianas, como de su nación propia por el más alto sugeto, que ha produzido España, en ciencia y saber catolico: como lo manifiestan sus escritos, semejança e imagen de su vida, pues no son otra cosa todos ellos, que la forma y modelo del modo de vivir suyo.

…..A finales de ese siglo XVII destaca la magna obra de Nicolás Antonio, su Bibliotheca Hispana Vetus, que viera la luz en Roma en 1696,

Nicolás Antonio

Nicolás Antonio, Bibliotheca Hispania Vetus (Roma, 1696)

…..y que fue reimpresa también en el Siglo de las Luces, en 1788, por el ilustrado Francisco Pérez Bayer (López Fonseca, 2008): Bibliotheca Hispana Vetus, siue Hispani scriptores qui ab Octauiani Augusti aeuo ad annum Christi MD floruerunt. Auctore D. Nicolao Antonio Hispalensi I. C… Curante Francisco Perezio Bayerio … Tomus Secundus ab anno M ad MD, Matriti, apud uiduam et heredes D. Ioachimi Ibarrae regi quondam typographi, MDCCLXXXVIII. Esta obra dedica el Capítulo 7, del Libro X, del Tomo II, a Alphonso Tostado Abulensi Episcopo, que ocupa las páginas 255-260, con abundantísima información. Es aquí donde se encuentra el apelativo de stupor mundi (p. 257) para calificar la figura del obispo, y que Nicolás Antonio utiliza a propósito de su extraordinaria memoria comparándolo con Gorgias:

…..Hac tanta, inquam, opus ei fuit memoria ut de re quacumque disputare posset, Gorgiae illius rhetoris exemplo, qui se in auditoriis (si fides aliqua est antiquitatis) qua quisque de re uellet interrogari permittebat, locum dare, ut de se praedicatur:

…..Hic stupor mundi, qui scibile dicutit omne.

…..En este pasaje, Nicolás Antonio añade al margen la siguiente nota: “Quintilianus lib. 2. Institut. orat. Cap. último”. La referencia exacta es Quint., inst. 2, 21: Gorgias quidem adeo rhetori de omnibus putaui esse dicendum ut se in auditoriis interrogari pateretur qua quisque de re uellet.

…..Pero, sin duda, la información más importante sobre El Tostado la encontramos en el siglo XVIII, en la obra del historiador, biólogo y máximo exponente de la Ilustración canaria, José de Viera y Clavijo (1731-1813), que en 1782 publicó su Elogio de Don Alonso Tostado, obispo de Ávila, con ocasión del premio otorgado por la Real Academia Española.

Elogio Don Tostado

José de Viera y Clavijo, Elogio de Don Alonso Tostado (1782)

…..La Academia no podía estar al margen de semejante personaje y, con el premio concedido a José de Viera y Clavijo, supo reconocer la importante deuda que, en el trascurso de los siglos, el hombre y la cultura han contraído con quienes nos han regalado con un extraordinario patrimonio artístico, literario, filosófico y científico, entre ellos el Abulense. Este opúsculo, recientemente editado por el Instituto Juan Andrés de Comparatística y Globalización (López Fonseca y Ruiz Vila, 2019),

Tostado JA

José de Viera y Clavijo, Elogio de Don Alonso Tostado (2019)

….supone un encendido homenaje con un recorrido por la vida del abulense, deteniéndose en sus saberes, obras y virtudes. Recordemos que en el siglo XVIII se reeditaron no solo las obras que contenían información sobre Madrigal, como se ha visto, sino incluso su propia producción. Así, destaca la edición que en 1728 se hizo en Venecia de sus obras completas: Alphonsi Tostati Hispani. Opera omnia. Venetiis, apud Nicolaum Pezzana, 1728, 27 tomos. Se imprimieron simultáneamente algunas copias con la indicación de otro editor (ex Typographia Balleoniana) y se conservan ejemplares de ambos editores, Nicolò Pezzana y Balleoniano. Así lo cuenta José de Rezabal y Ugarte (1805: 371-372) a principios del siglo XIX:

…..Las obras del Tostado se imprimieron en Venecia, como se ha dicho, la primera vez en 1507, la segunda de orden de Carlos V en 1547, y la tercera en 1596 en veinte y siete volúmenes en folio. En Colonia se hizo la quarta edición por Juan Ginmico en 1613 en trece volúmenes en el mismo tamaño, que comprehenden todas las obras, que incluyen las antecedentes. Hay otra en 1615 en XXIV tomos en folio, de que hablaremos más abaxo. En 1728 se hizo en Venecia una nueva y hermosa edición; y, según asegura haber oído D. Nicolás Antonio, algunos tratados se habían impreso separadamente en Antuerpia en 1551, y en Sevilla y Salamanca.

…..Según estos datos, la edición de 1728 sería la sexta, pero parece que la edición de 1547, en realidad, no existió. Por ejemplo, Emiliano Fernández Vallina (2012a: 283) no la recoge y añade que la edición de 1507 fue encargada en última instancia por Cisneros y el emperador Carlos. Pues bien, esa quinta edición de Venecia de 1728 bien pudo haberla conocido Viera y Clavijo. Estos datos se antojan suficientes para asegurar que nuestro siglo XVIII recibió con admiración la obra de Alfonso Fernández de Madrigal y que era bien conocida, y ponderada.

….El siglo ilustrado, fundamentalmente en las décadas centrales y en su segunda mitad, sirvió en bandeja una ebullición ideológica, artística, científica y erudita de extraordinario atractivo, donde por una parte se colocó el broche a toda la tradición filosófica y artística precedente y por otra se sentaron las bases de la controvertida “modernidad”. Pero más allá del afán de soltar el lastre de lo antiguo y apostar por lo moderno, la mirada a la Antigüedad fue constante. En esa mirada a la Antigüedad, el punto que sirvió de referencia, de anclaje y trampolín, fue el primer Humanismo y el Renacimiento, del que no solo tomaron la “mirada clásica”, sino también el molde de un “tiempo nuevo”. En la Ilustración encontramos una auténtica concepción humanística en la que el hombre se sitúa como principio y final del conocimiento, como origen y término de la ciencia humana. Así, Mª José Rodríguez Sánchez de León (2010: 329) apunta:

…..la concepción humanística según la cual el hombre constituye el punto de partida para el conocimiento de sí mismo, de Dios y de la naturaleza cobra durante la Ilustración un nuevo relieve. De hecho, podría afirmarse que el humanismo del Renacimiento mostró el camino al pensamiento ilustrado.

…..Estas palabras pueden servir de pórtico a la justificación de la presencia de Alfonso Fernández de Madrigal, protagonista del nacimiento del Humanismo en la Castilla del XV, en el siglo XVIII. Personajes como Juan Andrés y José de Viera y Clavijo de un lado y El Tostado de otro, junto con sus correspondientes momentos históricos, arrojan algún paralelismo que nos ayuda a entender el eco de Madrigal en el siglo XVIII y su presencia concreta, por ejemplo, en la obra de Juan Andrés (López Fonseca, 2017) o en el interés de la Real Academia Española por convocar un concurso de elogios sobre la figura del madrigalense. Efectivamente, se trata en ambos casos de un humanismo que podríamos calificar de “cristiano”, de hombres de Iglesia que guardan una relación especial, y similar, con el saber y con la tradición, además de ofrecer la fusión entre una inmensa erudición y un espíritu filosófico. Esto, podría decirse, proyecta la imagen, mejor el alma, de Madrigal sobre el pensamiento de los ilustrados.

…..En términos generales, en Juan Andrés hay un apego al Mundo Clásico que se manifiesta con claridad tanto en el orden de las ideas como en el de sus trabajos; la valoración literaria del mundo grecolatino fue esencial en sus planteamientos. Grecia y Roma son para él la base de la cultura europea, en lo que supone un claro puente con los humanistas del XV: la belleza literaria tiene un ejemplo a seguir en los clásicos, de ahí su admiración por los escritores del Renacimiento. Las referencias de Juan Andrés a El Tostado en Origen, progresos y estado actual de toda la literatura inciden básicamente en dos ideas, a saber, la tremenda erudición de Madrigal y los beneficios de sus trabajos para el desarrollo de las Ciencias Eclesiásticas. Pero el abate no hizo ninguna aportación a la construcción de la biografía de Madrigal, sino que se limitó a servir de correa de transmisión de su importancia. Es José de Viera y Clavijo, quien hizo suyo el apelativo que utilizara Nicolás Antonio de stupor mundi, el que haría la más importante aportación del siglo ilustrado y demostraría que el Siglo de Las Luces sintió un interés especial por Madrigal.

…..Viera, en su doble condición de hombre de ciencia y religioso, fue capaz de conciliar los aspectos puramente científicos y racionalistas de su obra con la defensa de la fe, en una postura que se antoja coincidente, mutatis mutandis, con la de aquellos humanistas, o prehumanistas, castellanos del siglo XV como Alfonso de Cartagena, Rodrigo Sánchez de Arévalo o el propio Alfonso Fernández de Madrigal. Así, El Tostado fue también un hombre de Iglesia, un hombre instruido en casi todos los saberes de su tiempo, erudito por antonomasia, traductor y, por encima de todo, escritor “compulsivo”. Puede que no sea plenamente un humanista, que tenga conformada su mente y modo de expresión formal según los parámetros escolásticos, pero su actitud no deja de estar atenta a los nuevos aires rejuvenecedores de su entorno. El siglo XVIII es época racionalista y universal por excelencia, época de plena confianza en la inteligencia, optimista y esperanzada, pero los hombres de cultura ilustrados no se lanzaron sin más a la novedad, sino que se situaron entre dos mundos, con una base antigua y unos conocimientos modernos. Parece que estemos hablando, nuevamente, del nacimiento del Humanismo en la Castilla del siglo XV, donde los primeros autores que sintieron la llegada de un tiempo nuevo tenían un pie en el escolasticismo medieval y otro en el futuro humanista que se abría. Y al igual que los humanistas mencionados, Viera y otros ilustrados entraron en contacto, en Italia y en otros países europeos, con todo cuanto se producía en el campo del arte, la ciencia, la filosofía, la literatura. Se trata de personalidades que vieron con claridad el tránsito a un nuevo orden, de generaciones “fronterizas”.

…..El Elogio de Don Alonso Tostado, obispo de Ávila, con ocasión del premio otorgado por la Real Academia Español, supone un encendido homenaje a Madrigal en el que su autor hace un recorrido por la vida del abulense deteniéndose en sus saberes, obras y virtudes. Se trata de un precioso texto, breve, cuya edición original data 1782 por Ibarra, y cuya reedición en 1799 corrió a cargo de su viuda (Colección de las obras de Eloqüencia y de Poesía premiadas por la Real Academia Española. Parte primera: obras de Eloqüencia, Madrid MDCCXCIX, en la Imprenta de la Viuda de Ibarra, pp.175-214), del que no había edición moderna hasta este mismo año (López Fonseca y Ruiz Vila, 2019). El opúsculo es buena muestra no solo del conocimiento de Madrigal en el siglo XVIII, sino, sobre todo, de la estima de que gozaba, hecho que estaría en consonancia con el conocimiento que Juan Andrés muestra de él en Origen, progresos y estado actual de toda la Literatura. Dice el Elogio al comienzo:

…..¿Pero quien es este literato español, quien es este grande héroe en ciencias y sabiduría, que se intenta hoy elogiar, parangonándolo con los que son héroes en el poder y majestad? Qué! ¿Don Alonso de Madrigal, el Abulense, el Tostado, habrá de oprimir todavía este siglo de luces con el peso de aquella admiracion desmedida que un siglo de tinieblas dexó por herencia y tradición á la incauta posteridad? Todavía la Academia Española no ha de poder volver en sí del pasado asombro, ¿y pretende que se tribute ciegamente á aquel stupor mundi, y sus veinte y siete volúmenes en folio, el mismo incienso supersticioso de la plebe, sin advertir que este elogio ya llega tarde, y que mas necesita el Abulense de apologías que de aplausos?

…..Con efecto, el siglo décimooctavo no es propio para celebrar el décimoquinto, sino para juzgarle, ni la edad de la razón debe admirar la infancia de la literatura. Está muy bien que la barbarie de aquellos tiempos de ignorancia, en que los que parecian mas doctos pasaban por mas mágicos, se quedase atónita á vista de un nuevo prodigio de estudio, de memoria y erudicion: que entre nosotros esta erudicion misma debe tenerse por una segunda especie de barbarie, y la quimera de aquella ciencia universal, que entonces se apoderó de la Europa, por un fárrago de opiniones absurdas, falsas ideas, palabras vanas, preocupaciones y errores (pp. 3-4).

…..Resulta tremendamente difícil elegir algún fragmento de tan significativa obra, pues todo el texto es un auténtico panegírico, pero, no obstante, podemos recoger algunas afirmaciones. De su saber asegura:

…..lo mismo fué presentarse, que hacerse dueño como por sorpresa de la lengua Hebrea y de la Griega, de la Filosofía y de la Teología, del Derecho Eclesiástico y Civil, de las Letras Humanas y de las Divinas, de la Historia Natural y de la Moral, de la Cronología y de la Astronomía, de la Cosmografía y de las Matemáticas, de la Metafísica y de la Ética, de la Filosofía y de la Medicina, de las Artes liberales y de las mecánicas: porque teniendo una capacidad sin límites para todo aquello á que se aplicaba, él se aplicaba á todo, y nada se le resistia (p. 7).

…..A propósito del “viaje” de sus manuscritos para la primera edición veneciana, narra la siguiente anécdota:

…..Pero para que no cesasen nunca los portentos a que estuvieron singularmente destinadas las cosas que pertenecían al Tostado, se observó otro nuevo prodigio al tiempo que sus manuscritos, sacados del Monasterio de Guadalupe y del Colegio de San Bartolomé de Salamanca, se habían embarcado para ser transportados a las imprentas de Venecia. La nave con una tormenta se va a pique cerca de Barcelona. Toda la carga se sumerge. Los pasajeros desnudos apenas pueden ganar la costa vecina. El canónigo de Cuenca Alonso Polo, como otro sacerdote Helí, no lamenta sino la pérdida del arca en que se depo­sitaban aquellos preciosos manuscritos puestos a su cuidado. Mas a la mañana siguiente, los ojos fijos al horizonte, ven venir el arca nadando por el mar hasta la orilla; se encuentran los papeles ilesos; los inmensos trabajos y lucubraciones del Abulense se salvan mejor que los Comentarios de César en el Nilo; las ardientes esperanzas de los sabios no se malogran y se recibe en Roma ante el Auditor de la Cámara Apostólica una información con diez testigos oculares que deponían de tan admirable suceso (pp. 32-33).

…..Lo siente como un auténtico adelantado a su tiempo: “A los ingenios grandes que tienen la envidiable desgracia de ir mas de priesa que su siglo, y penetrar mas que los otros, siempre les ha sucedido lo que al perseguido Abulense” (p. 18) –y comienza aquí un comentario de las proposiciones y una comparación con Torquemada–. Finaliza el elogio lamentando que no hubiese vivido más tiempo un hombre que merecía ser inmortal: “Pero ya se sabe. Los monstruos viven poco. La naturaleza que se aparta de las leyes comunes para hacer el esfuerzo de formarlos, como que se cansa en la obra de su conservación” (p. 31).

…..La figura del madrigalense atravesó los tres siglos que lo separan de los ilustrados para llegar envuelto en un halo de prestigio debido a su erudición e ingente producción. Las coincidencias entre las dos épocas, la presencia en ambas de hombres de Iglesia, con una relación similar con el saber, representantes de un humanismo cristiano, ayudaron a que El Tostado fuese una referencia para ellos, que demostraron con sus testimonios que no solo era bien conocido en el Siglo de las Luces, sino que, además, hubo un interés claro en sus obras que se tradujo en una nueva edición, hecho este que, sin duda, contribuyó a su difusión.

Rezabal

Rezabal y Ugarte (1805)

…..Testimonio de la fortuna de la que gozó el texto de Viera es el hecho de que ya a principios del siglo XIX otra obra dedica un amplio capitulo a “Tostado y Ribera (D. Alonso)”, a saber, la ya mencionada Biblioteca de los escritores que han sido individuos de los seis Colegios Mayores, de José de Rezabal y Ugarte (1805: 363-382), en la que, además de continuas referencias a Nicolás Antonio, se pondera el “excelente Elogio del Tostado que ganó el premio de la eloquencia en la Real Academia Española” (p.365) de José Viera y Clavijo, al que califica como “loquente elogiador” (p.382). Y pocos años después también se citará un fragmento del Elogio de Viera y Clavijo en la Floresta española de Antonio Garrido (1827). La obra del canario seguirá viva, al menos, hasta mediados del XIX, como demuestra el hecho de que el Tesoro de los prosadores españoles, de Antonio Capmani (1841), incluya una ficha dedicada a D. José Viera y Clavijo (p.569), en la que se reproduce el texto de las páginas 21-23 de la edición de 1782 en que se cuenta el “gran duelo” entre El Tostado y Torquemada.

Capmani

Antonio Capmani (1841)

…..Aún en el siglo XIX, en 1868, la obra dirigida por Basilio Sebastián, Bibliografía eclesiástica completa, cuyos 30 volúmenes vieron la luz entre los años 1848 y 1868, cuenta con una entrada “TOSTADO (Alfonso de Madrigal o el)” (pp. 294-303) que dice del obispo, antes de entrar en detalles sobre su biografía y su obra, lo siguiente:

…..Puede mirarse como un fenómeno de la primera mitad del siglo XV, al cual perteneció, y si con el gran ingenio de que se hallaba dotado fue para su época un gran literato y un teólogo consumado, a fines del siglo XVIII hubiera sido un filósofo profundo.

…..Estos son los principales jalones que han ido construyendo la imagen que hoy tenemos de Madrigal y que se ha consolidado en una serie de trabajos modernos, por lo general más panorámicos que profundos (Ajo, 2002; Belloso Martín, 1989; Beltrán de Heredia, 1970; Fernández Vallina, 1988; Santoyo, 1999), junto con algunas entradas de enciclopedias o diccionarios (Aldea Vaquero, 1972; Fernández Vallina, 2012b; Parrilla, 2002). Como tuvimos ocasión de decir en otro trabajo (López Fonseca, 2019: 165), está por llegar una monografía “definitiva”, una auténtica obra de conjunto sobre el abulense que recoja e interprete todo el saber acumulado para ofrecer un todo orgánico de la poliédrica figura y apabullante producción del obispo.

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NOTAS

[1] El presente trabajo se inserta en el Proyecto de Investigación “Práctica literaria y mitológica en el s. XV en Castilla. Comento a Eusebio y Breviloquio del Tostado: edición crítica del texto latino y castellano” (FFI2016-75143-P).


CITA BIBLIOGRÁFICA: A. López Fonseca, “Alfonso Fernández de Madrigal, El Tostado: la construcción de una biografía”, en P. Aullón de Haro (ed.), Las Escuelas de Salamanca y Universalista, Madrid, Recensión, vol. 3 (enero-junio), 2020 [Enlace: https://revistarecension.com/2020/02/02/alfonso-fernandez-de-madrigal-el-tostado-la-construccion-de-una-biografia/ ]