EL MÉTODO BIBLIOGRÁFICO (1). LAS TÉCNICAS BIBLIOGRÁFICAS Y SU EVOLUCIÓN HISTÓRICA

Vol. 10 / julio 2023 
SERIE METODOLOGÍAS. Autora: Araceli García Martín

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INTRODUCCIÓN

El presente trabajo está dedicado al método bibliográfico y, dentro de los posibles aspectos de este, a las técnicas que se aplican al libro con el fin de crear repertorios o bibliografías. Es una especialidad de las varias que existen destinadas al estudio, control y organización del libro. El libro puede ser integrado en bibliografías, de lo cual ahora vamos a tratar, pero también puede ser sometido a otras técnicas complementarias perfectamente normalizadas que conducen a su catalogación, clasificación, ordenación, estudio bibliofílico, y también composición material, encuadernación… En posteriores trabajos se irán exponiendo los diferentes métodos que convergen en la serie de procedimientos aplicables a esta entidad de tan gran antigüedad y grandísimo significado cultural que es el libro. Si comenzamos por la bibliografía es porque probablemente sea la técnica descriptiva más antigua y, por esto mismo, aquella que más ha evolucionado, más se ha divulgado (cualquier estudioso o científico aporta en sus publicaciones bibliografías especializadas del tema que le ocupa) y, probablemente, la que mejor describe el estado y evolución de una disciplina que constituye el comienzo de la Biblioteconomía o Bibliotecología.

Hay muchos tipos de bibliografías, pero los datos básicos que estas deben aportar son aquellos que permitan establecer una identificación perfecta de la obra: título, autor o autores, datos de edición e impresión, tema que trata, … Como recurso de gran valor, ha ido perfeccionándose a lo largo de la historia y continuará haciéndolo. Lo que se vislumbra en el futuro es un trabajo colaborativo entre distintos especialistas como consecuencia de los nuevos desarrollos tecnológicos, la informática, las telecomunicaciones y algo que empieza a ser cada vez más común: la alta digitalización y la llamada inteligencia artificial.

Si la cuestión primera es la relativa al término que designa la disciplina, el método o la técnica particular que se toma por objeto, será preciso advertir que la palabra bibliografía (compuesta como es sabido de dos griegas: biblion, ‘libro’; y graphein, ‘escribir o describir’) cuenta con acepciones bastante diferentes. Una vez aclarado el objeto de nuestro análisis, podremos entrar en los aspectos puramente metodológicos, teniendo en cuenta que la metodología actual dispone de desarrollos históricamente muy mejorados. El trabajo que ello supone ha venido de la mano de bibliotecarios, bibliotecas, entidades doctas e investigadores destacados. Parce necesario mencionar y hasta homenajear a algunos de ellos a fin de poder apreciar, mediante ejemplos concretos, la larga trayectoria y la vocación de servicio que asiste a estas herramientas fundamentales de la investigación y el control del libro que son las bibliografías.

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ACERCAMIENTO CONCEPTUAL A LA BIBLIOGRAFÍA

Una ‘bibliografía’, en el sentido que aquí la vamos a estudiar, consiste en una descripción de libros que conforma un repertorio.

Aquí hablaremos, siguiendo la tradición, de ciencia o saber, de disciplina o campo disciplinario, en el bien entendido de que sustancialmente la bibliografía constituye específicamente sobre todo una metodología, un procedimiento o técnica de tratamiento del libro. En manuales antiguos podemos encontrar el uso de la palabra bibliografía como ciencia del libro, encargada de estudiar todos los aspectos de éste, como la construcción física, la encuadernación, el modo de descripción y catalogación, sus valores bibliofílicos, el contenido científico que aportan, su valor literario, etc. El hecho de que la descripción y el conocimiento de los libros pueda enfocarse desde diferentes intereses, llevó a la expansión de la acepción de la palabra bibliografía como ciencia del libro. Actualmente usamos la palabra bibliología para referir la disciplina que se ocupa de todos los aspectos que conlleva el conocimiento del libro, y dejamos bibliografía mayoritariamente para la disciplina que se ocupa de la técnica de elaboración de los repertorios, o para los repertorios en sí mismos, que pueden presentar distintas modalidades: bibliografía general, especializada, tipo-bibliografía, …

Nos quedaremos con la acepción que liga la bibliografía a los repertorios porque está validada por importantes bibliógrafos e instituciones bibliotecarias desde tiempos remotos:

Si bien las listas que tenían por objeto textos y demás eran de uso griego, y son célebres las que realizara Aristóteles y otros, corresponde como es sabido al Museo de Alejandría el primer tratamiento organizativo de rollos y papiros. Por otra parte es mucho sin duda lo que se debe en este campo a ciertos autores como Diógenes Laercio o a algunos maestros de la Patrística, así san Jerónimo y los creadores de la historiografía literaria. A estos siguieron durante los siglos medios los usos del monacato y su adaptación renacentista a manos de los primeros grandes filólogos modernos. Más adelante volveremos sobre otros aspectos históricos destacados. Quien primero utilizó el término bibliografía para designar una “lista de libros” fue Gabriel Naudé en su Bibliographia Politica (París, 1633), aunque el referente absoluto de esta corriente que se centra en el repertorio y su forma de elaboración fue el bibliotecario Gabriel Peignot en su obra Le livre des singularités (1841). Sus bibliografías eran críticas y siempre aportaban pertinente información sobre las obras tratadas.

En el siglo XX, la bibliotecaria francesa experta en bibliografía y autora de manuales de esta tipología documental, Louise Noëlle Malclès, ratificó el criterio de tratarse de una ciencia que se propone buscar, identificar, describir y clasificar documentos impresos con el fin de construir repertorios adecuados para facilitar el trabajo intelectual. Se diría una eficiencia del “academicismo” francés.

A pesar del gran uso de este vocablo ‘bibliografía’, se utilizaron durante mucho tiempo, e incluso se pueden seguir utilizando, términos alternativos, sobre todo latinos, como: index o índice;  bibliotheca o biblioteca;  repertorium o repertorio; catalogus o catálogo; inventarium o inventario; relación; listado…. Pero sea cual fuere el nombre que se utilice, toda bibliografía debe identificar los documentos de modo cierto e informar acerca de la temática que tratan.

Evidentemente, cada bibliografía manifiesta el entorno cultural y científico en que se ha creado. Transmite pensamiento y es un reflejo del conocimiento de la época y del lugar en que surge. Manifiesta el punto de vista con que ese conocimiento se enfoca y los objetivos que persigue.

Y sea cual fuere la naturaleza de la bibliografía examinada, estas han de tener en común presentar datos fundamentales de cada obra incluida en el repertorio (del cual nos ocuparemos más adelante) garantizando una perfecta identificación. No debe existir posibilidad de error en la atribución de cada título a su autor o autores, época y editorial o imprenta, a pesar de las posibles coincidencias de título en obras diferentes.

Al comienzo de cada bibliografía se debe incluir un texto de presentación que exponga, sin ambigüedades, el tipo de documento de que se trata, sus responsables y con qué metodología ha sido elaborado. Es importante saber si se ha introducido cada libro a la vista del mismo (ya sea físico o digital), o si se han recolectado y depurado bibliografías, referencias bibliográficas de trabajos, recopilación de documentos citados, etc. El peligro de la “bibliografía fantasma”: libros existentes solo en las bibliografías, pero que nadie ha visto nunca, es un riesgo que debe ser evitado. Es muy importante especificar objetivos y misión. A continuación, se ha de presentar el resultado con un sistema de ordenación u organización y unos campos de información perfectamente preestablecidos. Los índices de autores, materias y editoriales, entre otros posibles, permiten elevar el rigor científico de la bibliografía al tiempo que enriquecen sus objetivos y agilizan la consulta.

En la actualidad las bibliografías se realizan mediante herramientas informáticas que facilitan y normalizan la labor. La técnica utilizada las asimila en gran medida a los catálogos de bibliotecas, aunque estos últimos solo describen los documentos con los que cuenta determinada colección y siempre acompañan la referencia del libro con su signatura topográfica, pues es esencial su rápida localización.

En lo que se diferencian de un modo importante bibliografías (sobre todo si son especializadas) y catálogos de bibliotecas es en que las primeras pueden ser realizadas siguiendo criterios restrictivos de calidad. Así, evaluar la calidad que determina que una obra deba ser incluida o no en un repertorio es responsabilidad del experto que la realiza. En tal caso, esto debe ser declarado desde el comienzo mismo del documento, de modo que el lector pueda saber fehacientemente lo que tiene entre manos.

El método que conlleva la técnica bibliográfica está determinado por la naturaleza, finalidad y alcance del propio repertorio bibliográfico que se está elaborando o analizando. Es más: la propia naturaleza de la bibliografía es la que establece su finalidad y alcance. Esto implica a los responsables de su realización:

  • Naturaleza investigadora

Aunque todas las bibliografías, del tipo que fuere, son de enorme valor para los estudiosos, las más útiles, por centrarse en una materia concreta, son las especializadas, las que recogen toda literatura científica de acuerdo con unos criterios específicos que se autoimpone el investigador que la realiza.

Una subespecialidad de bibliografía científica se encuentra en los trabajos de investigación, pues metodológicamente deben incluir una sección o lista de referencias reunidas o que apoyan sus conclusiones.

De hecho, la consulta de las fuentes es la labor previa al trabajo de investigación. A medida que se redacta un documento científico se irá ampliando la lectura de obras conducentes a la elaboración final de un repertorio que permita al futuro lector hacer un seguimiento de la correcta interpretación de las mismas y la constatación de que estén presentes todas las fundamentales.

La fase previa de revisión bibliográfica, si se realiza correctamente e incorpora las obras realmente clave, actuará como base informativa y documental capaz de permitir seleccionar o decidir un tema de investigación y llevarlo a cabo con seguridad científica.

  • Finalidad, alcance y responsabilidad

Tanto la bibliografía especializada propiamente dicha, como la revisión bibliográfica previa al trabajo de investigación y la relación final de referencias consultadas, ha de permitir al lector el conocimiento del estado de la cuestión, descubrir aspectos que será necesario seguir profundizando, detectar lagunas informativas, deshacer errores conceptuales que se han podido transmitir por carencia de un estudio bien documentado y basado en el profundo conocimiento del asunto tratado.  

Por supuesto, el alcance de todo lo que se refiere a investigación, es de naturaleza especializada, y especializados son los usuarios finales. Además de resultar fundamentales para el investigador de una materia, como guías de lectura son imprescindibles para los bibliotecarios, que pueden encontrar en ellos la principal fuente de información para completar las distintas colecciones especializadas que deben ofrecer al usuario.

Los responsables son los encargados de la realización: expertos que van incorporando títulos a medida que incrementan sus conocimientos. Las referencias utilizadas en un trabajo científico o las citas que incorporan describen un proceso en “construcción permanente” de este tipo de fuentes de información.

  • Naturaleza de conocimiento personal

Tanto las bio-bibliografías como las auto-bibliografías se ocupan de recopilar todas las fuentes que han tratado distintos aspectos de una figura personal, bien sea de modo individual, o como formando parte de una escuela científica. En este último caso puede revestir dos personalidades: que se centre en la escuela o grupo y recoja información de sus integrantes por formar parte del mismo, o que se ocupe de las figuras más destacadas y la escuela o grupo sirva de marco.  En el caso de la auto-bibliografía la relación de obras propias la realiza el propio autor dentro de un marco bibliográfico que sirve asimismo para entender el origen de su pensamiento y formación.

Finalidad: Conocer al personaje a través de su producción escrita.

Alcance: Prioritariamente el mundo de la investigación, aunque según sea el personaje, puede interesar a un público más amplio y general.

Responsables: Son materia de investigadores. Incluso cuando es el propio autor de las obras recopiladas quien realiza la bibliografía, lo hace tomando como base su obra literaria, ya sea de tema científico o de creación.

  • Naturaleza de control e historia bibliográfica nacional e internacional

Las bibliotecas nacionales son responsables del control y aglutinación de todas las publicaciones del país a que pertenecen. Pueden ser de dos tipos las llamadas bibliografías nacionales periódicas, que se realizan permanentemente y se centran en describir las obras que se reciben por estar obligadas las editoriales a cumplir con el Depósito Legal, y las bibliografías nacionales retrospectivas, que surgen de la compilación de publicaciones de cada país remontándose a las fechas en que no existían las leyes del Depósito Legal.

Finalidad: Las bibliografías nacionales retrospectivas tienen finalidad investigadora, pero las bibliografías periódicas responden a una normativa estatal y son de obligada elaboración. Sus características técnicas están muy normalizadas, a fin de poder colaborar mediante intercambios de información con otras bibliotecas nacionales y llegar a constituir entre todas el catálogo bibliográfico mundial. Esto podría ser realidad el día en que el Depósito Legal fuera de carácter universal.

Alcance: El resultado son bibliografías de temática general, pues cada país puede publicar libros de toda especialización. Son fundamentales para las bibliotecas, pues gracias a las bibliografías nacionales ven el modo más profesional de catalogar una obra, y también les permite informarse de lo último que se ha publicado de determinado autor o tema y ofrecerlo a sus lectores.

Responsables: Como entidades, son las bibliotecas nacionales cabeceras del sistema bibliotecario de cada país; y como profesionales, los bibliotecarios, especialistas en este caso de la descripción formal y de contenido de cada ítem incorporado. La descripción formal se realiza de acuerdo a pautas firmemente fijadas a nivel internacional; la de contenido permite realizar búsquedas y extracciones según perfiles de interés para quien consulta esas bibliografías.

La suma de las bibliografías nacionales constituye la bibliografía universal, un producto puramente teórico en el momento actual. La bibliografía periódica universal es por su naturaleza, objetivos y características formales muy similar a las bibliografías nacionales, pues consiste en la suma de éstas.

  • Naturaleza comercial

Son las herramientas de difusión y publicidad con que los editores y libreros se relacionan con sus potenciales clientes. Los catálogos que elaboran son de actualización permanente, pues un libro que está hoy en el mercado o en el establecimiento de librería puede no estarlo mañana. La gestión del repertorio que conllevan exige un control actualizado de salidas y mantenimiento de existencias. En este caso, la cuestión del precio es un dato informativo de interés fundamental.

Finalidad: Los productos que se obtienen son bibliografías y catálogos especializados en las áreas científicas de las que se ocupa el editor o el librero correspondientes. La idea de una librería generalista que pueda tener un catálogo actualizado de absolutamente todas las materias es actualmente inasumible dada la cantidad de publicaciones que surgen diariamente en el mundo.

Alcance: Su producto es de utilidad especializada, ya sea actual o retrospectiva. Actual porque permite al especialista conocer lo que se edita en el momento presente, y retrospectiva porque la conservación de los catálogos de distintas épocas permite realizar estudios de evolución de las ciencias o de los gustos del lector, entre otros posibles usos de este tipo de fuentes.

Responsables: Son productos realizados fundamentalmente por especialistas del comercio del libro, y no siempre cuentan con formación en el área científica trabajada. Este último papel lo desempeñan los expertos (ya sea personal en nómina en el departamento científico o sea de consulta puntual), que asesoran sobre la idoneidad y pertinencia del tema y prevén el posible resultado comercial de cada obra cuya publicación se propone.

  • Criterios a los que debe responder una bibliografía

Si es especializada: Deslindar el tema de especialización y ceñirse con rigor a la parte del conocimiento que se quiera plasmar en la bibliografía.

Aunque la finalidad de toda bibliografía especializada es la utilidad: permitir a los interesados trabajar a partir de unas fuentes que reflejen el conocimiento previo en la cuestión, es preciso, en aras de esa utilidad, conocer el perfil del destinatario final. Evidentemente, no es igual una bibliografía destinada al ámbito académico juvenil que al académico de alta especialización.

Además de ceñirse a la temática y adecuarse al nivel del destinatario, la bibliografía deberá indicar si aplica un criterio de calidad a las fuentes que incluye o si ese criterio de calidad no se aplica e interesan todas las fuentes que tratan el tema. El nivel de conocimientos del primer caso es mucho mayor, y también la posibilidad de tener que hacer frente a críticas de expertos que tengan ideas diferentes en cuanto a la calidad de algunos documentos.

Actualización: Toda bibliografía se desactualiza al mismo ritmo que se publican obras de su temática, razón por la cual deben indicar el periodo cronológico contemplado. Hay que tener en cuenta el modo de mantenerla al día, ya sea mediante ediciones periódicas de actualización, o mediante creación de bibliografías de aparición periódica.

Si es general: Las bibliografías generales son realizadas normalmente por bibliotecas nacionales y por bibliotecarios expertos en descripción documental. Deben encargarse de ellas bibliotecas que reciban necesariamente todo lo que se publica en el país, por eso es tarea de las bibliotecas nacionales, perceptoras del Depósito Legal. Se actualizan permanentemente, pues se incluyen en su catálogo las obras a medida que se publican.

También al comienzo de estas fuentes se debe indicar su procedimiento de elaboración, sus objetivos y cuanto sea necesario para que el lector entienda lo que puede esperar de la obra.

Es importante que, a pesar de ser fuentes generalistas, cada registro bibliográfico cuente con una asignación de materias tratadas para luego poder crear bibliografías diferenciadas por temática, que se reflejarán en los índices de materias, y que ayudará en la búsqueda al lector según su perfil de interés.

Los índices permiten realizar búsquedas por diferentes puntos de información: autores, títulos, materias (o submaterias en el caso de las especializadas), tipo de fuente (libro, revista, memoria), soporte del documento (físico o digital), etc., en todo tipo de bibliografías.

Es importante que toda bibliografía indique la cobertura geográfica de los libros incorporados, para que nadie espere encontrar libros africanos de la especialidad, por ejemplo, si no es una zona analizada.

  • El método de construir repertorios bibliográficos

El proceso conlleva diferentes tareas:

– Revisar las fuentes bibliográficas disponibles. Por motivos prácticos, lo ideal es comenzar con bibliografías similares previas y catálogos de bibliotecas. A estas fuentes se añade la consulta de títulos que cuenten con referencias a obras del interés de la bibliografía que se desee elaborar (especializada, general, de un autor o escuela, de una época…), tanto referenciales (diccionarios enciclopedias, anuarios…), como monografías. De las obras elegidas hay que revisar las referencias, bibliografía de obras consultadas y citas.

– Una vez localizados los títulos que se desea incorporar, conviene revisarlos como fuente directa, ya sea en soporte físico o digital. En los casos en que el examen de la obra sea imposible, conviene cerciorarse de que la obra realmente existe comprobándolo prioritariamente en catálogos de bibliotecas o en catálogos de libreros.

– Identificar o describir formalmente cada documento de acuerdo a normas establecidas para así extraer los datos significativos del libro. En España, las reglas de catalogación seguidas en las bibliotecas se basan en gran medida (hay adaptaciones nacionales de orden menor para este asunto), en la ISBD (International Standard Bibliographic Description). Según estas normas, las fuentes prescritas para los datos fundamentales, y sin afán de agotar las innumerables particularidades que es posible encontrar, son:

La portada ofrece el título y el subtítulo de la obra y el pie editorial (lugar de edición, editor y año). Si hay diferencias de título en la anteportada, cubierta o sobrecubierta se deben ignorar, pues la fuente prescrita para el título es la portada. En el caso de publicaciones periódicas u obras antiguas (incunables, por ejemplo) que carezcan de portada, los datos se deben extraer de la parte del libro que la sustituya o del conjunto de la obra si no se cuenta con información organizada en partes específicas. En los manuscritos y en las primeras publicaciones es habitual tomar como título las primeras palabras del texto (íncipit).

El reverso de portada o página de derechos o créditos permite extraer datos editoriales y legales: ISBN (International Standard Book Number), DL (Depósito Legal), Copyright (Derechos de autor), y otros datos identificativos, como número de edición y año de la primera, título de la obra original en caso de que se trate de una traducción, fecha de la primera publicación de la obra original, nombre del traductor, editor literario y cuantas figuras hayan podido tener una función, posibles ilustraciones de cubierta, entre otros.

El colofón, que a veces se sitúa al final de la obra, sirve para el pie de imprenta: lugar de impresión, nombre del impresor, año. A veces, tradicionalmente, aparecía el santo del día o alguna invocación.

La cubierta posterior o contracubierta puede facilitar datos fundamentalmente comerciales, como el código de barras y el precio. En esta página o en las solapas (en las encuadernaciones que dispongan de ellas), se sitúan también datos como el nombre de la colección e incluso la relación de títulos que la componen o se preparan; un resumen, comentarios informativos y un breve resumen biográfico del autor.

El lomo permite conocer el número del volumen que se está describiendo en obras de varios. También puede ofrecer los datos más significativos del libro para una rápida identificación cuando está ordenado de modo vertical en las estanterías: abreviatura del nombre del autor y primer apellido; título sin subtítulo, número de tomo o volumen, identificación editorial, etc. También en el lomo figuran los tejuelos, o etiquetas con la información topográfica de ubicación y ordenación en los casos de fuentes que pertenecen a bibliotecas.

– Describir el contenido de la obra y clasificarlo de acuerdo con su temática: No hay una sola fuente prescrita para aportar esta información, por lo que habrá que recurrir a los diferentes índices, al resumen de cubierta posterior si lo hay, a la introducción o prólogo de la obra o a una revisión del documento en general. Aunque se trate de una bibliografía especializada en una temática concreta, se debe indicar la submateria de que se ocupa cada libro. Los términos de descripción se pueden extraer de tesauros, listas de encabezamientos de materias, palabras del título, etc. En cualquier caso, se debe indicar en la introducción de la bibliografía la fuente empleada para extraer los descriptores o palabras clave, así como la herramienta utilizada para la clasificación.

En algunas bibliografías, pero sobre todo en los catálogos bibliográficos de las bibliotecas, a fin de evitar los problemas de sinonimia y homonimia se debe recurrir, para indicar la temática tratada en la obra, a extraer la materia tal y como se indica en unos índices de autoridades establecidos (mujer o mujeres; mujer y no fémina, etc.).

La clasificación más extendida en España es la CDU: Clasificación Decimal Universal, aunque se pueden usar las más apropiadas para la temática.

Las bibliografías especializadas propiamente dichas aportan muchos datos que no se exigen a las referencias bibliográficas que figuran como apartado final de los trabajos de investigación. Aun así, estas partes del trabajo científico aportan mucha información y se convierten en fuentes de consulta de quienes elaboran bibliografías especializadas.

Cuentan con una metodología más simple, que lleva solo a la identificación, y no tanto a la crítica informada, la clasificación o la indicación de materias tratadas.

De importancia fundamental para este tipo de información añadida al informe de investigación, es el modo de presentar cada referencia, ya se trate de un documento citado que esté en soporte papel o digital.  Su finalidad no es elaborar un repertorio en sí mismo, sino terminar de perfilar el tema tratado gracias a las referencias bibliográficas, citas y páginas con la bibliografía consultada[1]. Además de servir para poder valorar el rigor de la investigación y ayudar a los que posteriormente incidirán en sus investigaciones sobre el tema tratado, son una fuente de información importante para elaborar bibliografías especializadas propiamente dichas. Para que la identificación de las obras no lleve a error, es preciso que se adecúe a una normativa, muy similar a la que se sigue en las bibliografías y en los catálogos de bibliotecas. La normalización en su presentación permite su incorporación a bibliografías de un modo casi automático, y lo que es también fundamental, facilita la colaboración entre diferentes investigadores en la creación de una bibliografía especializada elaborada de modo colectivo y colaborativo.

Para la redacción de estas partes tan fundamentales del trabajo de investigación no se siguen las reglas que usan las bibliotecas a la hora de catalogar sus libros, sino una normativa que guarda gran relación con ella. Son las normas ISO (International Organization for Standardization) y las adaptaciones nacionales, como las UNE (Una Norma Española) para España, que son responsabilidad de la Asociación Española de Normalización. Se van adaptando progresivamente para adecuarse a los nuevos documentos y soportes que van apareciendo, como los digitales accesibles mediante enlaces electrónicos. La que se usa mayoritariamente para describir documentos con vistas a elaborar repertorios dentro de un trabajo de investigación es la ISO 690:2010 Information and documentation. Guidelines for bibliographic references and citations to information resources, en España, su equivalente es la UNE-ISO 690:2013: Información y documentación. Directrices para la redacción de referencias bibliográficas y de citas de recursos de información. Como el propio título indica, se trata de directrices que, al ser adoptadas y adaptadas por distintas entidades, han creado diferentes estilos. Las revistas científicas, colecciones editoriales y centros de publicaciones de universidades y centros de investigación deben indicar claramente la normativa que siguen sus publicaciones para lograr la máxima uniformidad en las referencias y citas. Para los estilos de presentación de los textos se elaboran normalmente manuales de estilo.

Las distintas referencias se suelen incluir en un software específico con estructura similar a la de las bases de datos. Al contar con una estructura formal, son susceptibles de cambiar de formato para adaptar las referencias al modelo que exige la publicación en que se quiere incluir el documento.

Aunque pueden realizarse a mano utilizando un procesador de texto, cada vez más se usan programas informáticos específicos.

Gestores bibliográficos, como RefWorks, Mendeley, Zotero, EndNote etc,;  APPs como miBib o Quick Cite, entre otros recursos informáticos, suelen traer integrada la función que permite conversiones entre los estilos de citación y referencia más usuales: APA, CHICAGO, MLA, HARVARD, UNE-ISO 690:2013, IEEE, VANCOUVER[2]… Cada uno de estos estilos identifica perfectamente cuándo se está citando una obra completa, como un libro, o una parte componente, como un artículo de una revista científica o el capítulo de un libro, tanto físicos como electrónicos.

Los estilos bibliográficos fijan los datos que deben incluirse al citar cada tipo de documento, el modo de hacerlo, el orden y el formato tipográfico en que esos datos deben presentarse en el texto.

Cada modelo tiene su historia y tradición, pero no es nuestro objetivo detenernos en ello.

Los softwares que utilizan las bibliotecas para gestionar sus documentos y crear su catálogo también permiten visualizar y conservar las búsquedas bibliográficas de acuerdo con un abanico de opciones normativas destinadas a elaborar bibliografías y citas en los trabajos de investigación.

Las imprentas y sus publicaciones contaron ya desde momentos iniciales (no tanto en los incunables, que intentaban imitar al manuscrito para que el consumidor habitual de éstos no lo rechazara, pero sí en las obras de carácter científico del S. XVI), con textos con caja de tipografía de distintos estilos y tamaños que se usaban en función del contenido del texto (texto de base, glosas, citas, notas…). El trabajo de investigación no publicado, en cambio, se tenía que valer hasta bien avanzado el siglo XX de los rudimentos tipográficos de una máquina de escribir manual, que como mucho, permitía variaciones de color si se incorporaba una cinta que lo hiciera posible.

Cuando se consultan estos tipos de materiales, algunos con un elevado nivel de conocimiento que puede aprovechar el investigador actual, hay que tener en cuenta que la ausencia de tipografías y tamaños diferentes se suplían con comillas, mayúsculas y subrayados. Una rápida revisión permite encontrar las claves sin dificultad y aprovechar el contenido del documento.

Sin entrar a analizar los distintos estilos de referencias, notas a pie de página, notas al final del documento, y citas interiormente indicadas, sí hay que  detenerse en diferenciar claramente la forma de trasladar textos ajenos al propio:

Las citas textuales breves, de hasta 3 líneas o alrededor de 40 palabras, se entrecomillan en el texto sin necesidad de crear párrafo independiente ni aplicar sangrados o disminuciones de la tipografía, y la referencia bibliográfica se indica tras las comillas. Las citas más extensas sí van en párrafo independiente con frecuente sangrado a la izquierda, interlineado sencillo y con una tipografía al menos un punto menor que la del texto en que se integran. La supresión de texto se indica con tres puntos entre corchetes: […]. La referencia de la citación va al final, antes del punto final.

Todas estas incorporaciones de textos ajenos deben ser rigurosamente tratadas, pues lo contrario podría ser constitutivo de confusión y delito de plagio y ser considerado una violación del trabajo intelectual de otro autor.

El hecho de presentar las referencias de un modo completo y normalizado indica no solo buen conocimiento de la metodología del trabajo de investigación, sino respeto al lector, al que se permite la debida comprobación de las fuentes citadas.

  • La aplicación del método bibliográfico por bibliotecarios y bibliotecas a lo largo de la historia

La tecnología actual ayuda enormemente al trabajo bibliográfico de científicos y bibliotecarios, pero la tarea empezó a perfilarse desde los primeros momentos del libro manuscrito, y fue de la mano, no tanto de los propietarios de esas bibliotecas, o de especialistas en esas temáticas, que en los momentos iniciales de su ciencia lo conocían todo, como de los bibliotecarios que debían controlar las fuentes bibliográficas. La especialización del bibliotecario como bibliógrafo está en la esencia misma de la profesión, y su tarea ha ido evolucionando a medida que evolucionaban el libro y las bibliotecas.

– Antigüedad y Edad Media: el libro manuscrito.

Antes de convertirse en un apoyo de la investigación, la bibliografía se entiende como un sistema de control de los libros. En época previa a la imprenta, la producción era escasa y su diseminación se producía a través de la copia, sobre todo en monasterios. La profesión de bibliotecario, a cargo de un religioso instruido, ya era una realidad en estos primeros años del libro manuscrito.

Los primeros repertorios representan el catálogo de las bibliotecas propietarias de esos manuscritos. Su circulación entre diferentes scriptoriums permitía planificar las copias y facilitaba el intercambio de información.

Entre los primeros ejemplos de estos documentos están las Pinakes de Calímaco de Cirene del siglo III a. C., sucesor de Zenódoto de Éfeso, el primer bibliotecario de la Biblioteca de Alejandría. En su relación figuran alrededor de 120 obras iniciales de la mencionada biblioteca, ordenadas por categorías: Retórica, Épica, Legal, Tragedia, Comedia, Poesía lírica; y en cinco tipos de prosa: Ciencia Natural, Matemáticas, Medicina, Historia y Miscelánea. Cada categoría se ordenaba alfabéticamente por autor.

– La imprenta manual: desde los incunables hasta el siglo XVIII.

Con la aparición de la imprenta alrededor de 1450, se multiplica la producción de libros y se facilita la difusión de conocimientos, lo que realimenta la necesidad de nuevo conocimiento y nuevos libros. Los agentes implicados en esta nueva situación son los autores, lectores y fabricantes del libro: editores e impresores. Todos tienen cada vez mayor necesidad de controlar la bibliografía, de su materia para los especialistas, o general para los comerciantes del libro, que todavía no trabajaban temáticas determinadas.

La primera bibliografía general pensada para servir al comercio del libro fue la Bibliotheca Universalis de Conrad Gessner (Zurich, 1545)[3], repertorio de unas 15.000 obras impresas y manuscritas escritas en latín, griego y hebreo.

Conrad Gessner

Conrad Gessner

En España existe ya en el siglo XVI el catálogo bibliográfico de su biblioteca realizado por Hernando Colón, con secciones, así Registrum A y B. Registra datos como el precio de cada libro y el lugar y la fecha de adquisición. El valor patrimonial de la colección fue algo muy tenido en cuenta.

Bibliotheca Universalis, Gessner

Al finalizar el siglo XVI ya existen bibliografías generales, especializadas, universales y nacionales y ordenadas según diferentes criterios: alfabéticas, sistemáticas, descriptivas y críticas, aunque todavía no todas se llamaran bibliografías.

En el siglo XVII hay mayor abundancia de libros, por lo que los repertorios son cada vez más necesarios y es el ya citado Gabriel Naudé, bibliotecario del cardenal Mazarino en Roma, quien se refiere con el término bibliografía a las listas de libros.

En España el gran autor de repertorios de la época (todavía no le llamó bibliografía, sino bibliotheca), es Nicolás Antonio, autor de la Bibliotheca hispana nova[4] , 1672, con obras de 1500 a 1672, y la Bibliotheca hispana vetus[5], 1696, que recoge obras de autores desde Augusto hasta 1500. Fueron reeditadas en el siglo XVIII por Francisco Pérez Bayer.

En este siglo aparecen las primeras revistas científicas de la mano del Journal des sçavants (París, 1665), que contaban con una sección sobre novedades bibliográficas, cosa que popularizó enormemente la elaboración de bibliografías y su consulta.

Possevino

Nicolás Antonio

El siglo XVIII, ilustrado, racionalista y empírico incrementó la valoración del libro. Née de la Rochelle concibe una ciencia del libro que abarca sus diferentes aspectos, desde los puramente formales, hasta los de contenido. A este saber lo llamó Bibliografía. Esta acepción de ‘bibliografía’ como ciencia del libro de Née de la Rochelle no debe confundirse con la técnica de los repertorios de que nos estamos ocupando.

La imperiosa necesidad de conocimiento es una constante en los hombres de ciencia de la época, razón por la cual repertorios de todo tipo se multiplican y divulgan. Cobran cada vez mayor interés los que tienen carácter crítico, los que recogen obras que responden a motivos e intereses concretos. El libro aporta información y conocimiento, pero también sirve para educar a la sociedad en sentido amplio o integral, y por ello la ideología que se desea comunicar se plasma de un modo claro en los preliminares de los catálogos, repertorios, bibliografías.

Para ejemplificar este aspecto de transmisión ideológica y educación social traeremos a colación un catálogo de gran interés. A pesar de que las bibliografías se suelen entender como los repertorios de obras publicadas tras la invención de la imprenta, por lo que recogen fundamentalmente libros, en este caso vamos a observar un catálogo de manuscritos. Se trata del Catálogo de´ codici manoscritti della familia Capilupi di Mantova, illustrato dall´abate don Giovanni Andrés, impreso en la Societá all´Apolo, en Mantua, en 1797. La biblioteca de la familia Capilupi contenía, además de estos manuscritos, multitud de libros, pero Juan Andrés elabora el catálogo de los manuscritos a fin de proteger la colección, asegurar en todo lo posible la integridad de un conjunto de documentos únicos de indudable valor histórico, cultural y patrimonial. Pero además está el objetivo de la difusión y de educar acerca del interés por proteger la cultura nacional presente en los libros. Juan Andrés envía desde Italia el catálogo junto a una carta a su hermano Carlos en España para que éste divulgue en nuestro país la existencia del Catálogo mediante una publicación: Noticia de un catálogo de los manuscritos de casa el marqués Capilupi de Mantua, compuesto por D. Juan Andrés, a la qual acompaña una carta del mismo autor a su hermano Don Carlos Andrés en que manifiesta la utilidad de semejante catálogo, publicado en Valencia, en la imprenta de Joseph de Orga, en 1799. Más allá del interés del propio catálogo, Andrés pretende crear un modelo, ejemplificar para que en España se haga lo mismo, estudiar y protejer bibliotecas particulares de gran aportación a la cultura universal.

A partir de 1789, debido a la Revolución Francesa y sus expolios, se incorporan al Estado francés muchos libros provenientes de colecciones reales y privadas, por lo que resultaba acuciante establecer normas de descripción y contar con bibliotecarios cualificados. Las bibliografías empiezan a estar cada vez más normalizadas.

En el siglo XIX, época de industrialización, la producción cada vez más mecanizada del libro empuja a hacer bibliografías generales capaces de controlar tanta abundancia. El bibliotecario francés Gabriel Peignot publica su Repertoire universel de bibliographie[6] en 1812. A pesar de la redundancia del título, considera que la Bibliología es la ciencia del libro, y una rama de esta ciencia, la Bibliografía, es la ciencia de los repertorios. Paul Otlet crea el IIB (Instituto Internacional de Bibliografía), el RBU (Repertorio Bibliográfico Universal) y crea, junto a Henri La Fontaine la CDU (Clasificación Decimal Universal), que es una adaptación de la de Melvin Dawey, para clasificar los documentos.

Una obra que refleja claramente el final de la época en que un trabajador incansable podía afrontar por sí mismo una obra ingente que incluyera libros de diferentes países y aportara incluso información bio-bibliográfica, es la Biblioteca Hispano Americana (1493-1810)[7] de José Toribio Medina.  En la obra donde más explora el aspecto bio-bibliográfico y estudia el libro en relación con el entorno sociocultural y geográfico del autor es el Diccionario biográfico colonial de Chile[8]. También se ocupó de la tipo-bibliografía, pues dedicó diferentes obras a estudiar los títulos publicados por las imprentas de diferentes países hispanoamericanos y de la ciudad de Manila (Filipinas).

El interés del mundo investigador por las imprentas, por conocer todos sus detalles constructivos y constitutivos, como la tipografía o los diferentes estilos de encuadernación, multiplicó las bibliografías que se ocupaban de cada establecimiento. Además de indagar sobre la historia de la imprenta en diferentes países y localidades y aportar los nombres propios que las establecieron, se aporta el repertorio bibliográfico que surgió de sus prensas, ya fuera de un particular, o del conjunto de una localidad, y ya fuera del momento coetáneo del investigador que hace el estudio, o retrospectivo, remontándose normalmente a los orígenes de la imprenta de determinada ciudad[9].

Toribio Medina

José Toribio Medina

El siglo XX representa madurez de la ciencia bibliográfica. En lo referente a bibliografías generalistas, es de saber que se institucionalizan las Bibliografías nacionales bajo la responsabilidad de las Bibliotecas Nacionales. La Bibliografía española empieza a publicarse de un modo periódico en 1958, y refleja el rigor en el control de las publicaciones españolas, de las que hay un depósito oficial de ejemplares.

Tipografía española

Pero no empieza aquí su historia. En 1901 nace la Revista General de la Imprenta, de la Librería y de las Industrias que concurren a la fabricación del libro, a cargo de la Asociación de la Librería Española, con una periodicidad quincenal, hasta 1922. Entre 1923 y 1942 se publica la Bibliografía General Española e Hispanoamericana, editada por las Cámaras Oficiales del Libro de Madrid y Barcelona. A partir de mayo de 1942 aparece mensualmente, hasta 1957, con el título Bibliografía Hispánica, a cargo del Instituto Nacional del Libro Español. En 1959, ya sobre la base del Depósito Legal, surge como publicación periódica mensual la Bibliografía española, como hemos dicho al principio, y a partir de 1971, cuando se crea el Instituto Bibliográfico Hispánico, se normaliza su publicación en la misma línea que las bibliografías nacionales de otros países europeos.

El comercio del libro está cada vez más profesionalizado y ha de mantener al día relaciones enormes de títulos disponibles en los almacenes de los libreros. Como ejemplo de repertorio pensado para el comercio podemos hablar del de Antonio Palau: Manual del librero hispano-americano[10], que publicó entre 1923 y 1927 y luego continuó su hijo Manuel Palau Baquero. Aunque lo intitula con el término Manual, es un inventario de librería con datos bibliográficos que garantizan la identificación de la obra, y el precio de venta. Para su elaboración se tuvieron en cuenta muchas bibliografías de distinto tipo y nacionalidad, de ahí la correcta identificación bibliográfica de los libros. La presentación de sus casi 300.000 referencias es alfabética por autores y obras anónimas.

El comercio del libro era un negocio boyante en la época y se publicaron excelentes catálogos de librería que siguen siendo muy útiles para hacer estudios retrospectivos en torno al libro[11].

Las bibliografías especializadas se realizan mayoritariamente con herramientas informáticas, sobre todo ya muy avanzado el siglo XX. Muchas de ellas son extracciones temáticas de las bibliografías generalistas y sirven de gran ayuda al investigador.

Junto a éstas conviven otras que enriquecen su punto de vista y llegan a un estudio científico de las obras que incorporan como no se había producido antes. No son las bibliografías al uso, en el sentido de que van mucho más allá del repertorio que consigna títulos y ofrece algunos datos fundamentales de los mismos. Son bibliografías especializadas de carácter analítico y crítico, donde más que reunir todo lo que hay de un tema, estudian minuciosamente las obras que incluyen. Lo hacen de acuerdo con un criterio técnico que se marcan los propios realizadores, y que responde a una idea científica que requiere de elevados conocimientos del tema tratado y de su evolución en distintos países. La consulta de bibliografías especializadas de este alto nivel científico, y de distintas nacionalidades, permite al experto hacer comparación científica internacional, basándose en algo tan objetivo como es la producción bibliográfica.

Estas obras intelectuales pueden ser estudiadas como una tipología documental ajena a las bibliografías, pero en esencia son revisiones filológicas profundas de las fuentes, que se estudian e incluso se reeditan y se vuelven a poner en primera línea del trabajo de investigación.

Un ejemplo destacado de bibliografía especializada que va mucho más de lo que se suele entender por un repertorio, es la obra de Rufino Blanco publicada entre 1907 y 1912: Bibliografía Pedagógica de obras escritas en castellano o traducidas a este idioma[12]. Esta obra contiene un análisis crítico de las obras que considera de mayor interés e incluso reproduce íntegramente las que pueden presentar dificultades de localización. Su estrecho trabajo con el ámbito bibliotecario queda patente cuando el lector se percata de que quien edita la obra es la tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos.

Palau y Dulcet

Antonio Palau

Otro ejemplo español de fuente bibliográfica de elevado nivel científico fue el Corpus Hispanorun de Pace[13], que empezó a publicarse en 1963 en el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), bajo la dirección de Luciano Pereña. En esta obra, que se fue publicando en 25 volúmenes más índices hasta 1984 en su primera etapa, y que continuó en etapas sucesivas, ya con un carácter sustancialmente diferente y mucho más reducido, hasta mediado de la década de 1990, se pueden observar avances muy importantes en lo que se refiere al estudio de la bibliografía. Su especialización es la paz, pero el corpus afronta la doctrina española de la paz desde diferentes puntos de vista: jurídico, económico, político e histórico. Su modo de reforzar las ideas que transmite pasa por realizar la edición crítica de los textos clásicos que incorpora, algunos de ellos inéditos, presentados con estudio en español, o en edición bilingüe confrontada cuando son obras originalmente en latín.

Manual del librero hispanoamericano

El interés de los institutos de investigación españoles de mediados del siglo XX por las bibliografías es una constante. A partir de sus trabajos recopilatorios construyen su investigación. De época inicial muy próxima al citado Corpus de Pereña es, publicada a partir de 1960, también por el CSIC, la Bibliografía de la literatura hispánica, de José Simón Díaz, entre otros compendios muy valorados por los especialistas.

A raíz de la automatización bibliotecaria, en las décadas finales del siglo XX y en el siglo XXI las bibliotecas pueden analizar su colección y compararla con los catálogos de otras bibliotecas, con las que pueden colaborar. En bibliotecas especializadas muy grandes, con mucho fondo de libros y diferentes subespecialidades, se suelen realizar estudios comparados de secciones concretas, generalmente de gran interés y singularidad, para informar de su existencia y a fin de que los investigadores conozcan el material disponible.

La Biblioteca Hispánica de la AECID ha realizado estudios puntuales de secciones que son significativos:

Filipinas: Se ha estudiado la colección de obras clásicas de Filipinas, y se ha hecho en diferentes apartados que tratan de analizar aspectos bastante diferentes: la presencia en la Biblioteca de obras surgidas en las primeras imprentas filipinas; constatar cuántos títulos presentes en la biblioteca personal de Wenceslao Retana están disponibles en la Biblioteca Hispánica[14]; analizar bibliotecas privadas, como la filipina de Velarde y Nareda, para conocer en qué otras bibliotecas se dispone de esos títulos… Los aspectos que se pueden estudiar son muchos y siempre revisables y ampliables a medida que más catálogos de bibliotecas son accesibles por Internet[15].  

Los catálogos de las bibliotecas personales de importantes intelectuales tienen un gran valor en sí mismos por permitir conocer las fuentes del trabajo y del pensamiento de quienes las formaron, pero además suelen servir como bibliográfica crítica de lo más destacado de su especialidad en la época del propietario que la creó.

Otra colección de la Biblioteca Hispánica que merece un estudio profundo desde distintos puntos de vista es la Colección Graíño. La conformó un gran conocedor, el investigador y librero Antonio Graíño cuando trabajaba para la librería Suárez, de Madrid. Este catálogo, cuya finalidad abarca desde lo comercial a lo científico, reúne una de las colecciones más importantes del mundo sobre el tema de la evangelización y conquista de América. Hay muchas primeras ediciones publicadas por las primeras imprentas en territorio americano, por lo que su valor patrimonial es también extraordinario. Dado el interés que tienen las gramáticas de las lenguas indígenas, el aspecto que se ha estudiado hasta el momento es la presencia de obras de órdenes religiosas en esa colección. Los religiosos tenían la misión de la evangelización, para lo que antes debían estudiar y formarse con esas gramáticas para poder comunicarse con el hablante nativo. Evidentemente, solo tras el estudio de las lenguas se podían realizar gramáticas, traducciones y publicaciones de catecismos y diccionarios en español, latín y otras lenguas de la zona[16].

Las bibliotecas también realizan estudios de su colección para ver qué secciones deben reforzar con compras o con qué otras bibliotecas deben colaborar ante la imposibilidad de tenerlo todo. Son más de consumo interno para garantizar la correcta gestión, no tanto obras para informar al investigador, por lo que normalmente no se publican. De este tipo de trabajos bibliográficos la Biblioteca Hispánica ha realizado, por ejemplo, el estudio de obras publicadas en cada uno de los países de Iberoamérica y en Filipinas presentes en su catálogo. El objetivo es conocer si la cultura de cada país está suficientemente representada en la colección, pues se halla el porcentaje de publicaciones de cada país respecto a la totalidad de la región.

Los estudios temporales de las colecciones sirven normalmente para calibrar el grado de obsolescencia de las colecciones, pero en temas humanísticos esto no resulta tan evidente. El análisis de la colección de la Biblioteca Hispánica, y su comparación con otras bibliotecas fundamentales de la misma especialidad, como la del Instituto Iberoamericano de Berlín, el Fondo Benson de la Universidad de Austin, en Texas, o la sección de Iberoamérica de la Library of Congress de los Estados Unidos, ayudó a descubrir que la Biblioteca Hispánica es la más rica de todas ellas en fondos publicados en Hispanoamérica en las décadas de 1960, 1970 (especialmente) y 1980.  Aquí se pueden encontrar libros de tiradas minoritarias y difícil comercialización que son únicas en el mundo.

También son de considerar otras actividades bibliotecarias que se basan en el método bibliográfico provienen de efemérides.

Por ejemplo: la organización de exposiciones temáticas para celebrar acontecimientos. La bibliografía resultante de obras expuestas representa lo más significativo del tema tratado, y la publicación de esos repertorios sigue siendo útil, una vez desmontada la exposición, para el investigador[17].

En ocasiones una efeméride no lleva a una exposición, sino a un estudio para compartir la experiencia en congresos, por ejemplo. Este es el caso del estudio, con motivo del bicentenario de las independencias de los países hispanoamericanos, que se realizó en la Biblioteca Hispánica. Se elaboró el catálogo de libros surgidos a raíz de la celebración del primer centenario y del segundo. El resultado del estudio fue muy interesante, pues aunque se realizó al cabo de unos años de la segunda celebración, había muchos más libros que trataban el primer centenario, signo del retroceso de los estudios sobre historia y humanidades en general. La abundancia de actos relacionados con el segundo centenario se tradujo en bastantes pocas obras científicas y, además, se publicaron bastantes años después. El trabajo de investigación tiene sus ritmos y tiempos, y no casan bien con las actividades programadas por las políticas culturales, siempre muy obligadas a la inmediatez.

En lo que llevamos de siglo XXI hemos asistido a la internacionalización del trabajo bibliográfico, propiciado por el avance de las telecomunicaciones. Las bibliografías, ya sean generalistas o especializadas, se pueden realizar de modo colaborativo entre distintas entidades o especialistas. Sobre todo en las bibliografías nacionales de tema general, el gran protagonismo lo están tomando las bibliotecas. Sus catálogos reflejan la bibliografía de lo que produce el país, y la unión de todos ellos permite construir el catálogo mundial (WorlCat), que si bien es todavía una idea en construcción, ya se cuenta con medios tecnológicos que podrían hacerlo ser realidad gracias a la participación de las bibliotecas de  los muchos países agrupados. El hecho de compartir protocolos y estándares comunes permite la migración de los datos que aporta cada catálogo a uno colectivo. El dato de ubicación y propiedad que incluyen los catálogos de las bibliotecas es dato no exigible a las bibliografías, pero por la facilidad que este dato supone de cara a la localización y acceso a la fuente, es agradecido enormemente por el usuario final.

Junto a estas bibliografías de actualización permanente y fácilmente automatizables, encontramos otras especializadas, de corte analítico y crítico, que son continuación y avance de las que ya vimos en el siglo XX y de las que el Corpus Hispanorum de Pace nos sirvió de ejemplo.

En la época actual, de gran facilidad para la comunicación sin barreras geográficas ni tecnológicas, grupos de investigación internacionales pueden colaborar en el estudio de fuentes con una gran inmediatez y con gran profundidad científica, gracias a los avances que ponen a su disposición los catálogos disponibles en Internet de importantes bibliotecas.

Por poner un ejemplo esclarecedor del tipo de trabajo bibliográfico especializado que se desarrolla actualmente, mencionaremos al Grupo de Investigación Humanismo-Europa, vinculado al Instituto Juan Andrés de Comparatística y Globalización[18]. Este equipo internacional de científicos cuenta con proyectos en los que la revisión bibliográfica y el estudio profundo de las obras de su temática ocupan lugar fundamental de su actividad investigadora. Es más, en proyectos como su estudio de la Escuela Universalista Española del Siglo XVIII[19], llegan a formar la compleja biblibliografía del colectivo de autores que integran esta escuela. Esto permite conocer las obras estudiadas y reeditadas en íntima relación con sus autores, lo cual supone un avance importante en el estudio de la literatura científica, pues coloca en primera línea de interés la realidad cultural que rodea la producción bibliográfica. Un grupo de tan elevado nivel cultural no podía ignorar la deuda que este tipo de investigaciones tienen con las bibliotecas que les proporcionan la materia prima fundamental de sus estudios, por lo que no nos puede extrañar que cuenten con su propia biblioteca digital especializada en formación, que ponen al servicio de la sociedad: la Biblioteca Humanismo Europa[20].

Mapamundi Murillo Velarde


NOTAS:

[1] Las distintas Universidades, entidades de investigación y Revistas científicas suelen publicar las normas exigidas para realizar las referencias bibliográficas y citas. Algunos ejemplos: Universidad Complutense; Universidad Autónoma de Madrid. En el artículo de Ángela Sorli Rojo y José Antonio Merlo Vega  “Estilos de citas y referencias de documentos electrónicos”, publicado en Revista Española de Documentación Científica,  oct.-dic. 2000, vol. 23, nº 4, pp. 483-496 se recogen diferentes normativas.

[2] Las universidades suelen elaborar manuales de los distintos gestores automáticos de referencias bibliográficas. Como ejemplo, el manual de la Universidad de Alicante. 

[3] Conrad Gessner, Bibliotheca Universalis, Piscataway, NJ, Gorgias Press, 2010.

[4] Nicolás Antonio, Bibliotheca Hispana nova, Madrid, Visor, 1996.

[5] Nicolás Antonio, Bibliotheca Hispana vetus, Madrid, Visor, 1996.

[6] Gabriel Peignot, Répertoire bibliographique universel, París, Renouard, 1812.

[7] José Toribio Medina, Biblioteca Hispano  Americana (1493-1810), Santiago de Chile, J.T. Medina, 1898-1902.

[8] José Toribio Medina, Diccionario biográfico colonial de Chile, Santiago de Chile, Imprenta Elzeviriana, 1906.

[9] El estudio más destacado de la imprenta española, aunque sin pretensión de elaborar una tipo bibliografía en sentido estricto, sino de carácter más histórico, y que sirvió de modelo a los que vinieron después, es Typographia española ò Historia de la introduccion, propagacion y progresos del arte de la imprenta en España, del agustino Fray Francisco Méndez, Madrid, Imprenta de la Viuda de Joachin Ibarra, 1796.

[10] Antonio Palau y Dulcet, Manual del librero hispano-americano … Segunda edición, corregida y aumentada por el autor, Barcelona, Palau Dulcet, 1948-1977.

[11] Traemos a colación el ejemplo del Catálogo sistemático e ilustrado de la Biblioteca Filipina, elaborado para facilitar la venta por Pedro Vindel. Lo publicó en Madrid en 1905.

[12] Rufino Blanco Sánchez, Bibliografía pedagógica de obras escritas en castellano o traducidas a este idioma, Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos 1907-1912

[13] Luciano Pereña (Dir.), Corpus Hispanorun de Pace, Madrid, CSIC, 1973 ss.

[14] Se siguió para este análisis el Catálogo de obras filipinas que ofrece en venta Wenceslao Emilio Retana, de 1902. A su vez, se comparó este catálogo con la obra ya citada Catálogo sistemático é ilustrado de la biblioteca filipina, de Pedro Vindel, de 1905.

[15] En el blog de la Biblioteca, “La reina de los mares”, se pueden ver las 6 entradas dedicadas a esta colección. 

[16] En el blog de la Biblioteca “La reina de los mares”, se pueden ver las 6 entradas dedicadas a esta colección. 

[17] En el blog La reina de los mares se pueden ver la versión digital, con la relación de obras expuestas, de las exposiciones organizadas por la Biblioteca Hispánica. Los objetivos que se persiguen y algunos ejemplos de exposiciones se pueden ver en este enlace. 

[18] Entrada Wikipedia sobre el Grupo de Investigación Humanismo-Europa.  

[19] Entrada Wikipedia sobre la Escuela Universalista Española

[20] https://humanismoeuropa.org/


CITA BIBLIOGRÁFICA: A. García Martín, «El método bibliográfico (1). Las técnicas bibliográficas y su evolución histórica», Recensión, vol. 10 (julio-diciembre 2023) [Enlace: https://revistarecension.com/2023/08/02/el-metodo-bibliografico-1-las-tecnicas-bibliograficas-y-su-evolucion-historica/ ]

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