Vol. 7 / enero 2022 (Núm. monográfico 120 años de la Estética de Croce)
ARTÍCULO / ENSAYO. Autora: Marina Pisano – ÍNDICE
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En la segunda década del siglo XX el panorama filosófico italiano se vio sacudido por una polémica que sólo unos pocos, quizás sólo los más directamente afectados y su reducido entorno, pudieron prever en toda su dimensión. Fue en 1913 cuando Benedetto Croce eligió las columnas de La Voce para dirigir sus críticas contra la naciente escuela del ‘actualismo’, que estaba tomando forma en las salas de la Biblioteca filosófica de Palermo, bajo la dirección de su amigo y colaborador Giovanni Gentile[1]. Hasta entonces, los dos filósofos habían actuado al unísono, combinando sus pensamientos y recursos especulativos en La Crítica, revista fundada por el mismo Croce en 1903[2]. La decisión de Croce de trasladar el debate a La Voce, fuera de ese círculo protegido, era ya, en sí misma, síntoma de una convulsión de las relaciones entre ambos pensadores[3]. A excepción de esa elección de un lugar de edición «atípico», que sin duda puede entenderse como una especie de protección o conveniencia respecto de la amistosa relación con Gentile, el filósofo napolitano no tuvo ningún reparo en expresar su desaprobación del actualismo y sus acólitos de Palermo. El juicio expresado por Croce, de hecho, fue trascendente desde las primeras líneas: «mis queridos amigos de la Biblioteca Filosófica de Palermo, aun siendo vosotros los primeros entre todos tanto en valor como en amistad, vuestro idealismo actual no me convence»[4]. Lo que Croce no podía aceptar de ningún modo era la prioridad estructural que Gentile concedía a lo que creía ser el origen ideal de la realidad, a saber, el acto del pensamiento[5], en detrimento de lo que derivaba de ese origen, a saber, la multiplicidad del mundo. Croce escribió al respecto:
Vosotros os habéis adelantado a este punto: que debemos cuidarnos de trascender el acto; y si esto significara que no debemos introducir distinciones abstractas en el acto espiritual, […] el consenso continuaría. […] Pero el sentido que atribuís a la actualidad no es éste: no se dirige contra la distinción hecha abstracta, sino contra toda distinción, porque para vosotros la distinción misma es abstracta; no afirmáis el concepto concreto (unidad en la distinción), sino la concreción sin concepto. […] Queréis estar inmersos en la actualidad, sin pensar realmente en ella; porque pensar es unificar distinguiendo o distinguir unificando, lo que consideráis que trasciende la actualidad. Perdonadme; pero esta es la posición mística directa, y se expresa, o más bien no se expresa, en el Inefable[6].
Por otra parte, el misticismo implícito en la posición de Gentile ya preocupaba a Croce desde hacía tiempo, como indica en su carta a Karl Vossler del 19 de agosto de 1913, en la que escribe:
Habrás notado que Gentile ha dado una cierta dirección a su pensamiento que difiere del mío porque tiende a resolver todo en la autoconciencia: y esta dirección tiene ahora muchos adeptos. Estoy esperando a que madure o pierda algo de su ímpetu momentáneo, para discutirlo: y si se disuelve por sí mismo, sin mi oposición y discusión, mejor[7].
Como demuestra su decisión de hacer pública una discusión que hasta entonces había permanecido puramente privada, desde ese agosto hasta octubre del mismo año, debió de ocurrir algo que Croce consideró evidentemente inaceptable, y que le empujó a tomar tal decisión. Un acontecimiento que no debió estar vinculado simplemente a lo que Croce consideraba la deriva mística de la postura de Gentile, pues, como muestra la carta enviada a Vossler, las reservas de Croce acerca del actualismo de Gentile, desde ese punto de vista, estaban ya bien definidas tiempo atrás. De hecho, Croce escribía en agosto de 1913: «la verdad es que creo que la dirección es perjudicial porque debilita todas las oposiciones y distinciones de la vida, debilita las energías del juicio, de la imaginación y de la voluntad, y consigue una forma de misticismo»[8].
Por tanto, la ocasión que hizo que el filósofo napolitano se decidiera a tomar partido contra el actualismo debió mostrarle un peligro adicional inherente a esa línea de pensamiento, a saber, el hecho de que podía tener repercusiones nocivas no sólo en el plano ontofenomenológico, sino incluso en cuestiones ético-morales. Esta amenaza, ciertamente más indigesta por las críticas vertidas contra la filosofía de Croce por los alumnos de Gentile, en particular Adolfo Omodeo[9], surgió con fuerza en la conferencia titulada Pazzia ed errore, pronunciada por otro alumno de Gentile, de Palermo, el jurista Giuseppe Maggiore[10]. En esta conferencia, Maggiore aplicó los conceptos clave de la filosofía de Gentile a una consideración jurídica de la libertad. La teoría de la libertad del individuo gentiliana, conectada con el problema del mal y del error en la praxis, estaba así influyendo peligrosamente, en opinión de Croce, incluso en la filosofía del derecho. El peligro que vislumbraba Croce consistía, más precisamente, en que el mal y el error eran, por parte de Gentile, «atenuados hasta su completa anulación», hasta el punto de ser «privados de toda realidad»[11], y por lo tanto convertidos en inaplicables dentro de una perspectiva jurídica. En efecto, es famosa la teoría de Gentile, según la cual el error no sería más que una verdad pasada, mal entendida en el presente, y por la cual, en consecuencia, el mal no se comete nunca propiamente, aunque pueda rastrearse como momento pasado de un espíritu, en acción, siempre en el derecho[12]. Croce respondió en estos términos:
Aprovechando la distinción entre vida y pensamiento, he dicho que lo que se llama error no es el pensamiento pasado, sino lo impensado, un acto de vida que, utilizando la vacía desnudez del pensamiento, la palabra o más bien el sonido, no da el pensamiento sino la ilusión de la posesión de la verdad[13].
La respuesta de Gentile no se hizo esperar. La entregó en el texto, fechado el 11 de diciembre de 1913, titulado Intorno all’idealismo attuale. Ricordi e confessioni[14].
En este trabajo, Gentile, obligado por los acontecimientos, se detiene a analizar las diferencias que distinguían el pensamiento propio del croceano. Diferencias que, a sus ojos, se remontaban a «muchos años atrás» y se referían a conceptos que siempre habían habitado sus escritos, así como su «enseñanza»[15]. Por lo tanto, en palabras del filósofo actualista, uno no puede dejar de sorprenderse por la postura de Croce, quien hasta ese momento parecía haber tolerado, si no aceptado, ciertas posiciones sostenidas por su amigo. Repasando el pensamiento de Croce, y en particular los conceptos vertidos en la Filosofia della Pratica (la obra en la que, según Gentile, el concepto de voluntad elaborado por Croce «tomó su forma definitiva»[16]), el pensador siciliano observa que el resultado final del texto de su «compañero»[17] fue el siguiente:
[L]a práctica genera una realidad, que es el presupuesto de la teoría, la cual no ha de generarla, sino sólo contemplarla. Este es, de hecho, su pensamiento, cuya confirmación se encuentra en multitud de reflexiones y observaciones del sentido común, así como en la tradición constante de la mayoría de las doctrinas filosóficas: que la realidad es un producto de la voluntad, pero un presupuesto del conocimiento, o, más idealistamente, que la voluntad misma es un presupuesto del conocimiento. Tampoco importa que, al considerar la misma relación desde el punto de vista del querer, se encuentre entonces que el querer presupone a su vez el saber; de ahí la teoría del círculo, porque la precedencia de lo teórico pertenece a un proceso diferente al que pertenece la precedencia de lo práctico[18].
Gentile se refería a aquellos pasajes textuales de la Filosofia della Pratica en los que Croce afirmaba que «el conocimiento es el conocimiento de algo; es la reconstrucción de un hecho; la recreación ideal de una creación real», y que «si el sol no ilumina un paisaje, no hay pintura de un paisaje luminoso». Y si no hay un mundo de la realidad, que genera un mundo de representaciones, no es concebible la búsqueda de lo universal, la filosofía»[19].
Esta serie de observaciones realizadas por Croce, en las que claramente se puso de manifiesto que en su cosmos conceptual la realidad mundana es siempre lo primero, como presupuesto y antecedente del pensamiento, desde la perspectiva actualista no hizo más que reforzar la intención de la escuela de Palermo. Es decir, aclarar de una vez por todas lo que podría definirse como el fundamento teórico de la filosofía del acto: el principio, en cierto sentido elénquico, que establece que para pensar la realidad como presupuesto del pensamiento, en la realidad, hay que anticipar, y por tanto hacer fundamental, precisamente el gesto noético que plantea esa realidad, pensándola, paradójicamente, como su antecedente. Una posición como la de Croce, por tanto, representaba para el actualismo la prueba de que, frente a él, aún tenía al adversario indemne a batir: el presupuesto realista. Gentile trató entonces de persuadir a su «adversario» argumentando en los siguientes términos:
[N]o hay que decir que sin el sol que ilumina el paisaje no habría pintura del paisaje luminoso, sino que sin pintura no habría paisaje, ni sol, ni luz. Decir que la creación real es el antecedente de la recreación ideal es suponer dogmáticamente a la creación ideal, en la que estamos presentes, una realidad, de la que podemos creernos, pero no demostrarnos autores[20].
Todo lo que puede conocerse de la «creación real», es decir, del mundo, nos lo da, según Gentile, precisamente la «recreación ideal», es decir, nuestro pensamiento sobre el mundo. Sí, sería totalmente engañoso considerar como antecedente del pensamiento aquello que debe esperar necesariamente a que un acto noético se defina como tal. El pensamiento es lo primero, incluso cuando lo llamamos «segundo». De hecho, incluso aquel pensamiento que quisiera relegar el acto de pensar a los márgenes del mundo, como subordinado a la realidad, será a su vez sólo una reconfirmación del poder del pensamiento. En otras palabras, es siempre y sólo el pensamiento el que puede devaluarse a sí mismo, el que puede anteponer otra cosa a sí mismo.
Contrariamente a lo que afirma Croce, este resultado del actualismo, por lo tanto, no podría confundirse con aquel al que conduce el enfoque del «misticismo». La mística, de hecho, desde la perspectiva de Gentili, se configura como «la conclusión final de los sistemas objetivistas»[21] y «no consiste originalmente en la negación de las diferencias, sino en la negación de la actividad real del sujeto»[22]. Este último tipo de negación, lejos de apoyarse en el actualismo, fue paradójicamente llevado adelante por la propia posición especulativa de Croce. El filósofo napolitano, en efecto, al dar primacía ontofenomenológica al ser y no al sujeto, negó la auténtica capacidad creadora del pensamiento, despojándolo de su realidad y llegando, de este modo, a un sujeto vaciado de sentido, un sujeto aniquilado místicamente ante lo que evidentemente creía que era la verdadera realidad.
Sin embargo, Croce, y Gentile es consciente de ello, habría respondido sin duda a esta acusación de su amigo que «el ser es el término correlativo del conocimiento, y el absoluto es la relación: la unidad de la dualidad»[23], por lo que, desde su punto de vista, el verdadero error habría sido el de querer aislar el ser del sujeto, y, viceversa, el sujeto del ser. El absoluto, en efecto, sólo puede consistir en la coexistencia vital de estos dos niveles de realidad. Sin embargo, a pesar de esta aclaración, según Gentile, se podría haber opuesto a la objeción de Croce una instancia más. En efecto, el filósofo actualista quiso que no pasara desapercibida la distinción entre el conocimiento «correlativo al ser» -es decir, el pensado por Croce- y «aquel conocimiento, del que la misma relación es contenido». El primer tipo de conocimiento se caracterizaría, pues, por ser opuesto al mundo, de naturaleza esencialmente distinta respecto a la acción del yo en el mundo, mientras que el segundo tipo de conocimiento, el de la reflexión actualista, tendría el mérito de determinarse como unidad del acto cognoscitivo y de la realidad, y por tanto como unidad ya realizada entre el conocer y el actuar en el mundo. En este sentido, desde la perspectiva gentiliana, el conocimiento, tal como lo entiende Croce, ni siquiera debe ser considerado como un saber verdadero y propio, sino que, a lo sumo, debe ser definido como un simple «conocido»[24], porque es imposible subsumir, con su gesto, todo el cosmos de los fenómenos.
Esta sería la razón por la cual la filosofía de Croce, incapaz de escapar del presupuesto de una realidad que se enfrenta al sujeto desde el exterior, está, en última instancia, impregnada de un «sentimiento de profunda melancolía»[25], similar al que invade el planteamiento místico respecto a su objeto absoluto. Una melancolía dada por la «inoperancia» a la que se ven abocados el hombre y su pensamiento, condenados a llegar siempre demasiado tarde a los acontecimientos que realizan el mundo. Si, por tanto, en la mística es la absolutez de Dios la que sustrae toda capacidad al hombre, que no es nada frente a su propio fundamento, en la filosofía de Croce, igualmente, «el hombre está secuestrado en un rincón del universo, o mirando inoperantemente este universo, en el que no puede reconocerse»[26].
La acusación de misticismo[27] entre ambos filósofos era, pues, recíproca: por una parte, la de Croce servía para acusar al otro de intentar aniquilar la multiplicidad del mundo, por otra, según Gentile, era necesario acusar a su antagonista de haber pensado que podía aniquilar el yo. La disputa entre Croce y Gentile, por tanto, no fue sólo un episodio de actualidad filosófica, contextualizado en un periodo histórico determinado, con unos personajes determinados, en un marco cultural bien definido. La disputa entre los dos pensadores revela tener un significado mucho más amplio y profundo. Es la puesta en escena del choque original entre las exigencias del realismo y las del idealismo; es la puesta en escena de la brecha entre el mundo y el yo, entre la realidad y el pensamiento. Y es también la puesta en escena, tal vez, del único terreno en el que estas reivindicaciones pueden encontrar la dimensión de su perfecta unidad: la del diálogo entre dos voces diferentes que, sin embargo, incluso en su encono y lucha, nunca dejaron de dirigirse la una a la otra.
NOTAS:
[1] De los Taccuini di lavoro (1906-1916), I, Nápoles, Arte Tipografica, 1987, p. 333, se deduce que la redacción de la crítica de Croce comenzó el 9 de octubre de 1913, cuando escribió: «He tratado de esbozar una crítica del idealismo actual de Gentile y sus alumnos; pero he luchado mucho, porque me distraigo a cada momento».
[2] R. Serra, Scritti letterari, morali e politici, ed. de M. Isnenghi, Turín, Einaudi, 1974p. 158, afirma a propósito de esta colaboración continua de los dos filósofos, que gracias a ella Croce y Gentile aparecían a los ojos de los lectores como «miembros de la familia, amigos del lector: cada mes, sobre el acontecimiento, sobre el libro, sobre la cuestión, se espera su sentimiento».
[3] Véase la introducción de G. Sasso a B.. Croce – G. Gentile, Carteggio 1896-1900, Turín, Aragno, 2014, pp. IX-XXXV.
[4] B. Croce, Una discussione tra filosofi amici, en Conversazioni critiche, serie seconda, Bari, Laterza, 19504, p. 67.
[5] Cf. G. Gentile, Teoria generale dello spirito come atto puro, Florencia, Sansoni, 19386, pp. 3-13.
[6] B. Croce, Una discussione tra filosofi amici, ob. cit. , p. 68.
[7] Véase el Carteggio Croce-Vossler. 1899-1949, Bari, Laterza, 1983, p. 166.
[8] Ibid.
[9] Cf. A. Omodeo, “Res gestae e historia rerum”, en Annuario della biblioteca filosofica, I, 1913, reimpreso por P. Di Giovanni, 2000, pp. 1-28.
[10] Cf. G. Maggiore, “Pazzia ed errore”, en Annuario della Biblioteca filosofica di Palermo, III, 1913, pp. 29-58.
[11] B. Croce, Una discussione tra filosofi amici, ob. cit., p. 75.
[12] Cf. G. Gentile, L’atto del pensare come atto puro, Florencia, Sansoni, 1937pp. 17-18.
[13] B. Croce, Una discussione tra filosofi amici, cit. , p. 77.
[14] G. Gentile, Intorno all’idealismo attuale. Ricordi e confessioni, en Saggi critici, serie II, Florencia, Vallecchi, 1927, pp. 11-35. Véase también su escrito posterior, ¿Idealismo o misticismo? en Teoria generale dello spirito come atto puro, ob. cit., pp. 254-265.
[15] G. Gentile, Intorno all’idealismo attuale, ob. cit., pp. 11-12.
[16] Ibid., p. 14.
[17] Este término se utiliza en el sentido peculiar que le da Gentile en sus textos. Véase, sobre todo, el capítulo IV de El Génesis y la estructura de la sociedad, Florencia, Sansoni, 1946, pp. 33-43.
[18] G. Gentile, Intorno all’idealismo attuale, ob. cit., p. 17.
[19] B. Croce, Filosofia della pratica, Bari, Laterza, 1909, p. 206.
[20] G. Gentile, Intorno all’idealismo attuale, ob. cit., p. 18.
[21] Ibid, p. 20.
[22] Ibid.
[23] Ibid.
[24] Ibid, p. 21.
[25] Ibid, p. 29.
[26] Ibid.
[27] Croce no fue el único en rastrear el germen del misticismo en el actualismo: otro partidario de la inflexión mística del actualismo fue, más tarde, F. Valentini, La controriforma della dialettica hegeliana, Roma, Editori riuniti, 1966, p. 112, quien, comentando un pasaje de la Introduzione alla Filosofia, Florencia, Sansoni, 19522, p. 32, escribe: «la imagen del cuerpo místico surge espontáneamente a la mente al leer estos pasajes. El acto es una unidad orgánica, es único y es plurimo, en el sentido de ser el vínculo espiritual que une a las muchas personas, sustrayéndolas a su empirismo irrelativo, y configurándose como persona de personas. Se pueden encontrar motivos e imágenes similares en muchos pensadores espiritualistas». Sin embargo, en tiempos aún más recientes, la existencia de un núcleo místico original en la filosofía de Gentile ha sido argumentada, por ejemplo, por M. Cacciari, Della cosa ultima, Milán, Adelphi, 2004, cf. en parte pp. 433-434, e Il problema religioso in Gentile, en Giovanni Gentile. La filosofia, la politica, l’organizzazione della cultura, Venecia, Marsilio, 1995, pp. 15-18. Quien, en cambio, negó con especial decisión el vínculo entre el actualismo de Gentile y el misticismo fue G. Bontadini, Dall’attualismo al problematicismo, Milán, Vita e pensiero, 19963, que dirigió su crítica contra la de Croce (cf. en parte las páginas 8-10).
CITA BIBLIOGRÁFICA: M. Pisano, «Benedetto Croce y Giovanni Gentile: disputa sobre el misticismo», en D. Mombelli (ed.), 120 años de la Estética de Croce, Madrid, Recensión, vol. 7 (enero), 2022 [Enlace: https://revistarecension.com/2022/01/29/benedetto-croce-y-giovanni-gentile-disputa-sobre-el-misticismo/ ]