EN PORTADA. Número Monográfico Las Escuelas de Salamanca y Universalista
Autor: Pedro Aullón de Haro
Vol. 3 / enero-junio 2020
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La Hermenéutica contemporánea convoca muy diferentes planos de actividad teórica e instrumental. De hecho ha transitado desde el centro metodológico de la ciencia humanística y su objeto, el comprender, la interpretación del lenguaje e incluso el sustento de la crítica, hasta la pretensión abarcadora de toda filosofía. Pero la Hermenéutica, al igual que la Comparatística, no es sino una metodología. Por ello atañe de principio, cuando menos, a toda disciplina de objeto humanístico al tiempo que les otorga un grado de autoconciencia. Bien entrado el siglo XXI se diría imprescindible efectuar la reconsideración y balance de algunos usos de la Hermenéutica, así como de su posibilidad general. Nuestro argumento técnico desembocará en el proyecto de interpretación de las “escuelas” intelectuales, de dos grandes escuelas y, asimismo, autorreflexivamente recaerá sobre la acaso “escuela hermenéutica” contemporánea.
…..Suele olvidarse que la Hermenéutica y la Comparatística se explanan y alejan al tiempo que por principio mutuamente se presuponen, son correlativas, de manera similar y aun en distinto régimen técnico a como la Retórica precisa de la Dialéctica, según el requerimiento aristotélico. Declaradamente o no, Hermenéutica y Comparatística definen el gran campo metodológico de las Ciencias humanas, cosa bastante explícita en el ámbito de la Filología pero por el contrario harto silenciada en el de la Filosofía: acaso porque esta última vendría a requerir un término de relación interno como el de la teoría e historia de las ideas respecto del lenguaje, y un término externo apenas concebible en Centroeuropa y que plenamente sólo cabría cumplirse respecto de Asia tomada en tanto que objeto o término de la comparación. Pero ese concepto referido de lenguaje que aquí pensamos, remite a la expresión estética y nada tiene que ver con el llamado “giro lingüístico”.
…..De las dos grandes civilizaciones matrices, asiática y occidental, esta última es reconocidamente responsable, digámoslo así, de la perfilación cultural y mercantil de buena parte del planeta, perfilación de base cristiana pero en dos claves diferentes, católica y protestante, o románica-hispánica y anglosajona. Este esquematismo, con sombras y no menos luces, es ciertamente imperfecto, pero en lo más sustancial de suficiente exactitud clarificadora y correcto, al margen de los mundos islámico y hebraico y sus adherencias. No se trata de negar particularismos, sino de no trasladarlos a una esfera que por su circunstancia histórica les es inadecuada. En cualquier caso, es de notar cómo la cultura asiática, ajena a las caracterizaciones disciplinares del sistematismo europeo, posee sus propias opciones, comúnmente practicadas, de interpretación metódica de la persona y la vida.
…..Existe un grave problema occidental de continuidad del logos en la relación Filología / Filosofía a su vez reduplicado en la relación externa entre culturas en el marco de una época regida por la Globalización. Y ésta, todo parece indicar, va construyéndose con malos pasos. El hacerse patente la dificultad de la relación Filología / Filosofía tiene como virtud resultante, entre otras, un reforzamiento ético alimentado por la confrontación de principios, métodos y objetos. Quizás aquí pudiera empezar a vislumbrarse parte del problema que queremos dilucidar en lo que concierne a la cuestión ética de las disciplinas, pero también como es evidente a la notable ausencia de ésta en la permanente transposición Occidente / Asia. Esta relación ética euroasiática, su carencia, exige de una acción metodológica comparatista capaz de abrir un camino de convergencia, convergencia ética. Sin embargo, existe un medio de distracción poderosísimo, tanto ideológico como empíricamente efectivo, la “información” (ya simple acumulativa o ya creativa), que todo lo arrasa y burdamente quiere hacerse valer como “conocimiento·. Pero volvamos al plano disciplinar ideado en Occidente.
…..Si Hermenéutica y Comparatística en principio sólo pueden constituirse, y sólo si, como instrumentación metodológica e interdependiente, es manifiesto que en ocasiones el principio hermenéutico, por así decir, ha transcendido y provocado, o pretendido provocar, ciertas dislocaciones disciplinares y, además, un modo de superación de la Ética. Vayamos por partes. Si Hermenéutica y Comparatística se presuponen, la primera de ellas sería condición general de la segunda, o al menos disciplinarmente así se diría, aunque no parece que un examen específico pudiera dar prevalencia efectiva a las operaciones de aquélla sobre las de esta última. Sin embargo, ya la elevación de la idea de interpretación o de búsqueda del sentido a finalidad de la Hermenéutica, podría permitir a ésta, para empezar, entre otros tránsitos, la subordinación de la Comparatística, aunque ambas habrían de permanecer compartiendo, adheridas o por separado, el aspecto de la universalidad de sus objetos. En cualquier caso, esto no tendría por qué suscitar ningún problema ni recelo disciplinar y de hecho se puede inferir sin mayor dificultad de la teoría de Schleiermacher, en la cual el comparatismo se integra como un momento fundamental del método hermenéutico.
…..Ahora bien, la referida universalidad del objeto, la plausible aplicación interpretativa a toda cosa, correspondiente también a la aplicación comparatística, y que disciplinarmente ha de estar limitada por la pertinencia consecutiva de objeto y método, establece un problema asimismo compartido con la Retórica y que conviene traer al caso. Como es sabido, ya hubo de afrontar Aristóteles esta dificultad de la universalidad remitiéndola a la dimensión de los “asuntos generales”. Esto con el propósito de poner la teoría de la techne Retórica a salvo del tratamiento ético radical al cual la sometió Platón en Gorgias, donde el espíritu ético no podía ceder a la práctica de la mera verosimilitud persuasiva de manera ajena a la verdad. Todo ello era finalmente muestra de una grandeza tanto moral como intelectualmente trágica encarnada por Sócrates.
…..Puede afirmarse que la universalidad del objeto hermenéutico en realidad ya interviene o sobrepuja en la translación conducente del método hermenéutico a filosofía general desde mediados del siglo XX, o quizás a partir del Heidegger de Ser y Tiempo. Y ello a pesar de los neopositivismos formalistas, que en realidad únicamente operaban, por así decir, en el envés de talleres contiguos al materialismo. Por el contrario, el método comparatista permaneció especialmente integrado en una filología menesterosa, lo cual no quita para que la ensoñación francesa y sobre todo norteamericana en torno a la Literatura Comparada se arrogasen epistemológicos poderes en la nueva escena humanística internacional tras la Guerra Mundial, durante la época de la guerra fría. Eran también los nuevos tiempos hermenéuticos que preconizaba Gadamer, discípulo de Heidegger.
…..Decía Kant en la tercera Crítica, la del juicio de gusto, tras su trabajo de desconexión epistemológica entre Ética y Estética, que pese a todo, siempre las ideas estéticas guardan en el fondo alguna relación con las ideas éticas. En realidad Friedrich Schiller, imbuido del más profundo e inteligente neoplatonismo moderno, reestableció de inmediato la plena conexión viva de Ética y Estética mediante el centramiento elevado y permanente de un pensamiento de la libertad. Gadamer sin duda entendió bien, como todo filósofo profesional, la radicalidad trágica de la relación verdad / verosimilitud de Platón por boca de Sócrates y la subsiguiente única posible resolución, técnica y no primeramente moral, propuesta por Aristóteles. Ciertamente, Gadamer necesitaba esquivar este problema de titanes ya suscitado en extremo. Para ello, siguiendo en realidad a su maestro Heidegger, decidió que la mejor opción a su propósito consistía en una identificación esencialista de verdad y arte, mediante la cual alcanzar a librarse tanto de la Estética como, al menos parcialmente, de la Ética.
…..He subrayado en otras ocasiones cómo el tiempo es significado, produce significado. Pues bien, esa perspectiva atemperada de la reflexión sobre el significado aquí nos ha permitido comprender la gran astucia epistemológica de Gadamer, astucia envuelta en su propuesta implícita de disolución de la Estética al amparo de la grandeza o verdad de la poesía, y ello mediante mecanismo hermenéutico. Esta grandeza de la verdad del arte es sin embargo y de hecho cooptación necesaria para la liquidación en primer grado de la Estética y, en segundo, de la Ética. Porque además cabría preguntarse, entre otras cosas, por la razón de la verdad del arte en tiempos de disolución del gran arte y en consecuencia reconducción de la verdad al pasado; preguntarse por la verdad de la religión o incluso la verdad del pensamiento, o de la misma Ética como fundamento de humanidad…. Además, es también la religión una simbólica y una poesía; la verdad del camino del pensamiento no es menos verdad ni bella que cualquier otra verdad; la heroicidad ética o científica de Galileo o Giordano Bruno no es menos verdadera o bella que la verdad del arte. Pero nada mejor que la pérdida de fundamentos y contornos a fin de establecer la profunda confusión de las entidades.
…..¿Y por qué no –seguiríamos preguntando ahora– trasladar las interrogantes hermenéuticas a la realidad histórica viva, a su “conexión real”, siguiendo precisamente un relevante argumento hermenéutico? Hágase aplicación hermenéutica a la propia Hermenéutica. El pensamiento gadameriano acontece en presencia del telón de fondo del holocausto nazi acontecido, que asimismo comprometía a su verdad y a la de su maestro, velos de distracción aparte, ahora reconducida inteligentemente a diálogo, pero diálogo que deviene dialogismo, diálogo por el diálogo, subterfugio que ha devenido consustancial a los tiempos actuales. Heidegger ni quiso renegar de su nazismo ni podía elaborar en consecuencia una Ética: en ello se configuran dos motivaciones solidarias. El problema estaba pues en la Ética, y así lo hereda Gadamer. Heidegger, entre sus numerosos y penetrantes cursos, que hasta recientemente se han venido reconstruyendo y publicando, se propuso cegar el pensamiento de la Ética y la Estética de los valores efectivos, suprimiendo de este modo una reciprocidad que sin duda le hubo de resultar muy incómoda, inencajable. La hermenéutica gadameriana, su abandono de la “actitud” y del “valor” de Dilthey (que sí mantuvo el kantiano García Morente), explanaba la interiorización hermenéutica como acceso a filosofía general una vez desaparecida la fuerza metafísica, neutralizada la Estética y conducida la Ética mayúscula a una ética negociable, de la facticidad. Ésta es la clave de salida gadameriana, una ética de la facticidad que, comenzando por amparar de hecho la exoneración de Heidegger, creaba un camino capaz de suplantar mediante la desintegración disciplinar interna la supremacía del logos. No es abuso de interpretación entender que la implícita exoneración nacionalsocialista es simétrica exoneración estaliniana. Pero estas exoneraciones no son fruto de la exégesis hermenéutica sino del hurto de ésta en supuesto favor de una hermenéutica allanada y dominante como gran filosofía que se impone de facto.
…..La unilateralidad de la hermenéutica gadameriana, que conduce su exégesis a un camino de trabajo o manipulación filosófica, interna, disciplinar, y que sobrepasa los métodos posibles para acceder a una especulativa de subterfugios, nos obliga a una diferente y simétrica propuesta: la fenomenográfica, esto es una exigencia hermenéutica ya en principio escamoteada mediante cierta autoexclusión del ejercicio de la conexión real. Se trata de la exigencia de una hermenéutica cuya exégesis se ha de proyectar de especial manera en la vida histórica. O sea, capaz de dirigir un camino de interpretación de las altas formaciones culturales. Esto sería más que necesario respecto de las operaciones y cursos de la globalización, de los movimientos civilizatorios, de las simbolizaciones de la religión y el arte, de los conglomerados artísticos, de las disposiciones periodológicas o historiográficas, así como de las falacias históricas, de las formas y técnicas de la mentira ideológica, del a priori cultural, éste una de las mayores patologías éticas e intelectuales de nuestro tiempo cuya verdadera dimensión escapa tanto al malentendido como al concepto de prejuicio gadameriano. Es aquí donde se localiza el gran campo para una actividad hermenéutica contemporánea. Esta reconducción hermenéutica fenomenográfica, según hemos denominado, sería más que necesaria respecto del concreto caso de las escuelas de pensamiento, y muy en especial, como veremos y deseamos aquí traer, de las españolas. De manera correspondiente a como la fenomenología devino hermenéutica, ésta deviene así fenomenografía.

Wilhelm Dilthey
…..El camino hermenéutico fenomenográfico no es sino especialización de una hermenéutica de la vida enteramente dicha, no ya del sujeto romántico o del fino autoanálisis fenomenológico, sino evolución de Dilthey, y ciertamente, presupone al menos en parte la asunción del camino hermenéutico primero, aquel que se aplica tan solo, y con todo medio metodológico, a un discurso objeto, a textos. Ahora se trataría de discursos y de los discursos engastados en la vida; y se trataría de determinar hitos de significación y, subsiguientemente, su posible categorización. Si todo objeto puede serlo de investigación, existen sin embargo objetos que de preferencia lo son de ciencia mientras otros lo son de interpretación. Esta perspectiva posible se perdió, a mi juicio, al producirse el abandono de Dilthey, que ha venido finalmente a coincidir con un abandono de las ciencias humanas del cual el anterior era condición. Es probable que las entidades epistemológicas de disciplina, o también las filosofías especiales, constituyan disposiciones tematológicas que definen lugar de encuentro entre ambos caminos. Pero no parece que mucho quepa fiar a la actual deriva filosófica por sí, que demasiado a menudo ha confundido la materia con el logos y el espíritu con la sociología.
…..El abandono de un posible camino hermenéutico fenomenográfico trasladó todo el complejo interpretativo anteriormente enumerado a las reducidas manos, por así decir, de algunos profesores de historia, comúnmente no próximos o más bien ajenos al ejercicio de comprensión a veces exigido por este tipo de problemas. La cultura intelectual española, e incluso las ideologizaciones persistentes de la historia hispánica, ha estado permanentemente sometida a esa carencia y a las hilaturas ideologizantes que ostentosamente han ocupado el espacio de ese camino hermenéutico con meros medios sociohistóricos de andar por casa. En el “horizonte” (Gadamer) de interpretación de las “formaciones culturales” (Adorno), las ideologizaciones históricas como instrumento, por un lado, y las escuelas de pensamiento como objeto malinterpretado, por otro, designan dos asuntos decisivos de una hermenéutica fenomenográfica imprescindible para múltiples realidades de gran importancia. Me refiero, pues, como concreción especial, a la cultura hispánica y, dentro de ésta, a sus grandes escuelas intelectuales o de pensamiento.
…..La moderna cultura hispánica se halla históricamente configurada a nuestro juicio por dos grandes escuelas de constitución, contextualidad e influencia diversas, pero ambas ingentes al tiempo que extrañamente sometidas a menoscabo y hasta fecha reciente e incluso fecha de hoy resueltas crítica e historiográficamente de manera harto anómala: la Escuela de Salamanca, que cruza y da pleno sentido al denominado Siglo de Oro, y la Escuela Universalista, que establece la más relevante Ilustración española e hispánica y la primera plenamente universalizadora. Ambas escuelas aspiran a la construcción humana del orbe, Salamanca esencialmente a su ideación moral, de derivación jurídica; la Universalista a una articulación cultural y del saber, de derivación científica de y para el mundo. Si en aquélla la moral y la interpretación de la ley encierran la concurrencia de la verdad en presencia teológica, en ésta última la verdad es resultado de la concurrencia de las diferentes ciencias sin presencia teológica. Ambas delinean en diferente momento el paso de la ciencia clásica a la moderna.
…..Se trata de “grandes escuelas”, en virtud tanto de (a) su dimensión rica y extensa en producción y número de autores, como en virtud de (b) su dimensión largamente prolongada en el tiempo y en consecuencia segmentable en subescuelas, campos disciplinares e incluso precedencias y derivaciones: así el caso de la a veces llamada “primera escuela” de Salamanca; o así el caso de la evolución universalista designada “escuela meteorológica” de Manila y La Habana. En ambos casos, todo lo esquemáticamente referido señala una dificultad en la determinación de límites, aun dificultad positiva, por exceso en el haber.

Francisco de Vitoria, figura central de la Escuela de Salamanca
…..La Escuela de Salamanca dispone de una profusa y prolongada en el tiempo bibliografía, si bien aún lejos de tratamientos muy acabados y, en cualquier caso, sometida por muchos tanto a plena omisión como a tratamiento intelectual, histórico y objetivamente a menudo absurdo por científicamente insostenible. La Escuela Universalista, que hasta tiempos muy recientes no ha alcanzado a ser determinada y examinada de manera específica, presentaba por consiguiente una notable dificultad crítica, pero también importantes ventajas, esto es aquellas que permite un trabajo en cierto modo de nueva planta, frente a un caso como el anterior, tan prolongado en el tiempo y ofuscado en los más dispares ideologismos y casuísticas y vicios históricos. Pero sucede que una y otra “escuela” configuran de hecho, en sucesión, los dos momentos de articulación decisiva para la cultura intelectual hispánica moderna.
…..Aquí entran en juego, ciertamente, los grandes nudos o ideologizaciones de la denominada “leyenda negra” y la “inquisición española”, quizás el primero incluyente del segundo. No deja de ser extraordinariamente curioso cómo cadenas de ideologismos por completo ajenos al estado de conocimiento que proporcionan los estudios históricos, es decir en buena medida falsos, pueden alcanzar a desempeñar, y además muy sostenidamente en el tiempo, tan fuerte capacidad de influencia. Y ello hasta el punto de permanecer como coartada necesaria y silenciosa para elaboraciones intelectuales que, por principio, habrían de comportar la exclusión de burdas ideologizaciones cuyo sostenimiento interrumpe el conocimiento de la realidad. Porque cualquier individuo medianamente formado que se asome a la historiografía seria podrá comprobar que la Inquisición española fue con probabilidad la más benigna de Europa, que las lacras con que cuenta en su haber resultan ser notablemente más leves que aquellas otras correspondientes a los restantes países del entorno europeo comprometido.
…..En relación a esa importante problemática referida, cabría atender a varias aristas de diferente proporción pero todas ellas, a mi juicio, relevantes y que podríamos resumir en número de cuatro. Por una parte la más historicista, eficiente y acaso difundida, consistente en la sencilla corroboración del periodo de decadencia de un país hegemónico y la animosidad, por así decir, de otros frente a aquél. En segundo lugar el fenómeno prodigioso de que la gran hegemonía de ese país en el mundo no tuvo como consecuencia resultado alguno calificable de genocidio, lo cual, comprensiblemente, en razón de los gravísimos errores que sí tuvieron lugar en el caso de otros países, ha inducido en sectores sensibles de éstos, aun por simple mecanismo de defensa psicológica, al ejercicio de fórmulas de prejuicio con resultado de ocultación de una realidad histórica, por lo demás perfectamente conocida, y que justamente por ello requería, como escapatoria, de la adopción de subterfugios y la publicitación de ideologismos, es decir requería de una instrumentalidad no historiográfica sino ideologizada, o ambas cosas a un tiempo, que también existen. En tercer lugar, el hecho de que, a lo largo del siglo XX, la ideología llamada de izquierda, de uno u otro modo dominante en Europa, así como los medios de comunicación y propagandísticos a ella afectos, ha venido a identificar arbitrariamente dichos ideologismos y, en general, esa instrumentalidad ideologizante, con un criterio “progresista”, el cual ha permanecido asociado a un socialcomunismo nunca o apenas contrapesado por la actividad ideológica liberalconservadora. En cuarto y último lugar, la carencia, significativamente en lengua española, de un discurso, textos, libros, publicaciones seriadas, esto es la carencia de una literatura de divulgación bien formada y en consecuencia con capacidad de articular o, sencillamente, ocupar el espacio de conocimiento y difusión existente entre la investigación especializada, o la independiente bibliografía científica, y los resortes del ideologismo o la dominante publicística política e ideologizante.
…..Es decir, una interpretación aplicada a concretas unidades o segmentos de entre las formaciones culturales; una interpretación conducida mediante eficaz determinación de aspectos de distinta naturaleza pero entrelazados, en progresión, permitirá prescribir la ágil transposición de formulaciones de la “conexión real” (conexión desde el texto o concepto tomado a aquellos otros posibles textos historiográficos o de testimonio y prueba de realidad histórica correspondiente: lo cual es prototípico del análisis hermenéutico), a relaciones mucho más abiertas y que por tanto requieren de una casuística o tipologización más heteróclita o plural por atenta a una muy diferente fenomenografía.
…..Escuela de Salamanca y Escuela Universalista ofrecen una fenomenografía describible como doble paradigma para la interpretación de las más extensas formaciones de pensamiento y con la peculiaridad de definir entidades sucesivas y de disposición simétricamente inversa. Escuelas ambas muy nutridas, sin embargo el primer caso determina una mayor prolongación en el tiempo y un menor cuerpo de antecedentes directos. La primera, tempranamente determinada y provista de una extensa bibliografía; la segunda tardíamente descrita como tal y teniendo a disposición actual una comparativamente muy reducida bibliografía; la primera, constituida mediante profesores procedentes de diversas órdenes religiosas y caracterizados por maestros iniciadores y un centro intelectual y geográfico reconocido e influyente dentro del país; la segunda formada en gran parte por profesores que pronto dejaron de serlo, pertenecientes en su gran mayoría a una única orden religiosa pero transterrados, dispersos en países y continentes, secularizados y finalmente, salvo excepciones, abocados a la confinación y a un largo exilio sin retorno en diversas ciudades italianas. La primera, condicionada por la escolástica y la especulativa, temáticamente definida por los campos de la teología y la moral, el derecho, la historia política y la teoría económica; la segunda, por completo alejada de la escolástica, sustancialmente ajena a la teología y al derecho y atenta sobremanera a una visión comparatista científicamente universalizadora, a la nueva ciencia empírica de una época subsiguiente, al humanismo y al lenguaje y la música junto a la física, la geografía antropológica y la botánica.
…..Ambas escuelas mantienen, por muy diferente medio, una viva relación con otros mundos y pueblos, particularmente América, así como con el derecho de gentes y con la prefiguración de los estudios etnológicos y de moderna antropología; con la dignidad humana y con el orden del mundo: un proyecto intercontinentalista de paz y ciencia, y en este sentido se trata pues de escuelas propiamente sucesivas y emparentadas. Junto a estas escuelas existen otras eminentes en la historia intelectual hispánica, por ejemplo en un primer extremo histórico y previo la muy difundida y de contornos complicados Escuela de Traductores de Toledo; en otro extremo y en coexistencia con el doble paradigma que es aquí nuestro objeto, la más recóndita y lejana, también simétrica, Escuela de Traductores de Manila: una y otra de fuerte personalidad intelectual y capacidad expansiva pero ciertamente de mucha menor envergadura, saberes y pluralidad. Ellas dos son parte imprescindible. Pero sólo las “grandes escuelas”, Salamanca y Universalista, describen una condición de necesidad para la comprensión de la cultura hispánica moderna. Ambas, por igual aun de distinto modo, reiteradamente relegadas. Ahora bien, la alta creación intelectual nunca ingresa en un pasado inerte y cerrado sino que permanece viva, aun latente, en diferentes modos posibles y, en algún momento, dispuesta a adquirir nueva vida, pues ésta existe en ella.