Vol. 6 / julio 2021
REVISTA DE REVISTAS. Autora: Diana Hernández Suárez – ÍNDICE del vol. 6
.
Cuadernos Americanos es una de las publicaciones periódicas más importantes de la América hispánica. En 1941, en el último número de España Peregrina, dirigida por José Bergamín, Juan Larrea Celayeta y Josep Carner, se anuncia la aparición de Cuadernos Americanos a modo de continuación de la política editorial de ese primer proyecto pensado como espacio de reflexión sobre la “tragedia española”, el “cataclismo universal” y la “cultura”:
La antorcha de España Peregrina, lejos de extinguirse, se dispone a cobrar más vívido incremento. Los hondos anhelos humanos que encendió en nosotros la tragedia española y que el consecuente cataclismo universal sufrido hoy por el mundo corrobora y acrecienta, dará figura a una nueva más importante publicación. No particularmente española, sino hispanoamericana, es decir, española de un modo más amplio […]. El primero de enero de 1942 circulará en toda América el número 1 de la revista Cuadernos Americanos llamada a enfrentarse con los graves problemas que plantea la actual crisis histórica (González, 2009: 13).
En enero de 1942 aparece, en efecto, el primer número de la revista bimestral Cuadernos Americanos. La revista del Nuevo Mundo bajo la dirección de Jesús Silva Herzog, y Juan Larrea como secretario de redacción. La publicación, actualmente con una vida casi continua de 79 años, se ha desenvuelto en tres grandes épocas: “la revista del Nuevo Mundo” (1942-1985); la efímera “Segunda época” (1985-1986); y “Nueva época” (desde 1987). Se trató originalmente de un proyecto planteado por el español Juan Larrea en 1941 como continuidad, según ha quedado dicho, de España Peregrina, proyecto ambicioso que buscaba ser “la revista más importante de habla española”, al amparo de la Junta de Cultura Española y como voz del pensamiento de los exiliados republicanos en México.
Mucho se ha escrito sobre la referida continuidad, hasta el punto de afirmar que España Peregrina se transforma en Cuadernos. Sin embargo, es un proyecto distinto e incluso de dirección opuesta, tal como lo señala Larrea en el “Epílogo” a la publicación republicana, escrito en 1941 pero no aparecido hasta 1977: “Pero lo que a él [Silva Herzog] le interesaba personalmente era el segundo proyecto, el de la gran revista que, con el apoyo del gobierno de Ávila Camacho, o, si no, de alguna otra manera, él se creía capacitado para lograr su financiación” (Larrea, 1977: 84, citado por González, 2009: 12). El origen de una revista dice mucho sobre la coyuntura política y cultural a la que se enfrenta la publicación.
Cuadernos surge en un momento crítico de los exiliados republicanos en México: la Casa de España cambia su nombre por El Colegio de México; el exilio cultural español, explica González Neira, “no podía continuar viviendo en la aislada burbuja de la diáspora. Su integración a las políticas culturales mexicanas era obligada porque el desarrollo de los acontecimientos históricos les imponía el comienzo de su apertura a la tierra de acogida” (2009: 16). Según Liliana Weinberg la revista se gesta sobre todo en el momento en que se difunde “el nuevo concepto de cultura”, que buscaba superar la noción de élite para integrar la complejidad conceptual “patrimonio material y espiritual compartido: una noción que se alimenta tanto de aportes del pensamiento alemán como de la antropología cultural de matriz tyloriana y boasiana” (2014: s.p.), por lo tanto, en Cuadernos hay un modo “culturalista” de abordar la relación literaria con el arte, la sociedad y la economía. La pertinencia de recuperar con ahínco tal noción de ‘cultura’ radica, en el fondo, en la posibilidad de estrechar vínculos entre América y la España republicana, así como de legitimar la reconciliación con la herencia española que el liberalismo revolucionario había intentado borrar. De igual forma, “se superó el temprano antinorteamericanismo y antiimperialismo de principios de siglo” (Weinberg, 2014: s.p.). Al respecto, el 30 de diciembre de 1941, en el discurso de presentación del primer número de Cuadernos, reproducido en el número dos de 1942, señaló Alfonso Reyes:
La cultura no es, en efecto, un mero adorno o cosa adjetiva, un ingrediente, sino un elemento consustancial del hombre, y acaso, su misma sustancia. Es el acarreo de conquistas a través de las cuales el hombre puede ser lo que es, y mejor aun lo que ha de llegar a ser, luchando milenariamente contra el primitivo esquema zoológico en que vino al mundo como enjaulado. La cultura es el repertorio del hombre. Conservarla y continuarla es conservar y continuar al hombre (Reyes, 1942: 7).
Cuadernos Americanos se planteó, entonces, como la continuidad de la “conciencia de lo trascendental de los valores republicanos”, pero más aún, como una revista mexicano-española para “defender y propagar los conceptos humanos que nos incandescían” con miras a fundar un “nuevo humanismo” (Larrea, 1950: 93). Larrea propuso que la cultura fuera comprendida como “un todo orgánico, vivo y universal” sin abandonar “los criterios científicos, históricos y artísticos de los problemas llamados políticos” (Larrea, 1950: 93), que exigen una comprensión de inteligencia creadora, o lo que él entendía como un “sistema poético de ideas”, es decir, la posibilidad creadora e imaginativa de pensar la historia por medio de la reflexión ensayística (crítica y filosófica).
Para Larrea la participación mexicana no sólo tenía la finalidad de sostener la publicación económicamente, sino, ante todo, de mantenerla a la altura de la “herencia cultural ibérica”, por medio del tendido de puentes entre “mundo y mundo” y garantizar así la “universalidad en función de una conciencia creadora”. El continente americano estaba “llamado” a renovar y mantener la cultura, así como a fungir como un espacio de fuerza contra los gobiernos totalitarios.
La herencia occidental de la que se haría cargo la revista sería devuelta al mundo en forma de “diálogo” para garantizar una “nivelación axiológica” y una organización entre las Repúblicas de habla hispana.
Según afirma Silva Herzog en 1957, la revista tuvo el objetivo de brindar un espacio para la lucha de las ideas en el convulso medio siglo de la Segunda Guerra Mundial y contra “las dictaduras castrenses, vergüenza y oprobio de la América Latina”. Otro de sus objetivos “desde un principio…. es la aproximación cultural de nuestros pueblos, dando a conocer su historia, sus problemas y sus hombres de mayor estatura moral e intelectual” (Silva Herzog, 1957: 10).
Es posible ver desde el primer número que se trató de una iniciativa privada, tal como lo quería Silva Herzog. Aparecen algunos anuncios orientados a garantizar su sostén económico. Tales son los de otras empresas culturales, como el Fondo de Cultura Económica, cuyo director entonces era Daniel Cosío Villegas, que también integraba la junta de gobierno de Cuadernos; la editorial Losada; Letras de México (Gaceta Literaria y Artística Mensual); Revista Hispánica Moderna; y Repertorio Americano. En este sentido, la publicidad no sólo permitía la manutención de Cuadernos, sino también crear una red compleja de soporte económico editorial, desde apuestas privadas hasta de financiación pública. De acuerdo con Larrea, Silva Herzog buscó la independencia de la revista de los subsidios oficiales con la finalidad de preservar las ideas políticas y literarias (Larrea, 1977: 92).
A lo largo de 50 años hubo secciones fijas como “Nuestro Tiempo”, “Aventura del Pensamiento”, “Presencia del Pasado”, “Dimensiones imaginarias”. En 1956 aparece “Libros y Revistas”. Se encuentran también algunos dossiers dedicados al arte, la paz o alguna literatura específica. En 1949, a partir del número quinto, Silva Herzog continúa siendo el director, pero se separa a Larrea de su puesto de secretario, el cual se dividió en dos cargos, que ocuparon respectivamente Daniel Rangel Esparza, cuñado del director, que aparece como administrador, y Rafael Loera y Chávez a cargo del cuidado de la edición.
La ruptura entre la “junta de gobierno” de Cuadernos y Larrea se debió, según el escritor español, a la adjudicación personal del proyecto por parte de Silva Herzog. En 1950, Larrea redacta una “cruel” carta contra el director de la revista para subrayar el rumbo antihispanista que había tomado la publicación. Tal acción la califica de “pueblerina” y desleal. Para Larrea era fundamental que la revista mantuviera su naturaleza inicial de acogimiento y resguardo de la cultura española, del “espíritu del sacrificado pueblo republicano español”, “[e]stimo que sería traicionar el espíritu de esa emigración si ahora que contra mis deseos tuve que dejar la secretaría de Cuadernos, cooperara con mi silencio a privarla, como parece ser cada vez más clara la inclinación, de uno de los títulos que pueden compensar otras creencias” (Larrea, 1950: 92).
El reclamo se da en principio porque la dirección de la revista frustró “el futuro” de cooperación española-mexicana en la proyección y resguardo de la cultura, sepultado por el supuesto deseo de Silva Herzog de “sentirse jefe máximo y usufructuario” del destino del proyecto editorial pero también de la intelectualidad hispánica (Larrea, 1950: 93), entonces “Cuadernos había dejado de ser una idea en marcha hacia grandes y humanas cosas a cuyo servicio nos encontrábamos los en ella interesados” (Larrea, 1950: 93). Larrea buscaba prevenir de la “degradación” inminente de la revista.
Jesús Silva Herzog siguió al frente de la dirección hasta su muerte, en 1985. La revista continuó publicándose bajo la misma política editorial y sin cambiar la nómina de la “junta de gobierno”, con la finalidad de mantener vivo el proyecto “latinoamericanista” de su “fundador y director”, tal como se planteó en el volumen 260, en la nota editorial:
Con el maestro Jesús Silva Herzog desaparece el último sobreviviente de aquella historia de tres sobremesas de octubre de 1941, integradas por León Felipe, Juan Larrea, Bernardo Ortiz de Montellano y Alfonso Reyes en las que se decidiera fundar la Revista del Nuevo Mundo. […] No conocerá el silencio y será en la historia por venir de sus Cuadernos una especie de lejanía –al decir de Bergamín– más íntima por más lejana (Cuadernos, 1985: 7).
Desde el número correspondiente a mayo-junio de 1981 se incorporó como secretario de redacción Manuel S. Garrido, exiliado tras el golpe de estado de Pinochet. En 1941 asciende a subdirector. A partir del número de septiembre de 1985 y hasta mayo-junio de 1986 funge como director gerente de la efímera “segunda época”, supliendo el nombre de Jesús Silva Herzog bajo el cargo de “Director fundador”. Pero hasta el volumen 263 no se modifica el diseño del primer número. En este número aparece un “Homenaje. Jesús Silva Herzog”. Este número señala claramente el fin de una época de la publicación.
Desde enero de 1987, con la ayuda de Armando Orfila Reynal, se incorpora la revista a la Universidad Nacional Autónoma de México; se elimina el subtítulo “La revista del nuevo mundo”, para subtitularse “Nueva época”, el cual mantiene hasta la fecha. Reaparece, entonces, después de meses de silencio, como una publicación del Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos, hoy el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe. Entonces la apuesta ideológica y política se ajusta a la discusión de la Guerra Fría. Las secciones anteriores desaparecen y se cambia la estructura de la revista. Se mantienen las secciones “Reseñas” y “Libros y Revistas”. Leopoldo Zea fue el nuevo director y en la redacción se colocó a Liliana Weinberg, cargo que después ocuparía Hernán Lara Taboada.
Weinberg lleva razón al señalar que la primera época de Cuadernos se ha caracterizado por la inclusión de ensayos de “vocación interpretativa” de la cultura, más que de artículos o comentarios. Tal aspecto pudo haber respondido a la propuesta creadora desde un “sistema poético” de la idea de Larrea. El quehacer ensayístico, además, era un reflejo del “trasterrado”, noción acuñada por José Gaos, uno de los colaboradores más asiduos de Cuadernos. Este giro intelectual que se vislumbra en la dirección de la revista permitiría que más tarde Leopoldo Zea, discípulo de Gaos, tomara la dirección (Cf. Weinberg, 2014).
Cuadernos fue una respuesta a la coyuntura cultural y política, así como una apuesta a largo plazo de una “hipótesis de ordenamiento futuro” para preservar la cultura (Weinberg, 2014). La publicación tenía la finalidad de servir como escenario de observación y proyección de los procesos de modernización de la cultura frente a la destrucción de Europa. La revista buscaba mantener la Idea en la belleza y el refinamiento literario. Toda la materialidad de Cuadernos tenía esta función, tal como reclama Larrea: “Ilustración gráfica intencionadamente poética con el designio de reforzar el texto y de estimular el ejercicio de la imaginación creadora” (Larrea, 1950: 93).
Siguiendo esta propuesta, vale la pena cerrar con las palabras de Liliana Weinberg sobre el diseño emblemático de la cubierta de Cuadernos Americanos, el cual representa el mar como metáfora del quehacer intelectual, signado por encuentros y desencuentros:
El mar, lugar del desencuentro pero también del prometido encuentro entre el Viejo y el Nuevo Mundo. El mar del 92 y el mar del 98. […] O tal vez un océano, el Atlántico, que, como lo quería Henríquez Ureña, fuese capaz de reunir a nuestras naciones como lo hizo el Mediterráneo tras la quiebra del Imperio Romano […] unidad para el descubrimiento de una tradición compartida, por un pasado imperial que es necesario reconocer y superar. […] O a la vez el mar como símbolo de la América que acoge y fascina al desterrado como en Pedro Salinas. O el mar como símbolo de la tradición intrahistórica, en la matriz de la historia, como en Unamuno. O el mar de tiempo, el agua de Heráclito y Machado. El mar como símbolo de tradición y creación, unidad y diversidad, dispersión y reunión, desencuentro y encuentro (Weinberg, 1994: 105).
La revista sigue publicando bajo la consigna del latinoamericanismo. Poco queda ya de la propuesta inicialmente planteada. Sin embargo, es una revista que constantemente se está “pensando a sí misma” y es, en esa reflexión, como ha generado nuevas interpretaciones para articularse en su actual proyecto crítico. Por medio de estudiarse se renueva y se mantiene como un testimonio del ejercicio ensayístico, desde la hispanidad, sobre América Latina.
.
Referencias:
Cuadernos Americanos (1985), “Homenaje a Jesús Silva Herzog”, vol. 260, año XLIV, número 3, mayo-junio.
González Neira, Ana (2009) “Cuadernos Americanos y el exilio español: nacimiento de una revista universal (1942-1949)”, Cuadernos Americanos, núm. 127, pp. 11-30.
Larrea, Juan (1950), “Carta de Juan Larrea a Jesús Silva Herzog. 1950” en Alejandro Finisterre, “Juan Larrea, León Felipe y el cincuentenario de Cuadernos Americanos”, Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, marzo, 1991, no. 501, pp. 92-99.
Larrea, Juan (1977), “Despedida y tránsito”, España Peregrina, núm. 10, ed. Facsimilar, p. 3, en Ana González Neira, “Cuadernos Americanos y el exilio español: nacimiento de una revista universal (1942-1949)”, Cuadernos Americanos, núm. 127 (2009), pp. 11-30.
Reyes, Alfonso (1942), “América y los Cuadernos Americanos”, Cuadernos Americanos, núm. 2, marzo abril, pp. 7-10.
Silva Herzog, Jesús (1957), Catálogo, México, Cuadernos Americanos e Instituto Mexicano de Investigaciones Económicas, 1972.
Weinberg, Liliana (1994), “Jesus Silva Herzog: un nuevo descubridor de América”, en Georgina Naufal Tuena y Benito Rey Romay (eds.), Jesús Silva Herzog: universitario ejemplar, México, UNAM-FCE.
Weinberg, Liliana (2014), “Revistas culturales y formas de sociabilidad intelectual. El caso de la primera época de Cuadernos Americanos. La edición de una revista como operación social”, Hanno Ehrlicher y Nanette Rissler (eds.), Almacenes de un tiempo en fuga: Revistas culturales en la modernidad hispánica, 2014, ed. en línea. [Consultado 8 de julio de 2021] https://www.revistas-culturales.de/es/buchseite/liliana-weinberg
CITA BIBLIOGRÁFICA: D. Hernández Suárez, “Cuadernos Hispanoamericanos”, Recensión, vol. 6, Madrid, Recensión, 2021 [Enlace: https://revistarecension.com/2021/08/30/cuadernos-hispanoamericanos/ ]