HANNAH ARENDT, LA PENSADORA MÁS BRILLANTE EN LOS TIEMPOS MÁS OSCUROS

Vols. 4 y 5 / julio-diciembre 2020 / enero-junio 2021 (Número doble) – ÍNDICE

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ARTÍCULO / ENSAYO. Autora: Gloria Bosch

Arendt, Hanna, La libertad de ser libres, trad. de T. de Lozoya y J. Rabasseda, Barcelona, Taurus, 2018; Die Freiheit, frei zu sein, epílogo de T. Meyer, trad. de A. Wirthensohn, Munich, Deutscher Taschenbuch Verlag, 2018.

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Arendt IIHannah Arendt era de origen judío, nació en 1906 en Hannover, aunque pasó casi toda su infancia y adolescencia en Königsberg, en la Prusia oriental, donde vivían sus abuelos[1]. El traslado de la familia a la ciudad de Kant se debió a la enfermedad del padre de Hannah, que tras un largo padecimiento murió en 1913, el mismo año en que falleció su abuelo Max Arendt, una figura clave en la vida de la pensadora. La relación de Hannah con el judaísmo se forjó en esos primeros años, y aunque su abuelo era miembro del Zentralverein deutscher Staatsbüger jüdischen Glaubens[2], Hannah aseguró en una entrevista a Günter Gaus en 1964: “No fue en mi casa donde averigüé que era judía”[3]. Para ella el hecho de ser judía era algo evidente; sin embargo, fue mediante el creciente antisemitismo en Alemania como se le revelaría la palabra “judío” por primera vez. Esta “iluminación” habría de constituir el hilo conductor de su vida personal e intelectual. 

A principios del Tercer Reich Hannah trabajó en la resistencia y fue detenida por la Gestapo; sin embargo, tuvo suerte y en no mucho tiempo pudo liberarse. Este incidente la llevó a abandonar definitivamente Alemania, huyendo primero a París para exiliarse más tarde en Estados Unidos. El hecho de ser una apátrida sin duda marcó su obra, aunque es evidente que este último país se convirtió en un segundo hogar para ella. Hannah siempre rechazó cualquier forma de nacionalismo, en numerosas ocasiones declaró que Alemania para ella era “el alemán, la filosofía y la poesía”[4].

Paradójicamente sus trabajos más importantes de filosofía política se publicaron primero en inglés, aunque, en vez de traducirlos, ella misma escribía de nuevo las versiones en alemán. Sea como fuere, Hannah Arendt pensaba en lengua alemana y, para poder entender sus textos en inglés, su correctora Mary McCarthy, que también hablaba alemán, tenía que recurrir en numerosas ocasiones a esta lengua.

La influencia de Heidegger y, especialmente, de su gran amigo y mentor Karl Jaspers fueron fundamentales en su pensamiento. El concepto de lenguaje como compromiso, como acción comunicativa en su dimensión política se debe sin duda a este último. La amistad de Hannah con Jaspers perduraría hasta el final de sus vidas. Este fue un gran apoyo y un interlocutor necesario para ella, según testimonian las innumerables cartas cruzadas entre ambos[5].

Me propongo comentar brevemente en lo que sigue algunos elementos de las obras político-filosóficas más importantes de Arendt. Todas sería imposible abarcarlas aquí.

The Origins of Totalitarism[6] (Los orígenes del totalitarismo), aparecido en Estados Unidos en 1951, analiza el advenimiento del fenómeno totalitario, la ideología, instituciones y práctica de los dos grandes regímenes autoritarios del siglo XX: el nazismo y el estalinismo, siendo ambos resultado y manifestación de la historia moderna.

En The Human Condition[7] (La condición humana), publicada en 1958, cuya versión en alemán se titula “Vita activa”, Arendt formula y analiza tres actividades humanas fundamentales: trabajar, producir y actuar. Ésta última es central en su teoría filosófico-política y hace referencia a la capacidad y necesidad humanas de transcender el ámbito privado y adentrarse en lo público.

A raíz del juicio celebrado en Israel, Hannah Arendt publicó en 1963 Eichmann in Jerusalem: A Report on the Banality of Evil[8], basado en los artículos que escribió durante el proceso a Eichmann en el New Yorker. Este libro desató una gran polémica en Israel y en Estados Unidos, cosa que afectó profundamente a Hannah y a su amistad con Gershom Scholem.

Ese mismo año aparece el libro On Revolution[9] (Sobre la revolución), que presenta ejemplos históricos concretos sobre los que se fundamenta su filosofía política. El ensayo que reseñamos a continuación,  en castellano «La libertad de ser libres”, publicado póstumamente, está basado en aquél. Arendt simpatiza con los consejos revolucionarios y entiende la revolución como la irrupción de algo nuevo cuyo objeto es la libertad.

El ensayo On Violence[10] (Sobre la violencia), del año 1970, se publicaría en alemán con el título “Macht und Gewalt” en 1975. Se trata de una monografía de filosofía política motivada por la guerra de Vietnam, los movimientos estudiantiles de los años 60 y los conflictos raciales.

Arendt

En los últimos años de su vida, Arendt se dedicó menos a temas políticos; abandonó, por así decirlo, la vita activa y se dedicó más a la filosofía, a la vida contemplativa. The Life of the Mind (La vida del espíritu), editado por Mary MacCarthy y publicado póstumamente en 1978 en inglés, apareció en 1979 en alemán con el título “Vom Leben des Geistes”. Éste fue el último trabajo, que desgraciadamente no pudo concluir. De los tres tomos de que debía constar esta obra, sólo logró terminar dos: Das Denken (El pensamiento), y Das Wollen (La voluntad). Hannah murió repentinamente y dejó inacabado el último de ellos Das Urteilen (El juicio).

A mi modo de ver, es de gran pertinencia analizar un trabajo de Arendt que ha permanecido inédito hasta ahora: Die Freihet, frei zu sein, traducido al español como “La libertad de ser libres”. Es un breve ensayo póstumo de Hannah Arendt publicado por primera vez en 2017, en la revista The New England Review por Jerome Kohn, un antiguo asistente de Arendt y luego director del Centro Hannah Arendt de la New School for Social Research de Nueva York. El texto con la apostilla “A Lecture” reproducía una conferencia pronunciada por Arendt ante el Committee on Social Thought de la Universidad de Chicago fechada entre 1966 y 1967. La versión en alemán del ensayo, más completa y con un epílogo del filósofo Thomas Meyer, se publicó en 2018, año en que la editorial Taurus también editó el título en español. Más de cincuenta años después de su primera publicación, La libertad de ser libres se convirtió en uno de los libros más vendidos en Alemania.

El contenido de este estudio no es nuevo para los conocedores de Arendt, ya que gira en torno a dos temas centrales en su pensamiento: la libertad y la revolución, una simbiosis conceptual de la que ya se había ocupado con anterioridad en su libro On revolution, del año 1963, y en la conferencia “Revolution and Freedom: A Lecture”, pronunciada en el Connecticut College en 1961.

El título tautológico del ensayo se debe a Jerome Kohn, no a Arendt, pues fue él quien lo publicó bajo ese epígrafe, referenciando a un filósofo estadounidense conocido por Arendt, Henry David Thoreau (1817-1862), al cual se refiere Meyer en el epílogo del libro. Curiosamente Arendt no nombra en ningún momento a Thoreau en el texto, aunque sí deja entrever algunas de sus ideas que, si bien no son compartidas por ella, le sirven para desarrollar su concepto de libertad. El ensayo de Thoreau Life without principles (1863) defiende una postura contraria a la propuesta por Arendt sobre la libertad, entendida por este autor como un estado individual donde se impone la soberanía de la res privata frente a cualquier tiranía política, moral o económica.  Arendt, por el contrario, se revela contra la perspectiva de una idea de libertad basada en el “yo quiero”; para esta pensadora la libertad es siempre política, se trata de construir un espacio común para la acción, porque la política es precisamente eso, acción compartida en un espacio público (handeln). Recordemos que en Vita activa (1960) Arendt diferencia tres actividades humanas fundamentales: el trabajo (arbeiten), la producción (herstellen) y la acción (handeln). Esta última actividad constituye lo que ella denomina inter res, un espacio de intereses compartidos el cual es posible construir gracias al lenguaje. Es precisamente en ese espacio de libertad donde el “otro” se presenta ante nosotros como un igual, es visto, reconocido, escuchado y recordado. Nos encontramos, por lo tanto, ante la idea de una libertad positiva en términos de Isaiah Berlin (1958), es decir, la libertad como posibilidad de actuar en términos de voluntad, frente a la libertad negativa (ibíd.), entendida como liberación de condicionantes internos o externos a la cual también se refirió Thoureau.

La libertad, según Arendt, es el acceso a la esfera pública y a la participación en los asuntos políticos; la liberación de condicionantes como la esclavitud o la pobreza son al mismo tiempo conditio sine qua non para el ejercicio de la libertad, aunque ésta no es en ningún caso resultado de tal liberación. La pasión por la libertad en su doble vertiente, es decir, como participación política y como liberación de factores condicionantes, sólo puede surgir en los corazones libres del miedo y la necesidad. Les hommes de lettres y no los malheureux son quienes persiguen y alimentan el sueño de la libertad, son ellos quienes tienen la libertad de ser libres para poder llevar a cabo una revolución por la libertad.

Arendt toma posición siempre a favor de la acción revolucionaria, puesto que la libertad y la revolución forman un binomio interdependiente. El objetivo de toda revolución es y debe ser la libertad entendida como libertad positiva. Arendt admite, sin embargo, que el éxito de una revolución es poco probable y así lo demuestra la historia. Para llegar a estas conclusiones, explora la evolución del concepto y la dinámica de las revoluciones en la historia como ejercicio fundamental para entender el porqué de su victoria o fracaso.

Arendt

El interés de Arendt por el tema parece lógico si se toma en consideración el tiempo en que le tocó vivir. Desde su nacimiento en 1906 hasta su muerte en 1975 se sucederán numerosos episodios revolucionarios tanto en Europa como fuera de ella, algo que marcará profundamente su pensamiento, más allá de posicionamientos ideológicos a los cuales nunca se adscribió.

Precisamente estos textos sobre la revolución y la libertad fueron escritos en la década de los años 60, años en los que los estudiantes universitarios norteamericanos protagonizaron numerosos movimientos y protestas que después llegarían a Francia y Alemania. Hannah Arendt, como profesora en varias universidades norteamericanas, no era ajena a ellos.   

Arendt no concibe una revolución como una toma de poder por parte de aquellos que la llevan a cabo, sino el resultado de un movimiento sísmico en las calles y, como consecuencia, la lectura que se hace de él. La revolución no es una obligada, sino una posible respuesta ante el declive de la autoridad política. Su fin no es la restauración de viejos esquemas, sino la apertura a algo nuevo en el sentido del Novus Ordo Saeclorum, es decir, no crear algo nuevo, sino “de nuevo”, aunque para ello haya que restaurar algo de lo viejo, manifestando así su carácter dialéctico.

Arendt, en una aproximación historiográfica, contrapone la Revolución francesa (1789) a la Revolución norteamericana (1776) como método para comprender la dinámica profunda de las mismas. La primera desembocó en un fracaso y dio lugar a un régimen despótico y autoritario, sin embargo, se convirtió en el paradigma de todas las revoluciones, significando, además, un punto de inflexión en la historia de la humanidad. La Revolución norteamericana, por el contrario, resultó ser un gran éxito, dando lugar a la forma ideal de estado por excelencia según Arendt: la república. Este triunfo, sin embargo, no consiguió trascender el ámbito americano. ¿A qué se debió?

En opinión de Arendt la Revolución francesa no logró establecer la igualdad entre los hombres, pero liberó a los invisibles, a los pobres y marginados de su condición de invisibilidad, hizo que salieran a la luz sus problemas y se debatiera sobre ellos; aquí se materializó la necesidad y la idea de liberar la libertad del lastre de la pobreza. Este hecho paradigmático, cambió, sin embargo, el objetivo y el rumbo de la revolución.

Fue precisamente esa situación de miseria que atenazaba a la mayor parte de la población francesa la que impidió el deseado cambio. Arendt cita aquí al revolucionario francés Saint-Just: “Para fundar una república es necesario primero sacar al pueblo de la pobreza que lo corrompe. Sin orgullo no hay virtudes políticas y quien es infeliz no tiene orgullo” (pp.39-40). Las masas de pobres tomaron las calles y se volvieron ingobernables, el torrente revolucionario ahogó la revolución. La cuestión social devino prioritaria frente a la forma de estado que quedó relegada a un segundo plano y se limitaría a ser un simple garante del derecho a comida, ropa, reproducción, propiedad privada, etc.

El caso de Norteamérica fue muy diferente, pues su situación de partida también era muy distinta. La pobreza generalizada no se convirtió en impedimento para el cumplimento de la revolución como ocurrió en Francia. Jefferson llegó a afirmar que incluso “el más pobre de los individuos estaba mucho mejor que 19 de los 20 millones de habitantes de Francia” (p. 30). Arendt se apoya en esta afirmación para concluir que en Norteamérica se cumplía la conditio sine qua non para el éxito revolucionario. Los problemas sociales no fueron determinantes al tratarse de un país con muchos recursos naturales, y si bien existía el fenómeno de la esclavitud de forma extendida como en ningún otro lugar del mundo occidental, junto con todos los problemas sociales y de derechos asociados a él, los esclavos eran considerados seres de otra raza y, por lo tanto, quedaban excluidos de las reivindicaciones por la libertad. Es más, cabe retomar aquí una idea que prevalece en Arendt asociada a la práctica democrática: sin bienestar social no puede haber democracia para las masas y sin democracia no es posible el derecho a la libertad de los individuos. Los esclavos liberaban del trabajo a aquellos que se debatían por la libertad, algo que en los tiempos modernos podría lograr la técnica.

Por otro lado, y no menos importante para el éxito de la Revolución americana, resultaron ser las leyes del Parlamento de Inglaterra que permitieron desarrollar un complejo y eficiente sistema de autogobierno para las colonias, el cual pudo legitimar su existencia a través de la república. Las instituciones políticas ya estaban dadas, sólo había que liberarse del poder tiránico de la monarquía. Esto generó unas condiciones óptimas para el debate, el discurso y la participación política que más tarde desembocarían en una república.

Como pensadora apasionada que fue, Arendt sitúa el deseo de libertad en los corazones de aquellos que tienen la libertad para ser libres; pero para no perder el horizonte, la voluntad de poder debe caminar siempre de la mano de la pasión (Leidenschaft) que enciende y guía el deseo de ser reconocido y respetado por los otros, el deseo de destacar y querer ser “el mejor”. Éste es el rasgo virtuoso que hace que los hombres amen la compañía de sus semejantes y lo que les incita a entrar en el ámbito de lo político, para gozar conjuntamente en público, ser vistos, conocidos y recordados. Ese tipo de libertad sólo es posible entre iguales bajo la forma de gobierno de una república, porque en ella nos existen súbditos ni soberanos. El poder, en definitiva, afirma Arendt, debe ser sólo un medio, nunca un fin, porque en este último caso provoca la destrucción de la vida política. El tirano sólo encuentra satisfacción en el ejercicio del poder.

Como conclusión podríamos añadir que este breve ensayo filosófico-político de apenas cuarenta páginas no plantea ningún tema nuevo que la autora no haya abordado de forma más profunda con anterioridad en alguna de sus extensas obras. Libertad y revolución son dos ejes fundamentales de su pensamiento. Es precisamente la brevedad e intensidad del texto lo que lo hace interesante para quienes desconocen o están poco familiarizados con la obra de Arendt. El buen trabajo de traducción sin duda contribuye a ello. “La libertad de ser libres” puede servir de puente de acceso al universo filosófico de una pensadora brillante que tuvo que vivir en los tiempos más oscuros.


NOTAS:

[1] Véase la biografía de Young-Bruehl, Hannah Arendt – Leben, Werk und Zeit, Frankfurt, Fischer, 2018.  Edición española: Hannah Arendt: Una biografía, Barcelona, Paidós, 2006.

[2] Asociación Central de Ciudadanos Alemanes de Confesión Judía

[3] Entrevista con Günter Gaus en un programa de la serie Zur Person, emitida por la televisión alemana el 28 de octubre de 1964. En español fue publicada en Revista de Occidente n° 220, 1999.

[4] Carta de Arendt a Jaspers del 1 de enero de 1933, Marbach. [Briefwechsel, pág.52].

[5] Hannah Arend, Karl Jaspers: Briefwechsel 1926-1969. München, Piper, 2001. No existe la versión en español, sí en inglés: Hannah Arendt/Karl Jaspers Correspondence, 1926-1969, München, Piper, 1985.

[6] The Origins of Totalitarism, Nueva York, Harcourt, Brace & Co., 1951.

[7] The Human Condition, Chicago, University of Chicago Press, 1958. Versión alemana: Vita activa oder vom tätigen Leben, Stuttgart, Kohlhammer, 1960.

[8] Eichmann in Jerusalem: A Report on the Banality of Evil, Nueva York, Viking Press, 1963.

[9] On Revolution, Nueva York, Viking Press, 1963.

[10] On Violence, Nueva York, Harcourt, Brace & World, 1970.


CITA BIBLIOGRÁFICA: G. Bosch, “Hannah Arendt, la pensadora más brillante en los tiempos más oscuros», Recensión (Número doble), vols. 4-5, Madrid, Recensión, 2021 [Enlace: https://revistarecension.com/2021/01/17/hannah-arendt-la-pensadora-mas-brillante-en-los-tiempos-mas-oscuros/ ]

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