Vol. 8 / julio 2022
RESEÑA. Autora: María Rosario Martí Marco
Nuñez de Castro, Ignacio, SJ, La Quina, el mate y el curare. Jesuitas naturalistas de la época colonial, pról. de F. García de Cortázar, Bilbao, Mensajero, 2021, 264 pp. (ISBN: 978-84-271-4582-5)
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La Botánica es disciplina clave de la ciencia moderna instaurada por la Ilustración. Y además responde en buena parte no ya a una convergencia interdisciplinar sino originalmente al impulso del espíritu humanístico. Nuñez de Castro, jesuita, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Málaga y académico de número en la Academia de Ciencias de esa ciudad, ha realizado un estudio esencial, sistemático y general de la aportación de los jesuitas a las ciencias, y muy en particular a la Botánica de la Ilustración. El autor atiende a la complejidad de los descubrimientos y avances de esta disciplina en los diferentes dominios españoles de ese universo sin límites que fue el Nuevo Mundo, además del escenario geográfico de vientos y fenómenos atmosféricos, de paroxismos con maremotos y terremotos, de enfermedades ordinarias, noticias y observaciones curiosas, historias exageradas y falsas que acompañaron el devenir diario y los logros científicos. Estudia en especial la influencia que tuvo la farmacopea nacida del conocimiento del Nuevo Mundo y la enorme aportación misionera que los naturalistas jesuitas desarrollaron para la disciplina científica de la Botánica, Medicina e Historia natural en los emergentes ejes latitudinales y en especial en la época colonial con Cobo, Sánchez Labrador, Molina, Cuéllar, Clavijero, Juárez y otros muchos de origen centroeuropeo como Kircher, Nieremberg, Pfefferkorn, Montenegro, Asperger, Steinhöffer, Neumann, Kamel, Klein. Todos ellos fueron artífices de libros, dado que la escritura constituía parte de su misión. Incluso algunas de las obras tuvieron redacción bilingüe (español-guaraní, etc). Sin pretenderlo, muchos jesuitas se convirtieron en el principal antecedente de diversas teorías de fenómenos geográficos, como se deriva de las aportaciones evolucionistas de José de Acosta, que son precedente lejano (pues el gran precedente inmediato se encuentra en los universalistas, en particular Juan Ignacio Molina) de las afirmaciones de Darwin, ya que para él las diferencias no son específicas, sino accidentales y están causadas por diversos accidentes de la naturaleza. Nuñez de Castro realiza otra aportación de envergadura cuando confirma que no se puede atribuir al naturalista alemán Alexander von Humboldt la invención de la Naturaleza americana, como hace la escritora Andrea Wulf, dado que no fue ni mucho menos Humboldt quien, entre otras cosas, pensó por primera vez en una naturaleza global e interconectada. Tras el Descubrimiento de Colón y las expediciones de Vasco de Gama, Magallanes y Elcano, se produjo un seísmo de conocimiento con la necesidad de reconstruir la imagen del planeta por geógrafos y cartógrafos. Tal y como hoy la conocemos, la nueva concepción del Mundo, del planeta, surgió con el Descubrimiento de América. El autor aborda las fuentes históricas de algunos de los primeros cronistas de Indias: Bernal Díaz del Castillo, Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Inca Garcilaso de la Vega, Pedro Cieza de León, Hernán Cortés, López de Gómara, Diego Durán, Francisco Ximénez, Fray Toribio de Benavente, Fray Bernardino de Sahagún, Fray Francisco Vásquez, el embajador Pedro Mártir de Anglería, etc. Ciertamente que el Descubrimiento provocó también problemas científicos, económicos y de dimensión ética. Los ámbitos de la ciencia, la antropología y el derecho se abrieron a nuevos debates que adquirieron una magnitud hasta entonces inimaginable en cuanto a profundidad y extensión. La existencia de un nuevo Continente confirmó que el Mundo no se reducía sencillamente a la civilización cristiana y pronto se reconoció que los indígenas americanos eran sujetos racionales y libres, miembros de pleno derecho de la Humanidad, como así consta en la doctrina oficial de la Iglesia desde 1537.
Los Jesuitas llegaron a América en 1562 e inmediatamente la Compañía de Jesús emprendió con dinamismo la creación de misiones, colegios y universidades que se convirtieron en pieza clave para la expansión de la educación y el conocimiento en Europa del Nuevo Mundo. El calado de la labor de transmisión del conocimiento científico, el enorme intercambio intercultural, la experiencia, aceptación y protección de la alteridad y el eco del mestizaje son deudas que han de reconocerse a estos misioneros científicos. La introducción refiere la singular aportación del profesor Aullón de Haro, quien afirma que no se había proclamado hasta hoy y con documentada rotundidad y razón que el exilio intelectual de los jesuitas dio origen a una potente Ilustración humanista, tardía pero brillante, de sentido empírico radical, además de cristiano, que por vez primera expresaba una concepción integradora e histórica del hombre, el mundo y el saber[1]. Los viajeros jesuitas ilustrados escribieron para instrucción de los doctos desde una mirada culta, ponderando son serenidad la situación de aquellas ubérrimas tierras y la reprobación de las costumbres desacertadas. Desde 1767 más de 2.500 jesuitas fueron transterrados desde la América hispana, Filipinas y otros enclaves de ultramar. Hoy, gracias a los nuevos estudios, es reconocible en ello el mayor error humano y científico del reinado de Carlos III (es decir, de Aranda y algunos otros que organizaron la gran manipulación necesaria para la decisión política), fenómeno que provocó sin embargo, al tiempo que una enorme pérdida, un reimpulso extraordinario para la ciencia y el conocimiento de América en el norte de Italia, lugar del exilio.
La obra contiene un sabroso prólogo del profesor Fernando García de Cortázar en el que subraya la curiosidad e inspiración creativa de los cronistas de Indias desde 1492 desde la que todo debía ser nombrado y debía ser tocado por las palabras (p. 13), en contraste con la confusión ideológica actual y la subsiguiente perversión del lenguaje, en un intento de desguace de nuestra civilización, de revisionismo airado y demagógico, cuando realmente la actitud española fue de una enorme apertura de diálogo con otras culturas[2]. En este contexto, Nuñez no deja de acusar la crueldad de los conquistadores, pero tampoco la de los indios y nativos en todas las coordenadas geográficas del Nuevo Mundo. El actual tsunami de anacronismo y sinrazón, contra el mismo sentido de la historia, las atrocidades colonialistas que se manifiestan hiperbolizadas, en una “barricada de protesta” contra el alcance de la evangelización y con un ejército de redentores para conjurar sus yerros hace que ningún personaje de la historia resista la aplicación de las supuestas normas “morales” del s. XXI.
Es de notar que esta obra se aplica al estudio de los autores jesuitas, no de los hispánicos, razón por la cual no da cuenta, al menos con la extensión que en otro caso sería la requerida, de ciertos botánicos (también religiosos, pues en aquella época casi todos lo eran), como De la Concepción o Blanco Ramos, o el mismo Cavanilles, meramente sacerdote, al igual que Mutis.
Desde su especial sensibilidad religiosa, Nuñez de Castro atiende al hecho de que los jesuitas y otros misioneros supieron captar esta nueva realidad sensorial que, mediada por la oración de la fe, hizo que el conocimiento mismo de la naturaleza los acercara a una mayor comprensión del Dios creador y los convirtiera en personajes de gran tolerancia, apertura intelectual y ambición científica. Esta estirpe de conquistadores del espíritu, de origen español, criollo y de diversos países europeos y otras identidades, cultivó una ilusionada y fértilísima actividad evangelizadora al tiempo que científica que extrañamente no pocos quieren actualmente oscurecer.
NOTAS:
[1] Puede verse mi reciente contribución a la materia: “El Imperio español de la Botánica y la Escuela Universalista”, en P. Aullón de Haro (ed.), La Idea de la Ilustración: Estudios sobre la Escuela Universalista Española, Madrid, Verbum, 2022, pp. 529-557.
[2] Coincide la presente reseña con la inesperada pérdida del profesor Fernando García de Córtázar, hombre recto y conciliador cuya obra es maravilloso testimonio de saber y memoria viva de la cultura hispánica.
CITA BIBLIOGRÁFICA: M. R. Martí Marco, «Jesuitas naturalistas de la época colonial», Revista Recensión, vol. 8 (julio-diciembre 2022) [Enlace: https://revistarecension.com/2022/09/07/la-escuela-no-es-un-parque-de-atracciones/ ]