Vol. 12 / julio 2024
RESEÑA. Autor: Javier Muñoz de Morales Galiana
Trinidad Tortosa (ed.), La novela arqueológica o la ensoñación de la realidad (s. XVIII-XXI) I, Estudios de Ricardo Olmos; II, De relatos, sortilegios y mujeres; III, Jesusa Vega, Austin Henry Layard y las antigüedades de Nínive; y IV, Viajes por el Mediterráneo (Mérida: Instituto de Arqueología, CSIC-Junta de Extremadura, 2024). Disponibles en libre acceso en: https://www.iam.csic.es/es/publicaciones/novela-arqueologica/titulos
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Editados por Trinidad Tortosa y delicada y elegantemente diseñados por Sara Olmo, se encuentra a disposición de toda la comunidad, científica y aficionada, la colección «La novela arqueológica o la ensoñación de la realidad (siglos XVIII-XXI)». Se trata de los cuatro primeros volúmenes de una serie con voluntad de continuidad que viene a visibilizar y hacer realidad la línea de investigación que a finales del siglo pasado inició Ricardo Olmos, conocedor del mundo antiguo y ávido lector de la arqueología soñada por la contemporaneidad desde que Constantin François Volney educara a los europeos a ver en las ruinas una fuente inagotable de expresión sentimental y rememoración de un pasado nostálgicamente perdido.
El primer volumen es una selección de publicaciones de Ricardo Olmos: cinco de la treintena de artículos que publicó entre 1992 y 2001 en la extinta Revista de Arqueología dedicada a la divulgación científica de calidad y tres estudios que vieron la luz en otras publicaciones como Las Médulas (León), al coleccionismo de la antigüedad y a la rememoración literaria de la polis. Como explica Tortosa en la introducción «Y la arqueología se hizo novela…» la recuperación y el afianzamiento de la línea de investigación hoy cobra un nuevo sentido pues «por los caminos inesperados por los que nos conduce la propia ciencia» la novela arqueológica se «ha convertido este instrumento de análisis en otro agente peculiar a tener en cuenta en la difusión del conocimiento arqueológica, transmitido a través de lugares, paisajes, individuos y colectivos que estimulan cierto sentimiento identificativo con los restos de un pasado común y que reconocemos buena parte de los ciudadanos europeos» (pp. 14-15). Desde este impulso de la renovada perspectiva se han proyectado los siguientes volúmenes.
El segundo y cuarto volúmenes son resultado de la colaboración de diversos especialistas arqueólogos e historiadores de la Antigüedad. En el primero de ellos los diferentes textos ofrecen nuevas miradas sobre novelas históricas muy populares: Jorge García Cardiel, «El Viaje del joven Anacarsis: periplo de un escita entre la Grecia clásica y la Francia revolucionaria» y «La Sabina de Böttiger: la construcción de una dama romana a comienzos de la contemporaneidad»; Miguel Ángel Molinero Molinero Polo, «El sortilegio de Karnak de J.R. Mélida e I. López: ópera, pintura historicista y los precedentes de la Egiptología española»; Mari Cruz Cardete, «Tais de Anatole France»; Margarita Moreno, «La Afrodita de Pierre Louÿs o la cartografía del deseo»; y Lucio Benedetti, «La danseuse de Pompéi de Jean Bertheroy. Breve storia di un caso letterario». Precede la introducción «Escenarios de la novela arqueológica» de Tortosa y se completa el tomo con el trabajo de Ricardo Olmos «Pompeya y Herculano en la ficción literaria del siglo XIX», en homenaje a Javier Teixidor, historiador de las religiones del Próximo Oriente y especialista en lenguas semíticas que participó entre 1961 y 1968 en las excavaciones de Jordania, Líbano, Siria e Irak. El cuarto y por ahora último volumen publicado se centra en el marco geográfico del Mediterráneo y reúne las aportaciones de ocho especialistas que ofrecen una rica diversidad en sus aproximaciones : «Los dibujos de John Flaxman: Homero y el Mediterráneo» de J. Santiago González; «Las búsquedas a través de Heinrich Schliemann y Victor Bérard del paisaje a través de la Odisea» de Trinidad Tortosa; «Excavar en Delos: Pierre Paris y la exhumación de una “pequeña Pompeya delia”» de Grégory Reimond; «Una cápsula en el tiempo. El bronce viajero del Instituto de Valencia de Don Juan» de Margarita Moreno y Raimon Graells; «Cuando solo nos queda la imagen. Apuntes sobre la documentación gráfica del relieve de la Albufereta (Alicante)» de J. Santiago González; «Gérard de Nerval, El Cairo (Viaje a Oriente, I)» y «Charles de Baudelaire (1821-1867) y su prosa poética» de Susana Cantero; y «Tutankhamon en Creta!!!» de Álvaro Martínez Novillo.
Hemos reservado para comentar finalmente el volumen tercero, obra de Jesusa Vega que con el título de Austen Henry Layard y las antigüedades de Nínive, por el interés investigador particular que tengo sobre este tema ya que se trata de la primera monografía que se dedica a este célebre personaje en España a pesar de haber sido embajador de Gran Bretaña en el país en tiempos de la Gloriosa. El libro está dividido en ocho partes. Comprende una presentación a cargo de Ricardo Olmos Romera, una introducción, agradecimientos y tres capítulos donde se despliega el grueso principal del contenido, «Austen Henry Layard y el relato de su hazaña: de héroe de la arqueología a fenómeno cultural», «La cambiante imagen de Nínive en Gran Bretaña en el siglo XIX», «Layard en Madrid: antigüedades, diplomacia y sociabilidad», a ello se le suma un apéndice, la bibliografía y un índice de ilustraciones.

Escrito en un estilo dinámico y ameno, Vega profundiza en la figura de Henry Layard y en cómo contribuyó a popularizar la cultura asiria partiendo de sus propios hallazgos en las ruinas de Nínive. Cabe destacar que la presente monografía no solo ostenta un carácter descriptivo, plano en el que también destaca, sino que también podemos apreciar una profunda y muy agradecida carga crítica. Lejos de caer en ninguna apología, Layard no queda retratado solo como un arqueólogo, erudito o mucho menos como un héroe, sino más bien como un expoliador imperialista que en numerosas ocasiones se aprovechó de los extranjeros, a quienes siempre retrató con una muy mala imagen en sus textos. Partiendo de esta base, resulta más difícil caer en perspectivas más ingenuas al abordar una figura como Layard y entender qué supuso su «descubrimiento» de Nínive a partir de las ruinas. Las páginas de Austen Henry Layard y las antigüedades de Nínive permiten entender bien la actitud supremacista que al respecto mantuvo siempre el imperio británico, no ya solo por los expolios masivos que engrandecieron al Museo Británico, sino también por la condescendencia con que el arte asirio siempre fue tratado. Vega no solo estudia la recepción que Layard tuvo en su momento, sino también la consideración en que estuvieron las obras que él redescubrió. Sorprende, a este propósito, cómo hubo un consenso generalizado al asumir una presunta «inferioridad» cualitativa de estas piezas respecto del arte griego, considerado siempre como superior y modélico a todos los sentidos. Del mismo modo, la autora también se hace eco de cómo el caso de Nínive se interpretó muchas veces como advertencia de lo que podría ocurrir al propio imperio británico.
El interés del volumen se aviva si advertimos que estudia un siglo caracterizado por el despliegue de tendencias positivistas contrarias a los dogmas tradicionales. Si Nínive quedaba reducida, en el relato tradicional, a ser parte de la Biblia y del discurso religioso, los descubrimientos de Layard ofrecían una vía alternativa de aproximación a tales realidades, que no solo permeaban en los textos eclesiásticos, sino que también empezaban a aparecer, con base más o menos empírica, en documentos historiográficos, arqueológicos o de historia del arte. Especial atención se concede, y de manera recurrente, a la prensa periódica, recurso muy eficaz a la hora de plasmar cuánto de estos descubrimientos pudo ser asimilado por el público general más allá de los eruditos.
Por último, cabe destacar que también hay una profundización en el impacto que tuvieron Layard y sus descubrimientos en España. Vega logra esclarecer que, si en un inicio se pensaba que el mencionado arqueólogo había sido casi desconocido en suelo hispano, la realidad es que numerosos periódicos e intelectuales del país se hicieron eco del acercamiento a Nínive que se había producido por vía de los británicos. Es cierto, en cualquier caso, que el interés hacia Layard en España se redujo esencialmente a una minoría instruida y erudita, pero sería reduccionista entender que hubo un desconocimiento total en territorio ibérico con respecto a todas estas cuestiones.
Las páginas de Austen Henry Layard y las antigüedades de Nínive están acompañadas, además, de numerosas ilustraciones extraídas de diferentes periódicos del XIX, las cuales permiten familiarizar al lector con los referentes visuales sobre Nínive que pudieron tener los contemporáneos a Layard. Por lo demás, Vega no deja de contrastar esta clase de imágenes con las que el Romanticismo había ido creando, con menos base en la ciencia y más en el relato bíblico o la propia imaginación. Artistas como Delacroix o el poeta lord Byron, que gozaban de una gran popularidad, estaban llamados a contribuir al imaginario colectivo con escenas románticas sobre Sardanápalo. De este modo hubo una confluencia de discursos en la misma época, tal como la investigadora expone con claridad. La monografía, de gran interés para la imagología como disciplina humanística, destaca no tanto por profundizar en Layard o en Nínive, sino en la imagen que de todo ello había en el público general. Estudiar las opiniones y los prejuicios de países enteros resulta, en ese sentido, algo esencial para comprender los posibles sesgos que ha habido y puede seguir habiendo, lo que en última instancia podría propiciar perspectivas novedosas en futuras investigaciones.
CITA BIBLIOGRÁFICA: J. Muñoz de Morales Galiana, «Layard y las antigüedades de Nínive», Recensión, vol. 12 (julio-diciembre 2024) [Enlace: https://revistarecension.com/2024/09/05/layard-y-las-antiguedades-de-ninive/ ]