EL MÉTODO BIBLIOGRÁFICO (2).  EL MANUSCRITO. LA CODICOLOGÍA COMO TÉCNICA DE IDENTIFICACIÓN Y DESCRIPCIÓN DEL MANUSCRITO ANTIGUO (PRIMERA PARTE)

Vol. 11 / enero 2024 
SERIE METODOLOGÍAS. Autora: Araceli García Martín

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Tras habernos referido en el anterior artículo de esta serie a las “técnicas bibliográficas” en general, nuestra segunda entrega del “método bibliográfico” se aplicará a la “codicología” y, dentro de ésta, a su estudio más característico, el del “manuscrito”, naturalmente el antiguo y específicamente el medieval, pues con posterioridad esta modalidad se transformará en subsidiaria respecto del estudio del libro.

En esta Primera parte del estudio del manuscrito trataremos de los asuntos preferentemente de organización y régimen material. En una Segunda parte abordaremos los aspectos característicamente disposicionales, de discurso y textuales.

Es preciso comenzar recordando que los códices medievales son documentos manuscritos de páginas separadas, cosidas por un lomo y encuadernados, previos a la invención de la imprenta. La palabra procede del vocablo latino codex, que significa “bloque de madera. El sistema de tablas de madera que protegía en su interior la capa sobre la que se pintaba (si era yeso) o se grababa (si era cera) la escritura en la antigua Roma, tomaba la apariencia de un bloque de madera similar a lo que luego fue el códice[1].

Evidentemente, el valor del manuscrito para la historia de la cultura es inmenso. De él se han ocupado, desde perspectivas diferentes, los más importantes medievalistas, tanto del campo de la Filología[2] (teóricos e historiadores de la literatura y críticos textuales especialmente), como de la Historia, la Filosofía, la Bibliofilia o el Arte, entre otros. Las bibliotecas que los conservan son también de dependencias muy diferentes, y en sí mismas sitúan los orígenes del conocimiento científico. En España, al igual que en buena parte de Europa, se pueden encontrar manuscritos medievales en escuelas catedralicias dependientes de sus respectivas bibliotecas, en monasterios, bibliotecas universitarias (sobre todo en las más antiguas), reales academias, bibliotecas nacionales, bibliotecas de casas nobles, …   La gran diversidad de campos de interés que suscitan estos libros hace que el trabajo bibliotecario con que se afronta su descripción sea complejo, pues nada que pueda ser objeto de estudio sobre los mismos es ajeno al propio método descriptivo.

Lo primero en que repara el bibliotecario es en los aspectos puramente materiales del libro, portadores de información fundamental para conocer las peculiaridades del propio artefacto, pero también de los aspectos culturales de su periodo histórico.

El soporte en sí mismo presupone una evolución y clara mejora de las tabletas de arcilla del área de Mesopotamia, o de los rollos, generalmente de papiro, de la antigüedad clásica, esto es, Grecia, Roma y el Egipto helenístico. Tanto las tabletas como los rollos, dada su fragilidad, habían de guardarse en cajas de madera o en contenedores cerámicos.

Gracias a la nueva presentación, el texto escrito está mejor protegido y es más fácil localizar el pasaje de interés, sin tener que desenrollar un largo documento con ambas manos, una para desenrollar y otra para ir enrollando de nuevo.

El cristianismo y su necesidad de consultar pasajes concretos de las sagradas escrituras, así como de contar con libros cuya robustez y facilidad de transporte permitiera su manejo en situaciones de persecución religiosa y política, influyó decisivamente en la adopción del códice, primero de hojas de papiro y posteriormente de pergamino y de papel.

Por su antigüedad y carácter único (al estar escritos a mano, es imposible que se realicen dos copias idénticas de un mismo título), su conservación, descripción bibliográfica y análisis documental son especialmente exigentes.

Los manuscritos, obras patrimoniales de extraordinaria fragilidad y valor económico y cultural, exigen en lo que tiene que ver con el usuario la absoluta necesidad de justificar su manejo y no limitarse a la consulta de una copia digital o facsimilar. Precisamente las restricciones a un acceso generalizado hacen que sea muy importante conocer lo mejor posible el método bibliográfico que los bibliotecarios utilizan a fin de describir los manuscritos e incluirlos en los catálogos de bibliotecas o en repertorios de distinto tipo. No siempre encontrará el investigador datos que él en tanto que tal considere importante reseñar, por lo que además de conocer a grandes rasgos los exigentes y complejos criterios que han seguido las fichas bibliográficas que encuentra en los catálogos, es importante que conozca las dificultades a las que se enfrentan los bibliotecarios que, si bien conocen técnicamente el libro, pueden no conocer tan bien la lengua en que están escritos, su paleografía o su significado histórico y cultural.  

Cuentan entre las principales dificultades que afronta la técnica bibliográfica a la hora de catalogar este tipo de documentos, las siguientes:

-Son obras escritas generalmente en latín y otras lenguas clásicas, como griego o árabe.

-Carecen de una portada con información básica relativa a autor, título y datos de fabricación.  De hecho, no disponen de un título mediante el cual referirse a la obra, y en consecuencia a la hora de realizar listados o asientos bibliográficos se tiene por norma recurrir a las primeras palabras del texto (íncipit).

-La escritura manuscrita, además de entrañar mayor dificultad de lectura que la impresa, requiere unos conocimientos paleográficos mínimos, pues las obras presentan variedades caligráficas propias de cada momento histórico y zona geográfica.

-La técnica de elaboración manual exige conocer aspectos como la forma de indicar la sucesión de los cuadernos que componen el libro, mediante signaturas, reclamos, foliación, etc., que pueden resultar fundamentales para descubrir si se ha podido dejar sin incluir parte del texto, o si se ha procedido al montaje del libro de modo desordenado.

– Para poder datar el libro y vincularlo con un país o región determinados, (piénsese que están escritos habitualmente en lenguas clásicas), es preciso conocer los aspectos históricos, culturales y artísticos de la época y lugar del mismo. Conocer la iconografía propia de una época o de un scriptorium, así como la evolución de los estilos a la hora de ilustrar o encuadernar, resulta de gran ayuda.

-Por ser obras que se copian a mano, puede ser interesante para el investigador manejar un ejemplar en particular, razón por la cual es importante realizar catálogos de manuscritos de las bibliotecas y entidades científicas que cuentan con este tipo de material.

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El análisis previo a la catalogación. La identificación de rasgos distintivos

Antes de proceder a la descripción o catalogación propiamente dicha, hay que identificar los rasgos distintivos del documento que se va a describir:

-Materiales del soporte de escritura

La materia de las hojas ayuda a la datación y facilita la determinación del origen geográfico.

El códice está conformado por un conjunto de hojas rectangulares de pergamino, papel o papiro, o incluso una mezcla de páginas de los distintos materiales.

En Occidente los materiales más usuales de los libros son el rollo de papiro, el pergamino y el papel.

En la Antigüedad y en buena parte de la Edad Media, los libros anteriores a los códices tienen forma de rollo y estaban hechos de papiro. El papiro se extraía de la médula de la planta que le da nombre. Cortada en tiras, pegadas y pulidas, se preparaba en forma de rollos -que podían extenderse por varios metros- sobre los que se escribía con tinta por una sola cara.

Así eran los libros griegos que continuaron los romanos, aunque estos ya contaban con unos libros primitivos elaborados con corteza de árbol, «liber», que es de donde toma la palabra libro, y con tabletas de madera dobladas en forma de dípticos con cera o con cal en la cara interna, sobre las que escribían con punzones o con pinceles. Ya hemos adelantado que a estos bloques formados por las tabletas cerradas los romanos ya las llamaban «codex”, de donde procede, como dijimos, el término códice.

Aunque coexistieron formatos diferentes durante siglos, la perfección formal del códice se agilizó debido a circunstancias ajenas al objeto en sí mismo. Ya se ha indicado que la necesidad de huir con sus enseres con urgencia debido a las persecuciones que padecían los cristianos en sus primeros tiempos, unido a la necesidad de localizar de forma sencilla y rápida pasajes concretos de los libros sagrados, empujó a ir primando desde el siglo II la forma de códice sobre el rollo para sus libros. Desde el siglo IV, los códices comenzaron a sustituir a los rollos, aunque estos últimos todavía se utilizaron de manera aislada durante la Edad Media. Su avance sobre el rollo era evidente, sobre todo si se pasa del rollo de pairo, escrito por una sola cara, al libro de hojas de pergamino. No solo podían unir varios pliegos para formar cuadernos en los que se podía escribir por ambos lados, sino que no había necesidad de manejarlos con las dos manos, una para desplegar y otra para ir enrollando en sentido horizontal. En estos libros la escritura se presentaba normalmente en columnas y en hojas foliadas, lo que facilitaba la localización de un pasaje determinado.

El pergamino se obtiene tras el pulido, raspado y curación de las pieles (pergamenum) de ovejas, cabras y terneras. La mayor calidad la presenta la vitela, elaborada con pieles de animales no natos o de pocas semanas. Es una piel mucho más fina, blanca y flexible, que en ocasiones el profano puede confundir con papel de extraordinaria calidad.

Aunque el pergamino es costoso en términos económicos y su preparación requiere de bastante trabajo, es un material disponible en toda la geografía, pues en todo país hay animales cuya piel cabe utilizar. Se puede ver afectado por distintas plagas, sobre todo si tiene una preparación deficiente, pero aun así es un material de mayor durabilidad que el papiro, sobre el que se puede marcar la caja de escritura mediante el pautado y rayado de los renglones con un punzón (a punta seca), y por eso se han conservado en gran número los códices en este material. Otra ventaja es que se puede borrar lo escrito por procedimientos químicos o de raspado, y reescribir (son los llamados palimpsestos o codici rescripti).

Pero su mayor expansión se debió en gran parte a la necesidad de seguir escribiendo libros a pesar de las dificultades comerciales. La producción de papiro estaba exclusivamente ligada a Egipto, donde existía la planta que suministraba la materia prima, y esta circunstancia podía producir retrasos y falta de suministros. El pergamino, dispuesto también en forma de rollo, ya se usaba en Egipto, en alternancia con el pairo, desde el siglo II a de C.

Sin respaldo documental se suele decir que contribuyó al mayor uso del pergamino el deseo egipcio de que ningún país pudiera disponer de una biblioteca que desbancara en magnitud e importancia a la de Alejandría, aunque ello supusiera cancelar las exportaciones de papiro. La biblioteca de Pérgamo, la segunda en importancia de la Antigüedad, situada en Asia Menor, actual Turquía, se defendió con un producto que desarrolló en gran media, el pergamino.

El papel es un invento chino del que tienen conocimiento los árabes en el siglo VIII tras la toma de Samarkanda en el año 751. Su difusión por Europa se realiza gracias a la instalación de un molino papelero árabe en Játiva (Valencia) en el s. XII. España fue la gran productora europea, hasta que en el siglo XIV pasó a serlo Italia[3].

A partir del siglo XIII cada vez más fabricantes firman sus papeles con marcas al agua y filigranas que es preciso hacer constar en la descripción bibliográfica si ello es posible, pues en ocasiones la letra impide verlas. Son figuras, muchas veces heráldicas, de trazos sencillos o letras, realizadas con hilo metálico fino que se ataban a la formadora. Al principio se colocaban en cualquier parte y en el siglo XV se empezaron a colocar en el centro. En el siglo XVI, más que utilizarse para identificar el molino papelero, sirven para determinar la calidad del papel y hasta el tamaño del pliego. Para que siguiera constando el nombre del fabricante, a finales del XVI, comienzos del XVII se añade este dato en la contramarca, en la otra mitad del pliego.

Con mayor o menor nitidez se aprecian las líneas que imprimen sobre el papel los hilos metálicos que conforman la marca o molde provisto de un marco donde se elabora el pliego. Llamamos puntizones a las huellas de los hilos verticales, paralelos al lado largo del pliego, separados entre ellos un milímetro. Los hilos horizontales, de mayor separación y grosor, se denominan corondeles. A veces apreciamos también barbas en el códice, que son los bordes ásperos y desiguales del pliego formados a consecuencia de la filtración de pulpa entre el marco y la base de la forma.

La calidad de los trapos que se utilizaban en su fabricación determinaba la calidad del papel, siendo los mejores los que se obtenían del lino blanco, que prácticamente no necesitaba ser clorado.

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Tablilla con escritura cuneiforme. Fuente: http://www.pinterest.com/pin/412431278349322844

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Políptico de Tablillas enceradas. Bremen, Museo Nacional de Historia Cultural. http://media-cache-ec0.pinimg.com/236x/ef/a6/c6/efa6c6874cfe9c68e3ee1ffd557aab33.jpg.

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John J. burns Library, Boston College. “Roll Chornicle”, de 33 pies de longitud. S. XV. https://johnjburnslibrary.files.wordpress.com/2011/10/img_4264-unrolling-the-scroll.jpg

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Ejemplo de filigrana. Libro Concejo 1698-1772, Concejo de Navamorales, Salamanca. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Filigrana_(papel)

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Esquema de un molde papelero con el marco exterior y los hilos metálicos que dejan la huella de los puntizones, corondeles y filigrana en el papel. Fuente: https://filigranasymarcasdeagua.wordpress.com/2014/01/23/origen-filigrana/

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-Tintas

Las tintas de los textos escritos a mano se denominan caligráficas, en contraposición a las posteriores tintas de imprenta, de composición muy diferente. El análisis de las tintas también informa de la fecha: las antiguas se componen principalmente de goma arábiga y negro de humo, producto de la combustión de materia vegetal, aunque fueron evolucionando hasta incluir diferentes sustancias y metales en su composición. El color resultante va del pardo al negro, de diferentes intensidades. Este color básico puede verse acompañado por otros, sobre todo para destacar partes del texto, siendo el más extendido el rojo, obtenido del minio u óxido de plomo, de donde deriva el nombre de miniaturistas para referirse a los ilustradores, que lo usaban con gran profusión.

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Receta para hacer tinta negra presente en en el manuscrito del Libro de la caza de las aves, de López de Ayala. Casa de Alba (ms. 94, fol. 91r). Siglo XV.

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-Letra

El análisis de la letra de los códices es un asunto complejo pero imprescindible, pues ayuda a fechar el documento, a incluirlo en una zona geográfica concreta.

El primer problema que plantean estos libros va más allá de la letra y es la lengua en que están escritos. En España están mayoritariamente en latín, pero hay colecciones muy valiosas en hebreo y árabe, Exigían una gran cultura lingüística en el amanuense y no siempre se tenía, por eso son tan frecuentes los errores de transcripción del original.

La complicación se incrementa si pensamos que en un mismo libro podemos encontrar varias letras diferentes, y no siempre de la misma mano. De hecho, colofones y notas solían escribirse en una letra diferente a la del texto principal. Era muy común que el propietario del libro aprovechara los márgenes para realizar sus propias anotaciones marginales. Pero los libros ya salían de cada scriptorium con notas que hay que analizar y que podían no coincidir con las copias realizadas en otros establecimientos.

El tipo de letra, incluso la mejor y más claramente ejecutada, suele ir acompañada de dificultades de lectura propias de cada una de ellas, debidas generalmente al uso de abreviaturas, nexos de unión entre las letras, compresión o expansión exagerada y deformadora, etc.

Aunque el análisis de la letra de los códices es complejo, en modo alguno reviste la complejidad que cabe encontrar en los documentos de archivo, mucho más variados y menos normalizados en su escritura. Aun sin pretender entrar en aspectos propios de un tratado de paleografía, sí convendrá indicar someramente los principales escollos que suscita el análisis de las letras en que están escritos la mayoría de los códices de las distintas épocas, pues sin duda el científico que consulta estos fondos tiene los conocimientos paleográficos que le permiten la lectura.

Al final del Imperio Romano se utilizó la letra capital o mayúscula para los títulos y los tipos uncial y semiuncial para la escritura.

En los siglos III y IV se encontrará principalmente en los códices la letra uncial caligrafiada, mientras que la minúscula cursiva denominada semiuncial se localiza en documentos y cartas desde el siglo III.

En el siglo V la escritura semiuncial se generaliza hasta el siglo VIII, quedando la uncial reservada a los títulos. Sobre todo en el siglo VIII se encontrarán variantes nacionales, aunque con fuertes influencias entre ellas: visigótica (en España), merovingia, germana precarolina… La visigótica minúscula, de fuerte influencia islámica, es de uso común hasta principios del siglo XII en el noroeste de la Península. Es de bastante fácil lectura por ser de letras separadas entre blancos, aunque cuenta con algunos nexos de unión.

La letra carolina, usada en Francia, Alemania e Italia durante los siglos VIII-IX, llega a Inglaterra en el siglo XI y se expandió por el siglo XII por la Península Ibérica, aunque ya en el siglo X había entrado en Cataluña. Su éxito se debe en gran parte a su claridad y fácil lectura, con letras sueltas, redondas y pequeñas en un interlineado amplio y escasas abreviaturas y nexos de unión. Con el tiempo se fue haciendo más compleja, angulosa y compacta, menos legible.

A finales del siglo XII, como derivación de la carolina, surge la letra gótica, que se mantuvo hasta el siglo XVI. Se utilizó mucho por su uso en los establecimientos de copia de las universidades (stationarii) y por el creciente protagonismo de la vida laica. Para aprovechar el folio la letra se comprime y alarga y abusa de las abreviaturas. Tal vez para lograr una mayor claridad del texto, existía una diferencia ostensible entre el alfabeto de mayúsculas y minúsculas[4].

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Escritura capital. V a. C. al VI d. C. Fuente: https://paleographyblog.wordpress.com/category/letras/

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Escritura visigótica. S. VI al XII

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Escritura carolina. S. XI-XII. Fuente: https://paleographyblog.wordpress.com/category/letras/

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Escritura gótica. Siglos XIII-XIX. Fuente: https://paleographyblog.wordpress.com/category/letras/

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Escritura Humanística. S. XIV. Fuente: https://paleographyblog.wordpress.com/category/letras/

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-Los formatos

El tamaño del pliego de papel, aunque mucho más normalizado que el de pergamino, que dependía del tamaño de los animales, no era idéntico en todos los molinos papeleros, pues se usaban moldes o formas para su fabricación de medidas diferentes en mayor o menor grado. Una vez elaborado el códice, además, se podía recortar. Dada la escasez y singularidad de los códices, es imprescindible dar en su descripción bibliográfica las medidas exactas del alto y el ancho, en centímetros con milímetros. No es suficiente mencionar como tamaño que es un cuarto, un octavo, etc., pues esto indica el número de plegados del pliego, pero no arroja el dato definitivo del tamaño.

Como se recordará, los formatos clásicos se denominan folio, cuarto, octavo… Se conseguían doblando una o más veces, por su lado más largo, el pliego, que al tener distintas medidas daba lugar a diferentes tamaños dentro de una misma denominación. El pliego o inplano más habitual tenía una medida aproximada de 32×44 cm. Doblado por la mitad se obtiene el infolio, de unos 22×32 cm. Con un nuevo doblado se obtiene el incuarto, de unos de 16×22 cm. Con el siguiente doble se consigue el inoctavo, de alrededor de 11×16 cm, y así sucesivamente.

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Códice desencuadernado en el que se aprecian los cuadernos. John Rylands Library, ms. English 895. Fuente: https://ecdotica.hypotheses.org/

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Lo dicho se refiere a las medidas. Si queremos referirnos al número de hojas de los cuadernillos que forman el códice, se debe hablar de bifolio para referirnos al pliego dividido por la mitad que arroja 2 hojas y 4 páginas. El cuadernillo se construye cosiendo los otros bifolios por el eje central, encartados. 2 bifolios forman el binio o listón, de 4 hojas y 8 páginas; 3 bifolios el ternio o ternión, de 6 hojas y 12 páginas; 4 bifolios (el más frecuente) el quaternio o quaternión, de 8 hojas y 16 páginas.  La misma secuencia siguen el quinio, senio, septenio y octonio. A partir de 9 bifolios se suele indicar simplemente el número de bifolios que conforman el cuadernillo.

Los distintos cuadernillos se van sucediendo y se cosen conformando el libro. Un mismo códice puede componerse de cuadernillos de diferente número de infolios, y habrá que indicarlo[5].

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Imagen que representa a un fabricante de pergamino. Grabado alemán del S. XVI. Fuente de la imagen: https://es.wikipedia.org/wiki/Pergamino

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-Preparación del soporte para la escritura

Antes de comenzar a escribir, se había de marcar dónde iba a ir esa escritura. Se denomina encuadre y consistía en trazar líneas que marcaran el texto: dos líneas horizontales en la cabecera y en el que el pie de la hoja y dos líneas verticales que limitaban ese texto. Posteriormente se marcaban las líneas sobre las que escribir.

El modo en que se trazaban, tanto las líneas del encuadre como de la escritura, fue evolucionando, por lo que puede ser un dato que ayuda a fechar el documento. Se seguían las siguientes técnicas:

Perforación: consistía en hacer pequeños agujeros con punzones y compases en las hojas en las que se iba a escribir, se marcaban el número de líneas y su distancia entre ellas.

Rayado o pautado:  para que el copista no se torciera, tras perforar y medir las distancias de las líneas, se marcaban, bien a punta seca con un punzón (hasta el siglo XII) o mediante una línea gris trazada con un lapicero de plomo (desde el siglo XII hasta el XIV), o con tinta desde el siglo XV.

Encuadre: delimita la disposición del texto en la hoja. Las líneas establecían si el texto iba a estar a línea tirada o a 2 columnas. También se tenían en cuenta las notas marginales, en caso de que las hubiera.

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-Disposición del texto

El copista podía disponer el texto a línea tirada, también llamada continua o corrida, o en columnas. Se dejaba espacio para que los miniaturistas o iluminadores incluyeran iniciales capitales, adornos y títulos destacados. Cada inicial podía tener un tamaño que multiplica en varias veces el tamaño de la letra general del texto, por lo que pueden llevar a su derecha varias líneas de texto.

Los títulos también son de letra más grande, incluso de otra letra y hecho por otra mano, y lo más común es que se dispongan a línea tirada, aunque el texto se presente en columnas.

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Columnas. Codex Sinaiticus. http://static.neatorama.com/images/2009-07/codex-sinaiticus.jpg

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Línea continua. Biblioteca Apostolica Vaticana, Papiro Bodmer XIV-XV, s. III. Fuente: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/5/57/Papyrus_75a.gif

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-Ilustración y decoración

La miniatura y la iluminación conviven en el mismo texto. Miniatura deriva de minium o minio, mineral rojo que da nombre a una decoración muy pequeña y delicada. La iluminación, en cambio, busca la iluminación en el sentido de esclarecimiento del texto. En fechas ya relativamente avanzadas utiliza el dorado, para hacer nacer la idea de que aporta luz con su brillo y contribuye al mejor entendimiento del texto. Al principio las miniaturas decoraban solo la parte superior de las hojas, pero posteriormente, y sobre todo en los libros más lujosos, pueden estar presentes en la mayor parte de la hoja. Además del rojo y el dorado, se utilizan otras tintas de colores extraídas de plantas y de minerales. Cada scriptorium solía abastecerse de los recursos que tenía en su zona. Una misma obra se podía copiar a lo largo de distintos siglos, por lo que los cambios y aportaciones más significativos se producen en la ilustración, que va reflejando evoluciones, gustos  y estilos representativos de su época y lugar de producción, además de los valores del artista o del scriptorium donde trabajaba.

Distintas copias de épocas diferentes del Comentario del Apocalipsis, del Beato de Liébana, monje del siglo VIII. Se pueden apreciar los distintos estilos pictóricos de las diferentes copias. Fuente: Wikipedia.

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Apocalypse de Saint Sever. fol. 45bv-45

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Real Biblioteca de San Lorenzo de El Escorial. Fol. 108 v. Detalle

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Real Biblioteca de San Lorenzo de El Escorial. Fol. 142 v. Detalle

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Biblioteca de la Catedral de Osma. Fol.  151

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Biblioteca de la Catedral de Osma. Fol.  151

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Beato de la Universidad de Valladolid. Fol. 93

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-Encuadernación

Una vez escrito el libro se cosía cada cuaderno por el eje central del doble del pliego. Los distintos cuadernos se cosían a continuación de modo que quedaran unidos todos al lomo mediante una tira de cuero. Los diferentes espacios por los que se iban uniendo y cosiendo entre sí los cuadernillos forman un abultamiento llamado nervio. Las cubiertas solían ser de madera. Los libros corrientes cubrían con piel el lomo y solo parcialmente las tapas, por lo que se llaman de media encuadernación. Los más lujosos incluían adornos de marfil, oro, plata y piedras preciosas. Repujaban las pieles, las estampaban en seco con la técnica del gofrado, decoraban los nervios e incrustaban en las cubiertas clavos de diferentes tipos, así como esquinas y cierres.

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Codex Aureus de San Emmeram, 870. Cubierta con incrustaciones de gemas. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Encuadernaci%C3%B3n_de_orfebrer%C3%ADa#/media/Archivo:Codex_Aureus_Sankt_Emmeram.jpg

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Encuadernación con broches y correas. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Encuadernaci%C3%B3n_en_piel

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-Marcas de ordenación y control

El manuscrito, al realizar el plegado antes que la escritura, no requiere de un sistema tan complejo de marcado para evitar errores a la hora de disponer las distintas páginas en el pliego y su plegado y armado posterior, que sí son imprescindibles en el libro impreso.

El sistema de ordenación de los sucesivos cuadernos se basa en signaturas y reclamos, no siendo necesaria la numeración o la foliación, aunque en algunos manuscritos sí están presentes.

La signatura es un número (árabe o romano), una letra, una combinación de ambos, o signos de diferente tipología, como cruces, que precedidos en ocasiones de la letra q de quaternio, encontramos colocado en un lugar determinado del folio que indica el orden correlativo de los cuadernos. El lugar de colocación fue cambiando y ayuda a fechar el libro. Al principio solían colocarse en el ángulo superior derecho, pero desde el siglo VII-VIII la signatura se desplaza hacia el centro del margen inferior. En el siglo X ya podemos encontrarlo en el medio del margen inferior de la primera página de cada cuaderno, repitiéndose también en el último folio del cuaderno.

Para indicar el orden del bifolio en cada cuaderno se utilizaba en ocasiones otro tipo de signatura, la signatura de bifolios, colocada normalmente en el margen inferior del recto de la primera hoja de cada bifolio, solo en la primera mitad del cuaderno: ai, aii, aiii, aiiii para el primer cuaternión, bi, bii, biii, biiii para el segundo, y así sucesivamente.

El reclamo consiste en la primera parte de una palabra o la palabra completa que van colocadas en el margen inferior del verso del último folio de un fascículo y constituyen el comienzo del recto la página siguiente. A veces se elimina con los cortes de la encuadernación.

En códices tardíos el reclamo se emplea a modo de numeración, para controlar la sucesión de folios, y suele aparecer en el margen inferior del verso de cada una de las hojas del libro.

Usualmente se escribían de forma horizontal, y podían llegar a confundirse con el texto. Es innovación española escribirlos de forma vertical y situarlos cerca del eje central.

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Reclamo, a la izquierda, y numeración de bifolio (a), a la derecha. Madrid, BN, Ms. 8721, s. XV. Fuente: https://f.hypotheses.org/wp-content/blogs.dir/1904/files/2014/06/BNE-8721-55v-56r.jpg

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Signaturas con numeración de bifolios. Fuente: https://f.hypotheses.org/wp-content/blogs.dir/1904/files/2014/04/signaturas-500×188.png

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La catalogación       

Una vez realizado el análisis material del documento, se procede a la catalogación de acuerdo a una normativa específica. La mayoría de las normas utilizadas actualmente derivan de las normas del francés Leopold Delisle (1826-1910), un historiador, paleógrafo, bibliófilo y  bibliotecario director general de la Biblioteca Nacional de Francia de 1874 a 1905.

Fue su maestro el historiador y arqueólogo Charles de Gerville, quien lo introdujo en el estudio de las fuentes manuscritas de la Normandía medieval. En 1852 empezó a trabajar en el Departamento de Manuscritos de la Biblioteca Nacional de Francia, desde donde publicó los cuatro volúmenes del Gabinete de Manuscritos de la Biblioteca Imperial en 1881. En los preliminares de la obra ya expone con todo detenimiento la historia de la Biblioteca y de cómo se gestiona su colección de manuscritos. Su extraordinaria cultura y su conocimiento de la paleografía le permitió iniciar unos procedimientos de descripción bibliográfica difícilmente mejorables que han servido de base a normativas posteriores, entre ellas las diferentes normativas nacionales.

En España aparecen en 1959 las normas publicadas por la Dirección General de Archivos y Bibliotecas denominadas “Instrucciones para la Catalogación de Manuscritos”, que son bastante generales, pero lo suficientemente detalladas para tratar los aspectos codicológicos y textuales.

En 1988, en el 2º volumen de las Reglas de Catalogación del Ministerio de Educación y Ciencia, se tratan los manuscritos. Estas reglas son la adaptación española de las reglas angloamericanas Fue un gran esfuerzo de normalización internacional que buscaba la codificación e intercambio de información bibliográfica de registros por medios informáticos.

Sin pretender realizar aquí un manual de catalogación sobre un tipo de material que resulta especialmente complejo, sí convendrá indicar cuestiones clave a la hora de una perfecta identificación y descripción, entre las que se encuentra la ineludible consulta de los repertorios y bibliografías que los recogen[6].

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Descripción interna: el reto de la identificación

Tiene como objetivo identificar con la máxima precisión posible el texto contenido en el manuscrito. Se pueden encontrar diferentes copias de un mismo texto que presenten variaciones muy considerables. El texto de base puede no estar bien identificado por carecer el manuscrito de portada que aporte datos de autor y título y ser escasos los datos que se consignan en el colofón. Atribuir a un autor un texto y tratar de redactar un título identificativo, son cuestiones muy delicadas. Si el texto no cuenta con autor manifiesto habrá que intentar identificar la obra acudiendo a los repertorios de “comienzo de texto” (íncipit). Si se considera posible identificar al autor, habrá que cerciorarse analizando el registro bibliográfico de autoridad del mismo y sus otras obras antes de hacer una asignación que pudiera ser errónea. Al no contar generalmente con un título, habrá que redactar uno facticio que identifique su contenido y complemente la información que pueden ofrecer repertorios de íncipit.

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Descripción externa: la singularidad de cada copia

-Fecha. Un mismo texto puede haber sido copiado en fechas diferentes. Si es así, la fecha a la que haga referencia el texto no tiene por qué coincidir con la del documento que se está catalogando. Para datarlo hay que analizar tanto las características formales del soporte físico, entre las que se encuentran las características paleográficas de la escritura y las particularidades de los diferentes escritorios, el uso de papel o pergamino, las filigranas del papel, el tipo de pautado de la página (a plomo o con grafito), el sistema de numeración de los cuadernos, la encuadernación si es de época, las ilustraciones,…, como el tipo de publicaciones propias de cada momento histórico (sus temáticas y autores intelectuales), para no incurrir en incoherencias. Dadas las dificultades, se acepta una precisión aproximada de 30 a 50 años. Dada la inexistencia de una página de portada con los datos básicos del libro, entre ellos su fecha de elaboración, se debe examinar cuidadosamente el colofón, en caso de que el libro lo tenga.

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Ejemplo de un colofón donde se encuentran datos referentes al título: El piadoso aragonés y al lugar y fecha de composición de la obra: Madrid, 17 de agosto de 1626. Fuente: https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Colof%C3%B3n_de_El_piadoso_aragon%C3%A9s.jpg

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-Ilustraciones e iluminación. Al describir la copia, hay que ser bastante exhaustivo con la pormenorización de los detalles decorativos o que aclaran el texto en el propio cuerpo de escritura, como las iniciales, letras capitulares, cenefas, orlas, encuadres, etc.

-Extensión. Si no figura la numeración en el documento, hay que contar las hojas o páginas. Si la obra se extiende por más de un volumen, es preferible contabilizar la extensión en páginas u hojas de cada uno de ellos en lugar de indicar el número total de volúmenes. Cuando el texto no es a línea corrida, hay que indicar el número de columnas y de líneas que componen la página.

-Soporte. Cuando sea diferente del papel, se indicará la materia (pergamino, papiro, seda, lino, etc.).

-Dimensiones. Para una perfecta identificación, hay que medir tanto el alto como el ancho del documento, e indicar además 2 decimales, pues puede haber sido recortado a la hora de encuadernarlo y no corresponderse con los tamaños más habituales de los cuadernos de los que se compone.

-Notas. Se referirán a las características particulares de ese ejemplar, tanto internas como formales: lengua; tipo de escritura[7]; repertorio del que se ha extraído el título; tipo de encuadernación; posible escuela de ilustradores o iluminadores; signaturas; reclamos; numeraciones; foliaciones; sellos de antiguos poseedores particulares o bibliotecas; repertorios y bibliotecas donde se encuentran otras copias de la misma obra, etc.

-Conservación. Para evaluar el posible deterioro del libro, se debe indicar su estado de conservación en el momento de la catalogación.  

-Historia editorial del texto. Se ha de indicar si hay publicación de la obra y a partir de qué copia.

-Fuentes bibliográficas que lo recogen. Además de los inventarios, repertorios y bibliografías en que aparece, se habrá de realizar su historia cultural: libros o artículos que lo estudian. Este punto plantea serias dificultades, pues cada copia manuscrita de una obra clásica es única. Además de aspectos tan claramente apreciables, como las ilustraciones, la disposición de la línea, el encuadre, etc., hay errores de copia, elipsis y otras ausencias de texto, incorporaciones del copista, etc. Indicar en un repertorio colectivo todas las variaciones de una obra que se aprecian en los distintos manuscritos, sería una tarea demasiado prolija que queda para el investigador. El bibliotecario suele recopilar y describir los manuscritos de su propia biblioteca, por eso encontramos habitualmente la colección de manuscritos de las diferentes bibliotecas nacionales, universitarias, de casas nobles, etc.

Para apreciar de un modo práctico cómo se plasman en la ficha bibliográfica los aspectos analizados a la hora de catalogar, examinaremos 2 ejemplos de aplicación del método bibliográfico a obras medievales extraídas del Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico:

-El manuscrito del Poema del Cid de la Biblioteca Nacional de España

 

Título:

Poema del Cid [Manuscrito].

Publicación:

[S. XIV]

Descripción física:

74 h. ; 20 x 16 cm.

Contenido:

Al principio, copiada una versión de Adriano y Epicteto, varias oraciones en latín y tres versos del propio Poema del Cid, en distinta versión.

Contenido:

Incipit : Delos sos oios tan fuerte mientre lorando… (h. 1r)Explicit : … En este logar se acaba esta Razon. Quien escriuio este libro del Dios parayso, amen (h. 74r.)

Notas:

Letra gótica libraria redonda.
Anotaciones y correcciones marginales de distintas manos; algunas, del S. XV y XVI.

Notas:

En h. 74: «Per Abbat le escriuio en el mes de mayo. En era de mill e CCXL. V. años el el (sic) Romanz. [E]s seydo dat nos del vino si non tenedes dineros echad. [A] la unos peños que bien vos lo daran sobrelos»

Notas:

Compuesto de 11 cuadernos. Falta la primera h. del cuaderno 1º; la penúltima del cuaderno 7º; y la última del cuaderno 10.
Muy deteriorado. Algunas h. ennegrecidas por los reactivos. Abundan las correcciones del copista y las palabras borrosas.

Notas:

Iniciales ornamentales, en ocasiones. Dos ilustraciones pequeñas en el margen de h. 31, que representan dos cabezas de mujer, que podrían ser de las dos hijas del Cid, allí mencionadas.

Referencias:

Alvar, Carlos – Lucía Megías, José Manuel. Diccionario de literatura medieval española. Textos y transmisión. Madrid, 2002, p. 468-470, 923
López de Toro, J. El códice del «Cantar de Mio Cid» en su morada definitiva, Scriptorium, XVI (1962), 2, p. 360-370
Sánchez Mariana, M. Guía bibliográfica del Poema de Mio Cid. Burgos, 1982
III Congreso Internacional de Bibliofilia. Catálogo de la Exposición Bibliográfica. Barcelona-Madrid, 1963, p. 7, n.1
Llamas Pombo, Elena, Variación gráfica y secuenciación de la palabra en manuscritos medievales hispánicosl . En: Los códices literarios de la Edad Media. Ed. Dir. Pedro M. Cátedra. Salamanca : Instituto de Historia del libro y de la lectura, 2009
Montaner Frutos, Alberto, La fotografía hiperespectral y la restauración virtual de códices medievales: aplicación al manuscrito único del Cantar de Mio Cid . En: Los códices literarios de la Edad Media. Ed. Dir. Pedro M. Cátedra. Salamanca : Instituto de Historia del libro y de la lectura, 2009, pp. 261-281

Referencias:

Facsímil Madrid, 1956.
Facsímil R. Menéndez Pidal. Madrid, 1961.
Facsímil Burgos, 1962.
Facsímil Hernández Alonso [et al.]. Burgos, 1988.
Facsímil CD-Rom. Madrid, Biblioteca Nacional, 1998.
Facsímil T. Riaño Rodríguez y M.C. Gutiérrez Aja. Burgos, 1999.

Otras notas:

Copia digital : Biblioteca Digital Hispánica (Biblioteca Nacional de España)

Otras notas:

Se conserva otra copia de esta obra en la BNE con signatura Mss/6328.

Tít. secundarios:

Códice de Per Abat.

Núm. de identificación:

CCPB001253336-X

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-El manuscrito del Beato de Fernando I y doña Sancha de la Biblioteca Nacional de España

 Autor:

Beato de Liébana, Santo (s. VIII)

Título uniforme:

Commentaria in Apocalypsin

Título:

[Beato de Liébana [Manuscrito] : códice de Fernando I y Dña. Sancha].

Publicación:

1047.

Descripción física:

312 h. (2 col., 35 lín.) : perg. ; 36 x 28 cm.

Contenido:

Contiene: Tablas genealógicas (h. 10v-17). Capitulatio (en 34 párrafos) (h. 18-19v). Texto entero del Apocalipsis, sacado de la Storiae del Comentario del Beato (h. 19v-30). Praefatio (h. 30). Prologus I (h. 30). Prologus II (h. 30v). Interpretatio (h. 30v-40). Beati in Apoc. (h. 40-263). De ecclesia et sinagoga (h. 58-77v). De Antichristo (h. 203v-204). Explicit… Codex multorum librorum (h. 263v-264). De adfinitatibus et gradibus (h. 264v-266v). Hieronymi in Danielem (h. 267-316)
En h. 1-5, Genealogías pertenecientes al Beato de Valcavado que se conserva en la Biblioteca de Santa Cruz, 433 (n. 341) en Valladolid

Notas:

Del Marqués de Mondéjar, a finales del S. XVII. Requisado por Felipe V ingresó en la Biblioteca Real.

Notas:

Escritura visigótica.

Notas:

En h. 316: Era bis quadragies et V post millessima [año 1047]
Copiado por Facundo para los reyes Fernando I y Sancha de Castilla y León, h. 316: Facundus scripsit. En h. 317, copia imitando el colofón de la h. anterior, hecha por D. Francisco Assensio y Mejorada en 1789.

Notas:

Contiene unas 100 miniaturas mozárabes, muchas de ellas a p. entera y a doble p., de gran expresión y habilidad técnica, con influencias románicas; títulos y epígrafes en rojo.

Referencias:

Beato de Liébana : miniaturas del «Beato de Fernando I y Sancha» (Manuscrito de la B.N. Madrid Vit. 14-2). Texto y comentarios a las tablas de Umberto Eco; intr. y not., de Luis Vázquez de Parga. Milano, 1983
Neuus, W. Die Apokalyse des Ht. Johannes in der altspanischen Bibel-Illustration (Das Problem der Beatus-Hand-schriften). Münster, 1931
Delisle, L. Les manuscrits de l’Apocalyse de Beatus conservés à la Bibliothèque Nationale et dans le Cabinet de M. Didot, en Melanges de Paleographie et de Bibliographie. París, 1880, p. 117-148
Ramsay, L. The manuscripts of the Commentary of Beatus of Liebana on the Apocalypse, en Revue des Bibliothèques, XII (1902), p. 74-103
Blázquez, A. Los manuscritos de los Comentarios al Apocalipsis de San Juan por S. Beato de Liébana, RABM, XIV (1906), p. 257-273
Domínguez Bordona, J. Exposición de códices miniados españoles. Catálogo. Madrid, 1929
Domínguez Bordona, Jesús. Manuscritos con pinturas. Madrid, 1933,I, p. 289-290, n. 890
Millares Carlo, A. Manuscritos visigóticos. Notas bibliográficas Madrid, 1963, p. 100-101, n. 148
Churruca, M. Influjo oriental en los temas iconográficos de la miniatura española, siglos X al XII. Madrid, 1939
Beato de Fernando I y Dña. Sancha. Texto de José Mª Moreno Galván. Madrid, 1969
Miniatures espagnoles et flamandes dans les collections d’Espagne. Bruselles, 1964
Milenario Beato de Gerona : [Catálogo de la Exposición]. Gerona, 1975
Menéndez Pidal, G. Mozárabes y asturianos en la cultura de la alta Edad media, Boletín de la Real Academia de la Historia, 134 (1954), p. 137-291
Domínguez Bordona, J. Ex-libris mozárabes, Archivo Español de Arte y Arqueología, 11 (1935), p. 160161
Andrés, G. de. Nuevas aportaciones documentales sobre los códices Beatos, RABM, LXXXI (1978), 3, p. 519-552
Díaz y Díaz, M. Códices visigóticos de la monarquía leonesa. León, 1983
Domínguez Bordona, J. Fragmentos de un Beato, Archivo Español de Arte y Arqueología, II (1926), p. 162
Mundó, A.M. y Sánchez Mariana, M. El comentario de Beato al Apocalipsis : Catálogo de los códices. Madrid, 1976
Suárez González, Ana. El Beato del Archivo Histórico Provincial de Zamora, Hispania Sacra, LV (2003), 112, p. 433-437
Perrier, D. Die Spanische Kleinkunst des jahrhunderts, Aachener Kunstblarter, 52 (1984), p. 73-87

Referencias:

Beati in Apocalisin libri duodecim, ed. H.A. Sanders. Rome, 1930.
Descripción en: Torre-Longás, Bíblicos, p. 204-232, n. 53.
Ed. facs. Beato de Liébana : códice de Fernando I y doña Sancha. [Madrid] : Biblioteca Nacional ; [Barcelona]: M. Moleiro, 1994.
Reproducción facsímil: Beato de Fernando I y Sancha. [Valencia]: Club Bibliófilo Versol, [2006]

Otras notas:

Copia digital : Biblioteca Digital Hispánica (Biblioteca Nacional de España

Otras notas:

El Mss/4031 de la Biblioteca Nacional es una copia de este códice hecha por D. Juan de Ferreras, bibliotecario mayor de la Biblioteca Real, a principios del S. XVIII.

Materia/género:

Biblia. N.T. Comentarios.
Manuscritos iluminados.

Tít. secundarios:

Beato de Fernando I y Dña. Sancha.

Núm. de identificación:

CCPB001245749-3

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Los manuscritos medievales y la digitalización

Las grandes bibliotecas nacionales, las de institutos de investigación, de universidades, de monasterios, catedralicias, etc. que cuentan con estos fondos están procediendo a su digitalización para preservarlos y divulgarlos. De entrar en cada una de sus bibliotecas se tendrá acceso a este tipo de documentos, por ello nos vamos a limitar a destacar a aquellas que presentan proyectos singulares o representativos de una unión de entidades que aportan un catálogo colectivo que es producto del análisis e investigación. Véanse algunos de estos proyectos:

  1. Bibliotheca Philadelphiensis (https://bibliophilly.library.upenn.edu/)

El Proyecto BiblioPhilly reúne más de 160.000 páginas de códices europeos medievales y modernos provenientes de 450 manuscritos. La Philadelphia Area Consortium of Special Collections Libraries (PACSCL) se ha encargado de la catalogación y digitalización de los códices medievales de la Europa occidental presentes en las bibliotecas del consorcio, para su preservación digital.

  1. Colección de manuscritos de la Biblioteca Nacional de España (http://www.bne.es/es/Inicio/index.html)

Cuenta con una importante cantidad de manuscritos medievales a los que cuando el conocimiento del origen del documento lo permite, se vinculan con fondos documentales de reyes de España o Bibliotecas privadas de destacadas personalidades.

  1. Proyecto de la Fundación Polonsky de Inglaterra y Francia (https://manuscrits-france-angleterre.org/polonsky/fr/content/accueil-fr?mode=desktop)

Recoge 800 manuscritos medievales pertenecientes a las bibliotecas nacionales de Francia e Inglaterra compuestos entre los años 700 y 1200. Los manuscritos iluminados se presentan en su contexto cultural e histórico.

  1. Manuscritos de la British Library (https://www.bl.uk/)

La British Library ha creado un apartado dentro de su web para consultar manuscritos que destacan por distintos temas como la historia, la iluminación o la ciencia.

  1. Aplicación DMMapp (Digitized Medieval Manuscripts App (https://digitizedmedievalmanuscripts.org/ )

Esta aplicación geolocaliza y enlaza bibliotecas digitales y archivos de todo el mundo que cuenten con manuscritos medievales digitalizados.

  1. Blog de la Red del Libro Medieval Hispánico (http://www.libromedievalhispanico.net)

Esta red está formada por investigadores de la cultura escrita medieval, tanto manuscrita como impresa. Es su página web se facilita el acceso a las siguientes bibliotecas digitales:

Biblioteca Apostolica Vaticana. Colección digital de la BAV.

Biblioteca Beinecke de la Universidad de Yale. Manuscritos y libros raros de la Universidad de Yale.

Biblioteca Chester Beatty de Dublín. Contiene más de 6000 manuscritos, libros y grabados de la colección de Sir Alfred Chester Beatty.

Biblioteca de la Abadía de St. Gallen. 541 manuscritos medievales conservados en la abadía.

Biblioteca de la Universidad de California. Manuscritos digitalizados de la Biblioteca de la Universidad de California.

Biblioteca de la Universidad de Heidelberg. Códices digitalizados de la Biblioteca Palatina del Sacro Imperio Romano.

Biblioteca de la Universidad de Pennsylvania. Colección de manuscritos de la University of Pennsylvania.

Biblioteca Digital Hispánica. Biblioteca digital de la Biblioteca Nacional de España.

Biblioteca Digital Real Academia de la Historia. Biblioteca Digital de la Real Academia de la Historia.

Biblioteca Episcopal de la Catedral de Colonia. Proyecto de digitalización de la biblioteca de la Catedral de Colonia.

Biblioteca Nacional de Gales. Manuscritos medievales digitalizados de la Biblioteca Nacional de Gales.

Biblioteca Nacional de Holanda. Base de datos con 5200 manuscritos anteriores a 1550 conservados en bibliotecas, archivos estatales y privados de Holanda.

Biblioteca Nacional de Irlanda. En total, más de un millón de manuscritos fechados entre los siglos X y XX con importante presencia de obras medievales.

Biblioteca Pública de Nueva York. Colección digital de la Biblioteca Pública de Nueva York.

Biblioteca Valenciana Digital. Biblioteca responsable de la igitalización, preservación y difusión de los fondos del patrimonio bibliográfico y documental de la Biblioteca Valenciana Nicolau Primitiu; centro superior bibliotecario de la Generalitat Valenciana.

Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico. Biblioteca digital en la que se ofrece una colección de reproducciones facsímiles digitales de manuscritos y demás materiales que se conservan en instituciones que  forman parte del Patrimonio Bibliográfico Español.

Bibliothèque Nationale de France – Gallica. Biblioteca digital de la Biblioteca Nacional de Francia.

BIPADI – Biblioteca Patrimonial Digital Universitat de Barcelona. Manuscritos de la Biblioteca de Reserva de la Universidad de Barcelona.

E-codices de la Universidad de Friburgo. Base de datos de 1290 manuscritos antiguos y medievales digitalizados conservados en las bibliotecas de Suiza.

Enluminures. Base de datos realizada en colaboración del CNRS de más de 120.000 imágenes procedentes de manuscritos organizadas de forma temática.

Fondos digitalizados de la Universidad de Aberdeen (Escocia). Incluye algunos manuscritos iluminados de gran relevancia como el Aberdeen Bestiary.

HISPANA. Hispana reúne las colecciones digitales de archivos, bibliotecas y museos españoles.

ISOS (Irish Script on Screen). Imágenes digitalizadas de todos los manuscritos irlandeses conservados en instituciones del país.

Koninklijke Bibliotheek – Real Biblioteca de Holanda en La Haya. Manuscritos medievales iluminados conservados en esta biblioteca.

Liberfloridus. 1600 manuscritos iluminados conservados en las bibliotecas Mazarine y Saint Geneviève de París.

Mandragore. Biblioteca digital de manuscritos iluminados de la BnF con buscador temático.

MANUS Online. Base datos que incluye la descripción y las imágenes digitalizadas de los manuscritos conservados en las bibliotecas italianas públicas, eclesiásticas y privadas.

Manuscritos iluminados de la Universidad de Oxford. Comprende los fondos digitalizados de la Bodleian Library y de seis Colleges de Oxford. 

Medieval Illuminated Manuscripts. Colección de manuscritos digitalizados de la Koninklijke Bibliotheek y el Museum Meermanno-Westreenianum.

Morgan Library & Museum (Nueva York). Manuscritos digitalizados de la Morgan Library & Museum (Nueva York).

New Digital Scriptorium Website – Columbia University. Catálogo en-línea del fondo de manuscritos medievales y renacentistas de un notable número de bibliotecas estadounidenses: California State Library, Columbia University, Harvard University, the Huntington Library and Museum, Jewish Theological Seminary, Johns Hopkins University, New York Public Library, San Francisco State University, the University of California at Berkeley and at Davis, the University of Missouri at Columbia, University of Texas at Austin, Free Library of Philadelphia, Fordham University, Oberlin College, Rutgers University and the universities of Kansas, Notre Dame, y Pennsylvania.

Patrimonio Digital Complutense – Manuscritos. La Colección física cuenta con casi 11.000 documentos, es una de las más notables de entre las bibliotecas universitarias españolas. Destacan los 149 códices medievales y los más de mil manuscritos de los siglos XVI al XVIII. Actualmente se encuentra disponible y accesible en formato digital una parte de la colección.

Proyecto Dioscórides – Biblioteca UCM. Dioscórides cuenta con un millón de imágenes almacenadas de forma independiente y es además la base del Servicio de Reproducción de documentos del Fondo Histórico Complutense.

RBME digital. RBME Digital es un proyecto de Patrimonio Nacional que tiene como objetivo la publicación online de las colecciones bibliográficas da la Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

The British Library Catalogue of Illuminated Manuscripts. Catálogo de manuscritos iluminados de la British Library.

The Polonsky Foundation England and France Project. Proyecto formado por The British Library, la Bibliothèque nationale de France y The Polonsky Foundation para dar acceso digital a más de 800 manuscritos medievales.

Universidad de Berkeley. Manuscritos digitalizados de la Universidad de Berkeley. 

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Conclusión

Identificar correctamente los manuscritos es una tarea profesional extraordinariamente delicada. Exige una importante investigación dificultada por la escasez de fuentes a las que acudir. Las bibliografías como tipología documental surgen pensadas para las obras impresas, pues el incremento de su número tras la invención de la imprenta hacía necesario su control. Además, al ser iguales todos los ejemplares de la misma obra, su referencia resultaba fácilmente normalizable y se podía consignar de un modo autorizado en los repertorios. En el caso de los códices antiguos, la dificultad mayor radica en su carácter único. La obra que les sirve de base se copiaba a mano, por lo que no hay dos iguales. Ni siquiera la integridad del texto está garantizada, pues el copista podía tener problemas a la hora de entender la letra o la lengua del manuscrito que estaba copiando, lo que le podía llevar a adoptar soluciones erróneas. Para abundar en su dificultad, no hay en ellos portada que al menos nos facilite datos tan fundamentales como el autor, el título, la fecha y lugar de producción, etc. Cuando nos encontramos ante la catalogación de un códice medieval, lo primero que hacemos es acudir a fuentes que nos sirvan de modo referencial, pero sobre todo deberemos consultar los catálogos de manuscritos de diferentes bibliotecas para ver si lo que tenemos es una versión no fichada de una obra.

Para los manuscritos españoles es básico, además de la consulta de los catálogos de bibliotecas, donde cada una se ocupa de su propia colección, acudir a fuentes como la ya mencionada Manuscritos de España: guía de catálogos impresos, de Julián Martín Abad, o a la Biblioteca Hispana Vetus, de Nicolás Antonio, quien ya en el siglo XVII se ocupa de estos libros en dos tomos que recogen autores y títulos, desde la época de Augusto, hacia el 63 a.C., hasta el siglo XIV d.C.


BIBLIOGRAFÍA GENERAL Y FUNDAMENTAL

ALONSO, Dámaso (ed.): Poesía de la Edad Media y poesía de tipo tradicional, Buenos Aires, Losada, 1942.

ANDRÉS, Juan: Origen, progresos y estado actual de toda la literatura, ed. dir. Por P. Aullón de Haro, Madrid, Verbum, 1997, vol. 1.

AULLÓN DE HARO, Pedro (ed.): Historiografía y Teoría de la Historia del Pensamiento, la Literatura y el Arte, Madrid, Dykinson, 2015.

BECEIRO PITA, Isabel: Libros, lectores y bibliotecas en la España medieval, Murcia, Nausica, 2007.

BELLO, Andrés:  Estudios filológicos. II. Poema del Cid y otros estudios de literatura medieval, Estudio preliminar de Pedro Grases, Caracas, La Casa de Bello, 1986.

BLECUA PERDICES, Alberto: Manual de crítica textual, Madrid, Castalia, 1983.

CURTIUS, Ernst Robert: Literatura europea y Edad Media latina, México, Fondo de Cultura Económica, 1955.

DAHL, Svend: Historia del libro, Madrid, Alianza, 1982.

ESCOLAR, Hipólito: Historia del libro, Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1988.

ESCOLAR, Hipólito: Historia del libro español, Madrid, Gredos, 1998.

ESCOLAR, Hipólito (dir.). Historia ilustrada del libro español (Los manuscritos). Madrid-Salamanca, Pirámide-Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1993.

GALLARDO, Bartolomé José:  Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos, Madrid, Gredos, [ed. 1968].

GUIJARRO GONZÁLEZ, Susana: Maestros, escuelas y libros. El universo cultural de las catedrales en la Castilla Medieval, Madrid, Universidad Carlos III, 2004.

HERVÁS, Lorenzo: Catálogo de las Lenguas de las naciones conocidas, ed. facsimilar, Madrid, Atlas, 1979.

ISBD(A): Descripción Bibliográfica Internacional Normalizada para Publicaciones Monográficas Antiguas. 2ª ed. revisada, Madrid, ANABAD – Arco/libros, 1993.

MANSILLA REOO, Demetrio: Catálogo de los códices de la Catedral de Burgos, Madrid, CSIC, 1952.

MARTÍN ABAD, Julián: “Manuscritos en España (Vademécum para aficionados a la codicología)”. En Pliegos de Bibliofilia, 3 (1998), pp. 17-34.

MARTÍN ABAD, Julián: ”Incunables e impresos antiguos”. En Los materiales especiales en las bibliotecas, Gijón, Trea, 1998, pp. 63-121.

MARTÍN ABAD, Julián:  En plúteos extraños. Manuscritos, incunables y raros de la Biblioteca capitular de Ávila en la Biblioteca Nacional de España, [Burgos], Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, 2007.

MENÉNDEZ PIDAL, Ramón: En torno al Poema del Cid, Barcelona, Edhasa [1963].

MILLARES CARLO, Agustín: Introducción a la historia del libro y de las bibliotecas, Madrid-México, Fondo de Cultura Económica, 1993.

OLMOS CANALDA, Elías: Códices de la Catedral de Valencia, Valencia, s. ed., 1943.

PEDRAZA GRACIA, Manuel José, et. al.: El libro antiguo, Madrid, Síntesis, 2003.

PÉREZ PRIEGO, Miguel Ángel: ”Formación del canon literario medieval castellano”. En:  Ínsula: revista de letras y ciencias humanas, pp. 7-9.

REYES GÓMEZ, Fermín de los: El libro en España y América. Legislación y censura (Siglos XV-XVIII), Madrid, Arco/Libros, 2000.

RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Ramón (ed.): El libro antiguo en las bibliotecas españolas, Oviedo, Universidad, 1998.

SÁNCHEZ MARIANA, Manuel: Introducción al libro manuscrito, Madrid, Arco/ Libros, 1995.

SIMÓN DÍAZ, José: El libro español antiguo: Análisis de su estructura, Madrid, Ollero & Ramos, 2000.


NOTAS

[1] No se deben confundir los códices de los que nos ocuparemos con los códices de “lengua pintada” mesoamericanos, sobre todo de Guatemala y México, escritos en épocas diferentes no necesariamente anteriores a la imprenta. Se puede consultar en el blog La reina de los mares, un estudio de los facsímiles de códices mesoamericanos de la Biblioteca Hispánica en la siguiente entrada: https://reinamares.hypotheses.org/32415

[2] Piénsese en la trascendencia cultural y científica que han tenido, a la hora de mostrar la fortaleza y antigüedad de la literatura española, estudios como los de Ramón Menéndez Pidal sobre la antigua tradición oral de los romances, o sobre el Poema del Cid, y la variedad de enfoques con que han fundamentado los estudios de gran alcance obras como por ejemplo las de Juan Andrés, Lorenzo Hervás, Andrés Bello o Ernst Robert Curtius, entre otros encumbrados maestros del humanismo filológico en sus diferentes modalidades.

[3] Juan Andrés, en su obra Origen, progresos y estado actual de toda la literatura, Vol. I, Cap. X, ”Invenciones que nos han transmitido loa árabes”, pp. 166-1834 de la edición moderna (Madrid, Verbum, 1997), hace un estudio muy documentado y riguroso sobre el origen del papel, a la vez que demuestra la inmediata trascendencia que tuvo para la transmisión del conocimiento la invención y uso de este material.

[4] En resumen, y solo a grandes rasgos, se puede decir que la escritura de los primeros textos es mayoritariamente la cursiva latina, pero es más frecuente encontrarla en documentos de archivos que en libros. Para hacer una aproximación temporal, podemos decir que entre los siglos II y III d.C. se produce en la escritura latina un cambio notable que la distancia de la escritura capital o en mayúsculas de etapas anteriores, y es la aparición de la minúscula cursiva. En España contamos con la letra visigótica, utilizada entre los siglos VIII al XIII. En la búsqueda evolutiva de una caligrafía legible hay unos hitos espacio-temporales que pueden ayudar mucho a la hora de analizar la escritura de un códice: en la Francia del siglo VIII se divulga la letra carolina, muy exitosa debido a su claridad formal, lograda por sus formas redondas, sin apenas nexos entre sus letras y con pocas abreviaturas. Desde finales del siglo XI es mayoritaria en los documentos españoles. Fue evolucionando hacia la gótica, más angulosa y rápida. Su protagonismo en los siglos XII y XIII se debe en gran parte a las universidades, necesitadas de copias rápidas de los textos académicos para los alumnos. A mediados del siglo XIV, como homenaje y admiración a la cultura clásica, se encuentra otra derivación de la carolina: la letra humanística. A continuación, se impone la letra gótica, que se utilizará hasta el siglo XVI y es en la que están escritos la mayoría de los códices que se conservan.

[5] Hay que tener en cuenta que, en la elaboración de manuscritos, el plegado precede a la escritura, no así en el libro impreso, en que se realiza después de la impresión, por lo que la hoja debe diseñarse para que después de doblarla el texto aparezca en el orden y en la dirección de lectura correcta.

En los manuscritos, tras el plegado de los cuadernos, se encartan y cosen por el eje de doble. Como resumen de lo ya indicado, se facilitan los formatos más habituales obtenidos tras el plegado del folio:

In folio: un pliegue, 2 folios, 4 páginas; In cuarto: dos pliegues, 4 folios, 8 páginas; in octavo: tres pliegues, 8 folios, 16 páginas; in dieciseisavo:  cuatro pliegues, 16 folios, 32 páginas; in treintaidosavo: cinco pliegues, 32 folios, 64 páginas.

[6] Para los españoles es imprescindible la obra de Julián Martín Abad, Manuscritos en España: guía de Catálogos Impresos”, Madrid, Arco/Libros, 1989.


CITA BIBLIOGRÁFICA: A. García Martín, «El método bibliográfico (2). El manuscrito. La Codicología como técnica de identificación y descripción del manuscrito antiguo (primera parte)», Recensión, vol. 11 (enero-junio 2024) [Enlace: https://revistarecension.com/2024/01/07/el-metodo-bibliografico-2-el-manuscrito-la-codicologia-como-tecnica-de-identificacion-y-descripcion-del-manuscrito-antiguo-primera-parte/ ]

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