POSTDOCTORADO Y CIENCIAS HUMANAS EN TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

Vol. 6 / julio-diciembre 2021
ARTÍCULO / DOSSIER. Autor: Jaime Caralt Rodrigo – ÍNDICE del vol. 6

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El mundo universitario del posgrado es en general un ámbito académico bastante inextricable, tanto en lo que se refiere a titulaciones como a campos disciplinares. Una de las razones que contribuye a esta peculiar situación es cierta confusión terminológica y falta de armonización administrativa internacional en un espacio actualmente muy intervenido por la administración comunitaria europea delegada por los países en esa especie de programa, o mantra político, que se vino en llamar “Bolonia”. Es evidente que la legislación se ha extremado por la base, en el primer peldaño, y ha dejado una aparente liberalidad al segundo, el gran espacio del máster. En realidad buena parte de la falacia se encuentra en que el primer peldaño condiciona al segundo en lo más esencial, en la formación pertrechada y en la capacidad de conocimiento crítico, todo ello en última instancia forjado a la sombra de una sociedad fundada en los medios de comunicación electrónicos.

El hecho es que mientras en los estudios de Grado el plan Bolonia ha avanzado intensamente hacia una sólida programación y reglamentación administrativa europea, y de repercusión occidental, por lo demás discutible y sesgada hacia la consideración de las “ciencias experimentales”, en los estudios de Posgrado parece haberse producido una bifurcación: ha sido reglamentada la estructura administrativa y se ha dejado a la libre contingencia de la capacidad de los países y sus sistemas y centros universitarios la cuestión de la materia, del contenido. Pero no se crea que estamos ante una proyección del espíritu de la liberalidad científica sino todo lo contrario, un desarrollo sobre la base de la aminoración y la homogeneización, lo cual queda por completo de manifiesto si se observan las directrices que culminan en los planes de Doctorado[1]. Más bien todo parece haber avanzado en sentido inverso y mayormente según se eleva la escala, y cuando la escala se eleva y toca a su último ciclo y su factible trascendencia, aquello que se observa es la posibilidad de lo que se denomina, más o menos formal o informalmente, tras el doctorado, el posdoctorado.

En Ciencias humanas esto se complica, pues las orientaciones científicas académicamente planificadas, sean de fundamento político-administrativo, sean de regulación a través de las exigencias de los mercados, carecen de operatividad y se diría que propenden al mantenimiento progresivo de la exclusión humanística. Si bien esto deja a los estudios humanísticos, cabría pensar, en márgenes de libertad deseables, ello en realidad puede que no sea así, o que difícilmente pueda serlo, toda vez que al parecer nada hay previsto a este propósito en un mundo burocratizado en el cual lo no previsto apenas puede existir si no es por acción verdaderamente extraordinaria, y en que la acrecentación desmesurada de la actividad práctica sobre el pensamiento teórico provoca un aplastamiento humanístico insalvable. Es cierto que en el fondo esto no debiera ser así, penetrante y conceptualmente hablando, pero en la realidad efectiva todo profesor sabe que sí lo es, y extremadamente. Para empezar ha quedado reducido a mínimos el tiempo posible destinable a la lectura, lo cual en ciencias humanas (y no solo, por supuesto) significa poco menos que un modo de liquidación por la base. Este es en última instancia el problema más grave y por ello queremos llamar la atención sobre él.

Se trata ahora, por nuestra parte, de intentar plantear el asunto de Posdoctorado y examinar brevemente el centro del problema, no de proyectar reglamentaciones en campos cuya escala previa ha llegado a un ordenancismo burocrático casi extremado que permite preguntarse si existe algo más allá del reglamentarismo convergente europeísista. Con todo, resultan cuando menos extrañas ciertas ausencias en un estado de cosas como el que referimos. Y no se trata en este momento de observar, por seleccionar un ejemplo entre mil, cómo en Alemania, dentro del marco de un sistema Bolonia homogeneizador, es bastante diferente el proceso para acceder a una cátedra universitaria respecto de otros países europeos como España o Italia. En esto la tradición académica no es una explicación pues las variables reales son no ya complicadas sino técnicamente inexplicables. Pero en estos asuntos ni podemos ni debemos entrar: solo era un ejemplo aleatorio.

Los estudios de doctorado han pasado durante las últimas décadas desde una liberalidad autoselectiva en el marco de un régimen piramidal científico más o menos aceptable o discutible, a un orden de cosas escolarizado, estandarizado e intelectualmente a la baja. Si en tiempos se entendía que un centro y, sobre todo, el nombre de un director de tesis, definía este nivel académico, ahora se trata, al parecer, de homogeneizar y enlazar a este propósito Grado y Posgrado y Doctorado, es decir, liquidar definitivamente el sistema antiguo creando uno nuevo no piramidal en un medio cuya razón de ser es por principio, al menos visiblemente en su último ciclo, fuertemente piramidal[2]. De hecho, la antigua situación, o el “antiguo régimen”, explicaba la escasa regulación doctoral y, por ejemplo, que un país como Italia sólo en 1980 (ley 382), supliera administrativamente un notable vacío muy significativo si se compara con otros planes universitarios europeos, y que existieran figuras como la del “asistente voluntario” a una cátedra o el “libre docente”. En fin, el Doctorado no era ni más ni menos notable que la antigua universidad, pero mantenía de algún modo, aun discutible, su razón como sentido de principio académico de grado último por elevación real y no meramente de proyecto administrativo homogeneizado. Era una suerte de consenso elevador entre individualidades en un espacio escasamente controlado y por tanto susceptible de anomalías pero dominado por una libertad que es la propia de una investigación escasamente programable, como ocurre sobre todo en el campo de las ciencias humanas a diferencia de la correspondiente ámbito científico-natural o experimental. No podemos entrar aquí en el ámbito de las denominadas ciencias sociales y su problemática relación con las humanas, en cuáles sean sus desafíos y sus construcciones de contenido[3].

En Ciencias humanas pudiera entenderse como interesante el espacio de libertad o no reglamentado posdoctoral que cabría argüir se ofrece en la circunstancia actual, pero esto ha de ser contrastado respecto de las Ciencias que se encuentran al otro lado, sobre lo cual lateralmente algo hemos indicado anteriormente y no vamos a insistir específicamente sobre ello más allá de que estas últimas constituyen el modelo aplastante elegido, como si los objetos humanísticos no mereciesen sino atención subsidiaria y por principio destinada a la mimetización experimental. Esta decidida elección no se pierda de vista que alcanza todos los planos y la burocracia es la exigencia específica más sólidamente establecida. Una atrevida pregunta: ¿se trataría finalmente de sinergias tendentes a disolver la investigación humanística o, dicho de otro modo, la investigación netamente intelectual? No nos corresponde aquí explicar el “patrocinio” norteamericano en todo este asunto.

¿Deben existir estudios de Posdoctorado? Cabe responder que los hay en alguna medida y de forma muy variable, pero especialmente formalizados en ciencias experiementales, de laboratorio, por la sencilla razón de que en estas los equipos y los proyectos han de continuar su desarrollo por motivos ya políticos o ya empresariales predeterminados. ¿Debieran existir sobre la base de tales motivos que los sustenten, aunque esto pueda contradecir el espíritu científico? ¿Es una cuestión de medios materiales? ¿Es esto resoluble, y es resoluble en ciencias humanas?

El que no exista reglamentación alguna para estudios de posdoctorado da lugar a diferencias en ocasiones bastante llamativas dentro de organizaciones supranacionales como la Unión Europea. ¿O se trata quizás de un impasse asumido y a reconducir?. Ahora bien, que los estudios de Doctorado sean hoy un grado de enseñanza superior reglado y estandarizado, o cuando menos provisto de un régimen burocrático finalmente de orientación homogénea y casi vacío de exigencia de contenido, contrasta con la liberalidad que se advierte en el momento en que tales estudios concluyen y se abre el horizonte insondable de su Pos-, es decir Posdoctorado. Esto es necesario plantearlo por la sencilla razón del tipo de sociedad en que nos desenvolvemos y las circunstancias cuyo sistema genera así como el amplio espacio de posibilidades individuales sencillamente previsibles. (Se diría que estamos, por fortuna, en una situación inversa a la fomentada por el programa Erasmus). Pero también cabría preguntarse: ¿se ha trasladado, o se ha expulsado hacia arriba por simple inercia, pero a modo de recuperación piramidal, el antiguo Doctorado como posible Posdoctorado? ¿Es todo ello un mero efecto colateral no calculado o dejado al azar de los ámbitos laborales o profesionales sin atender a la posibilidad específica que pueda revelar el investigador emergente?

En fin ¿se trata lo referido de una oportunidad imprevista otorgada a las Ciencias humanas en tiempos de Globalización, acaso por el sencillo motivo de que una vez burocráticamente domesticadas aquellas no se espera ya de ellas razón alguna de evolución o adaptación al nuevo medio académico creado o en marcha? Sea como fuere, desde el punto de vista científico-humanístico parece de todo punto conveniente asumir esta libre posibilidad, atender a esta oportunidad imprevista que ofrece el nuevo espacio de liberalidad. Veamos algunos elementos significativos del lugar de partida y qué efectivamente cabe considerar en consecuencia.

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Los estudios y titulaciones postdoctorales han de entenderse, en línea general, como el último peldaño de la escala universitaria, puesto que para situarse en ellos hay que haber concluido previamente un doctorado. En la actualidad, con “postdoctorado” suele referirse a contratos destinados al desarrollo de proyectos de investigación en el ámbito universitario, programas o proyectos en los cuales los nuevos doctores pueden continuar el trabajo iniciado durante el doctorado o contribuir con su conocimiento a otras derivaciones. En su mayoría, estos contratos están financiados mediante becas públicas, pero hay casos destacados de becas privadas, sobre todo, como es sabido, en el ámbito de la investigación médica y tecnológica.

Las principales convocatorias españolas de contratos postdoctorales son tres: Juan de la Cierva, Ramón y Cajal y Torres Quevedo. Esta última cofinancia el sueldo de un joven doctor que quiere incorporarse a una empresa, mientras que las dos anteriores se destinan a investigadores que quedan en alguna medida o temporalmente vinculados a determinada universidad (lo cual, todo sea dicho, suscita otro orden de dificultades laborales y de competencia que no es el caso referir aquí y que, por lo demás, en España se encuentran muy poco resueltas). Si bien es cierto que se ofertan becas también para áreas temáticas de Humanidades, el número de becas es significativamente inferior con respecto a las concedidas a otras áreas, sobre todo de áreas bioquímicas y en general de campos aplicativos y experimentales. Por lo demás no es raro que algunas instituciones que se quieren de prestigio o de orientación innovadora opten por ofrecer alguna beca especial humanística, por lo común de vinculación informática o similar.

Existe por otra parte una serie de programas europeos dotados con becas postdoctorales que funcionan de manera semejante a la de las referidas españolas, pero de ordinario con dotación económica algo mayor. Al igual que las españolas, las becas europeas no se desarrollan dentro de programas de postdoctorado definidos, sino que son ayudas económicas solicitadas por investigadores individuales o grupos de investigación por lo común ya constituidos. Se ha publicado muy recientemente la 5ª edición del “Researcher career path in Spain at a glance”, un completo diagrama actualizado de las distintas etapas de la carrera investigadora en el que se identifican las distintas ayudas que un licenciado podrá solicitar en cada momento.

En algunos países europeos existen diferentes titulaciones postdoctorales de cierta tradición e importancia, en ocasiones bastante regladas, puesto que se presentan como requisito para optar a una cátedra universitaria. Es de recordar que la “tesis de habilitación” alemana es una segunda disertación que subsigue a la doctoral. El análogo francés es el título HDR (Habilitation à Diriger des Recherches o habilitación para dirigir la investigación) y es el mayor título universitario que otorga el Estado galo. En Italia, tras el doctorado, existe el “assegno di ricerca” (‘cheque de investigación’), de duración bianual o cuatrienal: se trata de una financiación que permite al doctorado realizar (o continuar) sus planes de investigación. El resultado, en Ciencias Humanas, suele ser una nueva monografía.

En algunos países, el denominado “Doctor en Ciencias” es un doctorado de mayor grado, otorgado en reconocimiento a una contribución sustancial y sostenida al conocimiento científico, más allá de la requerida para un título de doctor: es el caso de Estados Unidos, Reino Unido y, en general, los países de orientación anglosajona. En España el título de Doctor en Ciencias fue creado a mediados del siglo XIX y el único centro habilitado para su expedición era la Universidad de Madrid, dentro de la Facultad de Filosofía. Para su obtención, el estudiante debía cursar estudios de Lengua Griega, Cálculos sublimes, Mecánica, Geología, Astronomía e Historia de las Ciencias.

Una prosecución reglamentada de los estudios universitarios, antecedente del que sería posteriormente el CSIC español, fue la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, constituida en 1907 con la misión de “internacionalizar” el profesorado universitario nacional a través de becas (“pensiones”) para financiar estancias en el extranjero. El Real Decreto que reglamentó la JAE fue redactado por Amalio Gimeno, a la sazón Ministro de Instrucción Pública. El texto, que se puede consultar en la Red, plantea una brevísima pero acertada historia de la universidad española en su plurisecular relación con el exterior. Además, hace referencia al estado de la cuestión respecto de la enseñanza superior universitaria de la época. Éstas son sus palabras: “Francia e Italia han enviado la juventud y el Profesorado de sus Universidades a los Seminarios de las alemanas, y de ellos ha salido también lo más distinguido del Profesorado ruso; el Japón ha educado en Europa y en América una serie de generaciones y no permite que sus Profesores ocupen las Cátedras sin haber estado antes algunos años en el extranjero; Alemania, Estados Unidos e Inglaterra mantienen entre sí una comunicación cada día más viva y realizan en gran escala el cambio mutuo da estudiantes y Maestros, y Chile ha conseguido por el mismo procedimiento su actual supremacía en la cultura de la América latina”. Es significativa la referencia al “Seminario” alemán, corazón de la vida universitaria de ámbito germánico a partir de la reforma del sistema de educación superior coordinado por Humboldt[4]. Los seminarios alemanes estaban vinculados a las bibliotecas de los grandes centros universitarios alemanes: biblioteca y seminario eran, pues, los dos pilares sobre los que se levanta el nuevo modelo de universidad.

Cabe decir, por último, que la organización administrativa del Instituto Cultural es el lugar en el que la investigación postdoctoral tiene su natural prosecución, en la mayoría de los casos paralela a la universidad. Puede considerarse el Instituto como evolución de las academias renacentistas o las sociedades de literatos del siglo XVIII (recuérdense los grandes Institutos de Estado, de formación francesa, instituidos en el Setecientos y exportados por Napoleón a toda Europa; la Normale de Pisa es ejemplo paradigmático por reconocida excelencia educativa). En las primeras décadas del siglo XX se normalizan o fundan en Europa varios institutos, como el de España o el Instituto de la Enciclopedia Italiana; mientras que en la segunda posguerra proliferan, en Italia por ejemplo, institutos más especializados o vinculados a una asociación o fundación cultural. Es el caso del Instituto Italiano per gli Studi Storici, que anualmente oferta becas postdoctorales para estudios relativos a las diferentes áreas de las Ciencias Humanas. En España existen algunos casos pero se diría que aislados o bien poco operativos. Por lo demás el CSIC, que cuenta en su seno con importantes excepciones, ha devenido sin embargo un organismo, al entender común, no recuperable a los efectos que aquí nos traen.

En cuanto al panorama de Postdoctorado en el ámbito específico de las Humanidades, la situación actual se caracteriza por la individualización de la investigación, fenómeno que es resultado de la ausencia de programas establecidos con una orientación o una línea definida. Por contra, la situación en Ciencias Experimentales es bastante diversa. El laboratorio funciona en ciencias experimentales como lugar en el que el doctor puede continuar desarrollando su investigación más allá del doctorado. Ya se trate de laboratorios dependientes de las universidades, y por lo tanto públicos en su mayoría pero también privados, o ya laboratorios privados no académicos, pertenecientes a instituciones o empresas que apuestan por la I+D. Es la figura del “investigador” profesional, por lo común exento de docencia y demás tareas burocráticas universitarias y solo atento a estrictos seminarios de tarea específica. Por el contrario, el caso de las disciplinas humanísticas revela la carencia de un lugar-institución como el laboratorio capaz de promover continuidad a la investigación comenzada durante la fase predoctoral u otras derivadas.

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Sin duda, el lugar correspondiente al Laboratorio científico-experimental es en el caso científico-humanístico la Biblioteca, ciertas bibliotecas especiales por su fondo, envergadura y capacidades. Ahora bien, si la biblioteca es un mero lugar común, la opción en este sentido ha de ser evidentemente la de su determinación especificada, su incremento y señalamiento y dotación como espacio formativo u opcionalidad específica para el campo de Posdoctorado. Esto no requiere apenas inversión material o económica alguna. Si el bien a manejar es el constituido por los fondos documentales propios y de acceso a provisión, por los medios telemáticos y de intercomunicación, todo lo cual es puesto en funcionamiento por el reducido grupo de personas que le ha de dar funcionamiento, hablamos de una operación conceptual y académicamente  importante pero de muy reducidas necesidades de inversión económica: o dicho de otro modo, se puede llevar a cabo tan solo con la disponibilidad económica que se desee para el caso, pues las especiales bibliotecas a utilizar ya son poseedoras de los medios exigibles, mientras que el reducido personal de investigación es aquel que ya posee una propuesta posdoctoral. Se trata tan solo, pues, siempre que se posea un proyecto y la necesaria agilidad práctica e intelectual, de constituir y poner en marcha un Seminario al uso con la orientación posdoctoral prevista, pudiéndose promover y entrar en comunicación sus miembros incluso de forma telemática remota. Un Seminario de esta naturaleza y finalidad ha de establecer su propio y sencillo estatuto de acuerdo con el centro o Biblioteca. Se trata de un mero acuerdo que no requiere de especiales tratamientos ni legales ni de otro orden, pues consistiría en la puesta en funcionamiento formal de una actividad para la cual de hecho los entes relacionados para el caso están perfectamente dotados: un reducido número de investigadores como seminario de alto rango con voluntad de ejercer un proyecto intelectual de investigación tras el peldaño final de la escala y una institución bibliotecaria de rango semejante los cuales actúan de mutuo acuerdo. El resto se ha de resolver en virtud de los medios accesibles.

Este modelo que brevemente presentamos está guiado por la mera descripción de la operación efectuada a tal propósito por el Instituto Juan Andrés de Comparatística y Globalización, precedido, cierto es, por una larga experiencia de seminario de investigación bajo esa denominación “Juan Andrés”, y la Biblioteca de la AECID, uno de los grandes fondos bibliográficos del país, especialmente en materia hispánica, además de muy experimentado tanto en proyectos culturales y de investigación como en relaciones internacionales de cooperación. Ello se formalizó mediante la institucionalización de un Seminario Instituto-Biblioteca entre cuyos cometidos se encuentra el principal de los estudios de Posdoctorado con la finalidad del fomento de la equidad mediante la excelencia y su consolidación y difusión[5].

A continuación, se enumeran los títulos de los proyectos becados en la primera convocatoria (2019-2021) del POSTDOCTORADO INTERNACIONAL “Ciencias Humanas – Comparatística – Globalización” de la Biblioteca Aecid y el Instituto Juan Andrés.

  • La construcción de un idioma común. Expansión del español: academias, prensa y uso en los siglos XX y XXI
  • Cruces literarios tras el 98 entre México y Filipinas (1898-1930).
  • El proyecto enciclopédico como modelo universal.
  • Universalismo in Accademia. Uno sguardo d’insieme sui fuorusciti spagnoli nelle accademie italiane di fine Settecento.
  • Geografía Intelectual: construcción de un Atlas Digital de la Escuela Universalista y sus principales figuras en América, Europa y Asia.
  • La génesis de la Globalización: el americanismo del siglo XVIII y la polémica hispano-italiana.

NOTAS:

[1] Cf. P. Aullón de Haro, “La cuestión universitaria y las Ciencias humanas en tiempos de Globalización”, en Id. (ed.), La cuestión universitaria, Madrid, Instituto Juan Andrés (Serie Metodología Humanísticas en la Era Digital), 2018, pp. 15-41.

[2] Baste con comparar el viejo sistema de tesis o tesina de licenciatura y tesis de doctorado con el actual difuminado de Trabajo fin de Grado, Trabajo fin de Máster y la posible Tesis de Doctorado. Es decir, se ha incrementado la escala pero al tiempo que se ha disuelto la infraestructura académica de espacio lector y reflexivo que la sostenía. Naturalmente, la nueva circunstancia ha dado lugar a una nueva bibliografía ad hoc. Véase por ejemplo, J. Mª González García, A. León Mejía y M. Peñalba Sotorrío, Cómo escribir un Trabajo de fin de Grado. Algunas experiencias y consejos prácticos, Madrid, Síntesis, 2014.

[3] Véase, por ejemplo, Manuel Goyanes, Desafío a la investigación estándar en Comunicación. Crítica y alternativas, Barcelona, UOC, 2017.

[4] Cf. M.R. Martí Marco, Wilhelm Von Humboldt y la creación del sistema universitario moderno, Madrid, Verbum, 2013.

[5] La primera convocatoria, 2019-2021, de este Posdoctorado -que ha debido sortear, como no podía ser de otra manera y ha demostrado así la eficacia de su modalidad semipresencial, las dificultades de la pandemia- ha amparado los proyectos de los siguientes investigadores: Raúl Díaz Rosales (U. de Huelva), Diana Hernández Suárez (Instituto de Investigaciones Bibliográficas-UNAM), Francisco Javier Bran (UCM), Laura Madella (U. de Parma, Italia), Alejandro Mendoza Gamiño (Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, México), Davide Mombelli (U. de Alicante). Puede consultarse el programa completo del Postdoctorado en este enlace.


CITA BIBLIOGRÁFICA: XXXXX, “Postdoctorado en Ciencias Humanas en tiempos de Globalización» y Cultura», Recensión, vol. 6, Madrid, Recensión, 2021 [Enlace: https://revistarecension.com/2021/08/30/postdoctorado-y-ciencias-humanas-en-tiempos-de-globalizacion/ ]