CROCE, ESPAÑA Y NÁPOLES
EN PORTADA. Autor: Davide Mombelli
Vol. 7 / enero 2022 – ÍNDICE
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A los 120 años de la Estética croceana volvemos a la ciudad de Nápoles, topos decisivo de las relaciones de Italia y España durante la modernidad. Nápoles es el lugar en que ha cristalizado la mejor contribución creación cultural e intelectual hispano-italiana, a no ser que se considerase en bloque el conjunto de autores de la Escuela Universalista Española exiliados en Italia, lo cual conduciría a Roma. Por Nápoles ha pasado o vivido buena parte de las figuras más importantes de la tradición hispano-italiana moderna: Vico, Luzán, Andrés, Benedetto Croce…, quien conocía perfectamente la relevancia de su ciudad en el desarrollo de una filosofía mediterránea, deudora de la gran tradición clásica (Neapolis). Juan Andrés alcanzó a tener un círculo de discípulos justamente en Nápoles y en torno al conflictivo mundo de su gran Biblioteca, hoy Nacional, mundo al que hizo frente a fin de enderezar una prolongada herencia de expolios[1].
Zambrano y D’Ors identificaron la filosofía de Croce justamente con la ciudad de Nápoles. El mismo Croce, por otra parte, deja constancia de la hispanidad de Nápoles en el capítulo conclusivo de La Spagna nella vita italiana durante la Rinascenza, libro por otra parte fundamental del momento que hemos definido “crítico” de la tradición hispano-italiana[2].
María Zambrano relacionó la obra de Croce con una “tradición mediterránea” que es “primeramente la ciudad en que se vive”, “una ciudad diáfana que manifiesta la patria, el mundo”. En el Mediterráneo es donde nace la filosofía y se hace plena como filosofía pública: la Academia, el Lyceo, Stoá, la plaza, el foro, o en definitiva, la polis. Es el marco de la tradición hispano-italiana. Escribía Zambrano: “Regresó a la ciudad de Nápoles, centro de la comarca de su nacimiento, y en ella estableció para siempre, como si se hubiera casado con ella en indisolubles bodas. Y comenzó seguidamente sus trabajos de investigación histórica […] para llegar al mismo tiempo hasta su propio pensamiento desde su ciudad, con su ciudad”. “Toda filosofía va en busca de la Ciudad”, porque toda filosofía es, además de reflexión solitaria, diálogo, siendo el diálogo el “a priori que sostiene toda ciudad”. Nápoles, como todas las ciudades del Mediterráneo, “a causa de su propia complejidad, riqueza y de esta finura encubierta por la luz sobreabundante”, era difícil de rescatar en su equilibrio. Croce, según Zambrano, no podía emprender el rescate de esta tradición sino como lo hizo desde el primer momento, a saber, “iluminando con una razón crítico-poética sus vías principales, mas atendiendo cuidadosamente a las múltiples manifestaciones de su vida social histórica”. Y “el ejercicio de la filosofía en Croce se nos aparece […] en toda su pureza por estar hondamente enraizada en la tradición originaria. Y la primera consideración que se presenta es la de que esta actividad filosófica no se haya desarrollado en Universidades ni en ningún otro organismo docente”[3]. El vínculo de Croce con la tradición mediterránea se establece fuera del ámbito académico, porque aquélla es percibida como espacio de vida y pensamiento connatural, lejos de la rigidez de las instituciones.
Croce es el filósofo napolitano, expresión idealista de la ciudad. No es casual que tomara como maestro a Francesco De Sanctis, oriundo de la provincia de Avellino (Campania), pero cuya vida intelectual se desarrolló principalmente en la capital partenopea. En sus primeros ensayos de crítica histórica, Croce dedicó páginas extraordinarias a la historia de su ciudad. En efecto, su acercamiento al mundo hispano se debe a su temprano interés por la cultura napolitana. Estos escritos se recogerían después en volúmenes como La rivoluzione napoletana del 1799[4], la Storia del Regno di Napoli[5] o la recopilación de Storie e leggende napoletane[6].
Es Croce, pues, figura clave del nacimiento del hispanismo moderno italiano. Fue promotor de un hispanismo científico, documental, en un país y en una ciudad que vivieron la experiencia de la dominación hispana durante más de dos siglos, pero que nunca había reparado en analizar y observar con criterio crítico ese pasado común. El nacimiento del hispanismo italiano no podía tener lugar sino en Nápoles, ciudad símbolo de esa tradición. En este sentido, la superioridad de Croce es decisiva en sentido disciplinar y crítico. Con sus investigaciones otorga dimensión grande al hispanismo italiano, o incluso en general al nuevo hispanismo, que sin duda contaba con fuerte tradición románica hispanística. Así asume Croce, como padre del hispanismo italiano, un sentido en su sentido académico, no siendo él un académico sino un denunciador de la investigación y la educación universitarias de la época.
Además de su hispanismo juvenil, luego mantenido vivo durante toda su vida, y a pesar de cierta relación ambigua con la tradición filosófica y poética españolas, siempre es de recordar para esa tradición hispánica su recuperación de su propio precedente napolitano Giambattista Vico. También gracias a la reflexión sobre la forma literaria en Gracián y los barrocos y la tendencia a la idea de instinto-expresión viquiana, Croce propondrá en 1902 una Estetica a cuyo idealismo manifiesto subyace un fondo que es el de la tradición hispano-italiana. Así respecto de la conceptualización de la misma categoría de “expresión” o en la valoración del carácter popular de la poesía.
La peculiar conceptualización croceana de la “expresión”, siempre relativa a instancias idealistas y románticas, es germinación de esa tradición hispano-italiana que Croce asume tanto negativa (Gracián) como positivamente (Vico). Es significativo el silencio de Croce sobre el jesuita universalista e ilustrado Antonio Eximeno, autor que debió conocer y cuya propuesta musicológica presenta un interesante desarrollo de ese concepto de “expresión”[7]. Parece evidente que Croce intenta refocalizar y desprenderse de cierto pasado dentro de su propia tradición hispano-italiana, tradición que naturalmente le contextualiza pero que sin embargo relativiza o difumina la fuerza de sus decisiones teóricas, ya en una época que se quiere postular alternativa moderna frente a aquellas otras del Barroco y la Ilustración, representadas, en lo que aquí sustancialmente nos compete, por Gracián y Eximeno (otro tanto cabría matizar respecto de Juan Andrés, figura que sin duda debía gravitar sobre la cultura histórica croceana y de la cual también quiso mantenerse al margen, como queriendo iniciar una nueva época sin necesidad de afrontar nuevas y arduas reinterpretaciones. Quizás aquí se encuentre su principal error de perspectiva, de perspectiva histórica, imperdonable en él.
Es un hecho que los primeros hispanistas fueron bien napolitanos o vinculados profesional o sentimentalmente a la ciudad partenopea. El profesor Gallego Morell publicó en diciembre de 1959 en el periódico ABC de Sevilla un artículo titulado “Hispanistas de Nápoles”, donde se refiere a la “heroica y gloriosa tradición del hispanismo napolitano”, siendo su carta fundacional el libro de Croce sobre La Spagna nella vita italiana durante la Rinascenza; donde recuerda a los romanistas D’Ovidio, Zanella, Flamini, Renier, Percopo; la labor archivística y filológica de Miola y Teza, la académica de Monaci, Torraca y Elena Emmanuele; los frecuentes viajes a la ciudad de Farinelli; el seminario de español dirigido por Levi, quien “inaugura el amor a España como última técnica de investigación”; los cursos de verano impartidos por hispanistas italianos en Santander; el croceano y erudito Fausto Nicolini; Eugenio Mele, “encarnación heroica del hispanismo”; los hispanistas de la segunda y tercera generación, así Salvatore Battaglia, Carlo Bo, Alda Croce, Gino Doria, Nino Cortese, Riccardo Filangeri o Alfredo Giannini. En fin, Nápoles, la “ciudad más española de Italia”, mantenía viva esa tradición hispano-italiana que a comienzos del siglo XX se hace también crítica y científica.
Ramiro de Maeztu publicó en El Sol el artículo titulado “España en Nápoles”., afirmando que “un libro sobre la obra de los españoles en Nápoles sería un tónico contra el pesimismo que tiene encogidos e incapacitados para la acción y para la teoría a los españoles de talento”; porque “en Nápoles los españoles fuimos grandes”. Se figura a Croce, desde el sosiego del Palacio Filomarino donde residía, preguntándose la razón de que no haya españoles que vayan a Nápoles para estudiar la obra maestra de aquel país (cosa que haría, años después, el tradicionalista Elías de Tejada en su Nápoles hispánico[8]). Croce se vio en la tesitura de defender el pasado gobierno español de los ataques lanzados por historiadores italianos: “gracias a la generosa veracidad del señor Croce, quedará establecido que ha habido un país, al menos, en donde los españoles dimos los primeros pasos para transformar el egoísmo y la anarquía antiguos en disciplina y sentido político”.
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EL INSTITUTO ITALIANO PER GLI STUDI STORICI
El “sosiego del Palacio Filomarino”, situado junto a la Piazza del Gesù Nuovo y al inicio de la calle luego dedicada al mismo Benedetto Croce (tramo de la arteria principal conocida como spaccanapoli, es decir, que “parte” Nápoles en dos), residencia de Croce, alberga actualmente la Fundación Biblioteca Benedetto Croce[9], encargada del mantenimiento y conservación de la preciosa biblioteca del filósofo, y el benemérito Istituto Italiano per gli Studi Storici (https://www.iiss.it/). Fundado en 1946 por el mismo Croce, el Instituto es un centro de investigación de primer orden que ofrece, desde hace más de 60 años, becas de doctorado y postdoctorales a jóvenes investigadores en ciencias humanas. Según se lee en el Estatuto de 1947, el Instituto nació con el objetivo de iniciar a los jóvenes “en el estudio de la historia en su relación sustancial con las ciencias filosóficas de la lógica, la ética, el derecho, la economía y la política, el arte y la religión”.
Dejó dicho Croce en las páginas del Contributo alla critica di me stesso, que la finalidad principal que justifica la fundación del Instituto de Estudios Históricos residía en la voluntad de transmitir a las jóvenes generaciones los instrumentos metodológicos que él se había forjado, así como poder acompañarlos por los campos de estudio que él había abonado durante décadas de dedicación y sacrificios[10]:
En mis últimos años había previsto, si no una renuncia total, una reducción de mi trabajo como investigador, crítico y escritor, y rodearme de jóvenes a los que hubiera comunicado mis experiencias como estudioso y, por así decirlo, los pequeños secretos del oficio, haberles orientado para su formación científica en los campos de la filosofía, la historia y la literatura, y haber intentado hacerles comprender y sentir el vínculo que éstos tienen con la disposición moral y religiosa del espíritu; siempre siguiendo el impulso que nos lleva a querer que nuestros hijos sean mejores que nosotros, o al menos que no sean torpes con los impedimentos de los que con dificultad nos hemos liberado[11].
En el Discurso de apertura, leído por Croce en la sesión de 16 de febrero de 1947 y publicado con el título Il concetto moderno della storia, se lee que el Instituto nace en Nápoles, pero tiende hacia Europa y el mundo: “nace en Nápoles, pero se extiende hacia Italia y hacia toda la cultura europea, de la que somos hijos y cuyas necesidades y peticiones parece que hemos interpretado en esta parte” con la esperanza “de que la fortuna sea benévola con los propósitos que hemos formado con la única intención del beneficio público y común”[12].
El primer director de la institución fue Federico Chabod, quien dijo las siguientes palabras en una carta dirigida al entonces ministro de la Publica Instrucción:
El Instituto se presenta como una escuela de perfeccionamiento de carácter y tipo especial, que siempre acogerá a un pequeño círculo de jóvenes, sólo a aquellos que no buscan diplomas formales, sino que quieren estudiar y enriquecerse culturalmente. Los estudiantes realizan trabajos sobre temas de su propia elección: que, tras ser discutidos y juzgados por el Director y los profesores, pueden ser publicados. Este es el objetivo principal del Instituto: completar y perfeccionar la preparación metodológica de los jóvenes a través de las clases, al tiempo que se promueve su investigación científica, en la que se puede expresar concretamente ese perfeccionamiento y culminación del pensamiento histórico”[13].
La misión del Instituto no es simplemente pedagógica o didáctica, sino que su fundación responde también a una clara finalidad civil y civilizadora. En el Prefacio al Estatuto se declara la intención de formar en los alumnos “la conciencia de que la inteligencia de la historia va unida a la formación de la propia personalidad moral”; orientar “la obra a la que ahora damos comienzo”, “a la revigorización y al progreso, en Italia y fuera de Italia, del pensamiento histórico, premisa de una vida social y política seria y fecunda”.
La misión pedagógica pensada por Croce era crear una conexión con las jóvenes generaciones en un espacio que no coincidiera con el oficial y universitario. En efecto, Croce, antiacademicista irredento, tuvo desde su primera época de estudioso una relación complicada con el mundo académico[14]. En carta a Egidio D’Alessandri, de 27 de julio de 1949, escribe: “Ahora la universidad ya no es la del fervor de mi juventud: está muerta, y hay demasiados hombres en ella que no tienen seriedad moral, ni amor a la verdad, ni dignidad para su cargo. No tengo forma de trabajar en ella ni en su interior. Por eso trabajo al margen de ella o trato de darle algún complemento o suplemento, como he hecho con el Instituto Histórico fundado en Nápoles, que creo está bien concebido y bastante bien establecido; y tengo la esperanza de que de los propios alumnos del Instituto saldrán los que continuarán la obra”[15].
Este es el recuerdo de Luigi Russo de la jornada de inauguración del Instituto, en su reseña para la revista Belfagor:
No era una escuela cualquiera, no había una universidad con su claustro académico y su rector, a menudo un vanidoso con barba de armiño, no había profesores en toga, colegiados anémicos y bostezantes, sino hombres de estudio, sencillos y entendidos, que habían consagrado todos sus años a los estudios, como a una religión que llevaban celosamente en el corazón y que les ha servido en todo momento como redención y liberación de los pequeños pecados cotidianos y de la esclavitud mortificante y corruptora de la vida y la política-social.
[…] Finalmente habló Benedetto Croce. […] Hablaba en un tono tranquilo, olímpico y conversador, desarrollando el concepto moderno de la historia, con esa prosa suya que cuando se escribe te parece una prosa hablada y sensiblemente argumentada, y cuando se habla te parece una prosa escrita y como fundida en los caracteres de la tipografía de Laterza. Tranquilo y olímpico y conversador, pero aquí y allá ingenioso y muy sutilmente mordedor[16].
He ahí Croce, su silueta en un Nápoles rico en su verdad para quien quiera
NOTAS:
[1] Cf. J. Andrés, La Biblioteca Real de Nápoles, ed. de P. Aullón de Haro, F.J. Bran y D. Mombelli, Madrid, Instituto Juan Andrés, 2020.
[2] Sobre el hispanismo de Croce, véase nuestro Croce y el mundo hispánico. Un estudio de estética y ciencia literaria, Madrid, Verbum, 2020, que tomamos como principal referencia para lo aquí expuesto.
[3] M. Zambrano, “Algunas reflexiones sobre la figura de Benedetto Croce”, Rivista di studi crociani, vol. IV, n. 4 (octubre-diciembre 1967), pp. 440-449, reimpreso luego en Diario 16. Suplemento semanal (12 de octubre de 1986), pp. IV-V.
[4] B. Croce, La rivoluzione napoletana del 1799: biografie, racconti, ricerche, Bari, Laterza, 3a ed. aumentata, 1912. Es una reelaboración de precedentes estudios sobre el tema: Studi storici sulla rivoluzione napoletana, Roma, Loescher, 1897; La rivoluzione napoletana del 1799 illustrata con ritratti, vedute, autografi ed altri documenti figurativi e grafici del tempo. Albo pubblicato nella ricorrenza del 1° centenario della Repubblica napoletana a cura di B. Croce, G. Ceci, M. D’Ayala, S. di Giacomo, Nápoles, Morano, 1899.
[5] B. Croce, Storia del Regno di Napoli, Bari, Laterza, 1925 (1ª ed.).
[6] B. Croce, Storie e leggende napoletane, Bari, Laterza, 1919 (1ª ed.). Este volumen contiene escritos, en su mayoría corregidos o ampliados, que se publicaron en la segunda década del siglo XX, excepto el cap. VII (“Isabella del Balzo regina di Napoli”), el cap. X (“Passato e presente”, constituido por los textos: “La spiaggia e la villa di Chiaia”, “La casa di una poetessa” (Laura Terracina) y “Nisida”) y el cap. XI (“Leggende di luoghi ed edifici di Napoli”), publicados en revistas a finales del siglo XIX.
[7] Cf. P. Aullón de Haro, La Escuela Universalista Española del siglo XVIII, Madrid, Séquitur, 2016.
[8] F. Elías de Tejada, Nápoles hispánico, Madrid-Sevilla, Ediciones Montejurra, 1958-1964. Plan de la obra: I. La etapa aragonesa (1442-1503); II. Las Décadas imperiales (1503-1554); III. Las Españas áureas (1554-1598); IV. Las Españas argénteas (1598-1621); V. Las Españas rotas (1621-1665). Hay traducción italiana: Napoli spagnola, ed. de S. Vitale, Nápoles, Controcorrente, 1999-2017, 5 vols. (4º vol.: ed. de G. de Antonellis; 5º vol.: ed. de E. Vitale).
Sobre el tradicionalismo de F. Elías de Tejada, véase su La monarchia tradizionale, Turín, Edizioni dell’Albero, 1966; en esta edición, frente a la 1ª ed. española de 1954, Tejada añade dos capítulos: “La tradizione italiana” y “La tradizione napoletana”.
[9] Sitio Web de la Fundación: http://www.fondazionebenedettocroce.it/
[10] Para la historia de la institución, puede verse, en-línea, los documentos en línea: Marta Herling, “L’Istituto Italiano per gli Studi Storici”, en Croce e Gentile, Treccani, 2016; en la página del IISS: https://www.iiss.it/storia-istituto-italiano-per-gli-studi-storici/
[11] Ed. de G. Galasso, Milán, Adelphi, 1989, p. 92.
[12] Il concetto moderno della storia, en L’Istituto italiano per gli studi storici nei suoi primi cinquant’anni, 1997, pp. 154-55.
[13] En M. Herling, “L’Istituto Italiano per gli Studi Storici”, ob. cit.
[14] Véase a este propósito P. D’Angelo, “Benedetto Croce y la Universidad”, en P. Aullón de Haro (coord.), La cuestión universitaria, Madrid, Instituto Juan Andrés (serie Metodologías Humanísticas en la Era Digital), 2018, pp. 69-83.
[15] En M. Herling, “L’Istituto Italiano per gli Studi Storici”, ob. cit.
[16] L. Russo, “L’inaugurazione dell’Istituto Croce a Napoli”, Belfagor, vol. 2, n. 2 (15 de marzo de 1947), pp. 225-227.
CITA BIBLIOGRÁFICA: D. Mombelli, “Croce, España y Nápoles”, Recensión, vol. 7, Madrid, Recensión, 2022 [Enlace: https://revistarecension.com/2022/09/07/en-portada/ %5D