EMANUELE SEVERINO Y EL DESTINO DEL HOMBRE

Vols. 4 y 5 / julio-diciembre 2020 / enero-junio 2021 (Número doble) – ÍNDICE

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ARTÍCULO / ENSAYO. Autor: Riccardo Berutti

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Emanuele Severino

Han cumplido 90 años del nacimiento de Emanuele Severino y unos pocos meses de su fallecimiento. Severino nació el 26 de febrero de 1929 en Brescia, ciudad con la que mantuvo una relación de fidelidad a la que siempre volvería, a pesar de sus numerosos desplazamientos académicos. En esto se asemeja a los ejemplos excelsos del Königsberg de Kant o la Atenas de Sócrates, lugares en que el microcosmos de la ciudad natal garantiza el desarrollo de una reflexión caracterizada por un sorprendente universalismo de pensamiento.

De ingenio temprano y vivaz, especialmente en lo que a la música se refiere (a la edad de 18 años compuso una Suite para instrumentos de viento y piano inspirada en el sinfonismo de Bartók y Stravinsky), Severino también se acercó a la filosofía siendo muy joven, mediante los relatos de su hermano Giuseppe, entonces un ‘normalista’ en Pisa, profundamente influido por la enseñanza de Giovanni Gentile. La muerte prematura de su hermano, en 1942, en el frente francés, dejará en Severino una huella imborrable que le acompañará, silenciosamente, en todas sus especulaciones. Asistió al prestigioso Liceo Arici de Brescia, de dirección jesuita, y en 1946, en Pavía, se inscribió en la Facultad de Filosofía, donde conoció a Gustavo Bontadini, autorizado representante del movimiento neo-escolástico italiano, y su único y verdadero maestro de metafísica. Gracias a Bontadini profundizó en el estudio de Kant, Parménides, en la controvertida actualidad de Giovanni Gentile… En 1950, siempre bajo la dirección del maestro, presentó una tesis sobre Heidegger y la metafísica.

Severino contrajo matrimonio con Ester Violetta Mascialino, su compañera de vida. Después de un período de enseñanza libre en la Universidad de Pavía, en 1954 fue invitado por la Universidad Católica de Milán, donde se había trasladado también su maestro. Fueron los años más intensos y decisivos, desde el punto de vista de la ‘ideación filosófica’. En 1958, con sólo 29 años, publicó su obra maestra especulativa, La estructura original, en la que aborda algunas cuestiones muy relevantes del pensamiento metafísico con una originalidad inquietante: la aporía de la nada, el estatuto de la contradicción, el sentido del ser (de resonancia heideggeriana). Pero aquí Severino tiene también la intuición fundamental de todas sus investigaciones, que lo consagra dentro de  un alto círculo: la eternidad del ente como entidad y, por lo tanto, la negación de la existencia del devenir (entendido como mera transitoriedad). Influido por el rigor neo-escolástico y fascinado por el carácter riguroso del lenguaje neopositivista, Severino logra ocultar, casi involuntariamente, el carácter inaudito de su propuesta filosófica en la gruesa trama de las ecuaciones especulativas que engendran su reflexión. Es un libro en el que prima cierto misticismo, pero escrito con el régimen de la lógica. El Dios que representa ya no es el de la tradición.

Con la publicación de Estudios de la filosofía de la praxis, en 1961, sale a luz la incompatibilidad del pensamiento de Severino con uno de los principales dogmas de la reflexión cristiana, que hasta entonces había acompañado su experiencia filosófica. Si todo es eterno, de hecho, y si cada entidad goza de la feliz y bendita condición de ser, entonces el kérygma de la ʻcreación’, entendido como creatio ex nihilo, por imposible debe ser repensado. El libro, publicado en una editorial católica, Vita & Pensiero, abre el frente de una agitada época de controversias con la Iglesia, que terminará sólo en 1970, cuando los expertos de la Sagrada Congregación decretan la incompatibilidad de su pensamiento con el cristianismo. El cenit de la ruptura intelectual ya se había alcanzado, además, con el ensayo Retorno a Parménides, publicado en 1964 por la Rivista di filosofia neoscolastica. El maestro Bontadini, leyendo el texto, declaró que había tenido que frotarse los ojos varias veces por incredulidad. Aquí Severino está completamente en el camino ya marcado por el antiguo pensador eleático, Parménides, pero repensando completamente la gramática de lo múltiple y la esencia del devenir, elementos por Parménides tachados como ‘no ser’. El ‘devenir’, en particular, es interpretado sorprendentemente por Severino, ya no como transición de la nada al ser, o del ser a la nada, sino como la aparición y desaparición de lo inmutable. Esta pluma, esta hoja de papel, esta madera, esta ceniza, son, de hecho, eternas para Severino: las eternas estrellas del ser, que de vez en cuando entran en el ‘círculo de la apariencia’. El mundo se transfigura sub specie aeternitatis y la salvación para él ya se manifiesta tácitamente en toda su plenitud. En los años 70 Severino forma parte del grupo que en Venecia fundará el Departamento de Filosofía de la Universidad Ca’ Foscari.

En Venecia, alrededor de su magisterio, se crea un gran grupo de estudiantes: a los primeros se les unirá una segunda, y luego una tercera generación de discúpulos. Muchos se convertirán en importantes protagonistas de la escena intelectual italiana. Los temas básicos de su enseñanza se centran en el problema de la relación entre el devenir, la eternidad y la técnica. El marxismo, el capitalismo y el cristianismo también son releídos y redefinidos, en la línea de una reflexión ontológico-desactualizadora que logra iluminar espacios inesperados para la reflexión. El hombre, interpretándose a sí mismo como ‘mortal’, no es capaz, sin embargo, de corresponder a su propia eternidad, que más bien pretende manipular y, mefistofélicamente, aniquilar. El eterno se niega en cambio a ser dominado, ya que uno puede querer dominar sólo lo que se convierte, y se convierte sólo en lo que no puede ser. Por esta razón la ‘técnica’, que es manipulación, puede ser considerada hija legítima del nihilismo metafísico, o más bien de la persuasión, para Severino absurda, pero existente, de que la esencia como tal no es. Incluso el ‘tiempo’, evidencia indiscutible de nuestra experiencia, es por lo tanto sólo hijo de la ‘locura’ del nihilismo, y por lo tanto de la voluntad (hybris que decían los griegos) de dominar el mundo. Entre los principales escritos de este período destacan los ensayos recogidos en su momento en Essenza del nichilismo (1981), Gli abitatori del tempo (1978), Téchne. Le radici della violenza (1979) y, sobre todo, Destino della necessità (1980), que, junto con La gloria (2001) y Oltrepassare (2007), constituye una verdadera trilogía, una suma del pensamiento severiniano. Desde 1981 editorial Adelphi ha presentado una serie de sus obras. Durante los años 80 y 90 Severino captó por completo la escena intelectual italiana, polarizándola. Recibió duras críticas, pero a un tiempo aglutinó a su alrededor seguidores, a veces comparables en lo negativo con sus detractores, ambos intelectualmente ciegos. Pero la filosofía de Severino ciega: es parte casi característica de la misma. Su narrativa es compleja, a veces un tanto profética, aunque se enseña con las herramientas de la lógica. Su filosofía es límpida, pero impenetrable, un espejo seductor, también inactual, y también de ella se podría decir, más allá de cualquier utopía posible, que contiene un tipo de humanidad que intuye: Oltre l’uomo e oltre Dio (2002), una humanidad evasiva y, sin embargo, cercana.

‘¿Qué hacer?’ ¿Quid faciam? Para Severino éstas son también preguntas guiadas por la locura del nihilismo, que no sabe más que manipular la historia y el acontecimiento. Incluso la libertad, por tanto, es ‘máscara’ con la que el sujeto esconde a sí mismo la tumba encalada de su propia locura. Severino logra enfrentar a los clásicos poniéndose a su altura. Quienes lo han conocido cuentan el magnetismo catártico desatado por su figura, pero también la paciencia para escuchar, tan rara y envidiable, en un pensador de nuestro tiempo. Encarna al sophos, al sabio, en su grandeza y en toda su soledad. A menudo hablaba de la soledad de la bebaiotate arche, del principio de no contradicción. Es el único color que tiene a su disposición para pintar el rostro del ser incontrovertible. Su sistema es monocromático, y precisamente por eso, en varios frentes ha sido criticado. Pero la multiplicidad ignora la unidad que la hace realmente posible. A la unidad Severino ha volcado incansablemente sus mejores recursos especulativos, y el suyo no es un pensamiento fuerte, ni mucho menos un pensamiento débil, simplemente se encuentra más allá, más allá del límite trazado por la variedad móvil de las escuelas hermenéuticas. Habla de ʻgloriaʼ, de ʻnecesidadʼ, y, como Heráclito, de ʻintemporalʼ (utilizando terminología a veces difícil de aceptar), pero piensa en la brizna sobre la hoja, en el rayo de sol, piensa en la sombra, y, antes de la sombra, en la penumbra y el dolor; ellos también, dice, estrellas eternas del cielo de la apariencia. Hay en él una necesidad de integridad que no tiene parangón. Para expresarlo, a menudo citaba a Spinoza: sentimus experimurque nos aeternos esse, pero omitía: nos in continuo vivimus variatione. Percibe, pues, todavía algo sin resolver. Un enigma: “Somos reyes que se creen mendigos”. ¿Pero cómo explicar el ‘mendigo’? ¿Cómo explicar nuestra incapacidad de vivir kata to chreon, ‘según la necesidad’? La respuesta era lapidaria, pero no puede menos que dejarnos perplejos: eterno, de hecho, también es nuestro ser mortal, eterno también es nuestro creernos mendigos.

El 17 de enero de 2020 Severino ha muerto en Brescia, rodeado de sus seres queridos. En una de las últimas entrevistas había hablado de nuevo sobre la muerte, pero con una sensibilidad diferente, y por esta misma razón quizás preconizadora: “Ya he dispuesto cómo quiero morir. En casa, solo. Verás, el hombre es mucho más de lo que se cree. El terror de la muerte se basa en un error. El hombre no puede pensar en lo eterno. Pero lo es. La muerte nos quitará el terror”. Esto bastaría para dar un valor indeleble a su enseñanza, pero es indeleble sobre todo por lo que ha podido indicar, ya que, como ha señalado a menudo: “es necesario que a cada estado y a cada instante del mundo […] convenga la naturaleza del sol, que sigue brillando incluso cuando lo esconde la noche”.


Bibliografía de Severino en español:

  • La filosofía antigua, Barcelona, Ariel, 1986.
  • La filosofía moderna, Barcelona, Ariel, 1986.
  • La filosofía contemporánea, Barcelona, Ariel, 1987.
  • La filosofía futura, Barcelona, Ariel, 1991.
  • El parricidio fallido, Barcelona, Destino, 1991.
  • La tendencia fundamental de nuestro tiempo, Pamplona, Pamiela, 1991.
  • Esencia del nihilismo, Madrid, Taurus, 1991.
  • “A propósito de la crisis”, Archipiélago. Cuadernos de crítica de la cultura, n. 6 (1991), pp. 113-118.
  • “Espíritu y aparato”, Debats, n. 56 (1996), pp. 50-55.
  • “Crisis de la política y de la ciencia”, Debats, n. 72 (2001), pp. 25-38.
  • “El hombre y la técnica”, ed. de F. Morató, en P. Aullón de Haro (ed.), Teoría del Humanismo, Madrid, Verbum, 2010, vol. III, pp. 649-658.
  • “Una teoría de la justicia. John Rawls, entre el aristotelismo y el kantismo”, La Torre del Virrey, n. 10 (2011), pp. 31-40.

CITA BIBLIOGRÁFICA: R. Berutti, “Emanuele Severino y el destino del hombre», Recensión (Número doble), vols. 4-5, Madrid, Recensión, 2021 [Enlace: https://revistarecension.com/2021/01/17/emanuele-severino-un-retrato/ ]