Vol. 8 / julio 2022
RESEÑA. Autor: José Manuel Pons
Calderón de la Barca, Pedro, La exaltación de la cruz, edición de Ignacio Arellano, Madrid / Frankfurt, Biblioteca Áurea Hispánica, Iberoamericana / Vervuert, 2022, 216 pp. (ISBN: 978-84-9192-260-5)
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Calderón, uno de los mayores dramaturgos de Occidente, arrastra una historia literaria e intelectual muy complicada que tiene su primer hito contemporáneo, como no podía ser de otro modo, en el debate abierto por Menéndez Pelayo. Al margen de las grandezas y minucias de la tradición barroca, la rehabilitación de la dramaturgia de Calderón en España, después del singular Calderón y su teatro de Menéndez Pelayo en su edición corregida de 1910, tiene en los trabajos de Ángel Valbuena Prat la principal consecución resolutiva en términos no sólo de facilitar el acceso a sus textos mediante las ediciones de Clásicos Castellanos o Aguilar, dando así continuidad a ese curso de la investigación científica, sino principalmente ofreciendo una base crítica y metodología de trabajo que, más allá de cuestiones ecdóticas, atiende a la comprensión del pensamiento filosófico y teológico del gran autor. Precisamente, la subordinación del dato a la interpretación de conjunto, junto con la fijación del canon que ha permanecido en lo sustancial inalterado, son algunos de los rasgos que definen su visión de la historia de la literatura que, por lo demás, tiene el reconocido acierto de la apreciación estética. Su tesis de 1923 sobre los autos sacramentales, reelaborada en 1957 en Autos Sacramentales (Editorial Ebro, Zaragoza), además de su acertada clasificación, es el punto de partida ineludible para cualquier estudioso del género, pues antes que él no se encuentra ningún acercamiento crítico a muchos de estos textos. Con una visión del auto como síntesis de todas las artes, reconociendo la Redención como su tema central y la alegoría como procedimiento indispensable, establece constantes paralelismos y contrastes con las comedias, además de continuas referencias a pintura o a música, sin olvidar el fondo filosófico que da razón de las obras. Así, en Calderón, su personalidad, su arte dramático, su estilo y sus obras (Editorial Juventud, Barcelona, 1941), aplica metodológicamente de manera pionera el neoplatonismo en el análisis de la obra de Calderón, o reivindica la universalidad del drama español en Historia del Teatro Español (Editorial Noguer, Barcelona, 1956), en clara denuncia del parcialismo de la crítica anglosajona.
Una visión filosófica comprehensiva y necesaria de la obra de Calderón de la Barca no llegará, sin embargo, hasta 1995, con el voluminoso estudio de Antonio Regalado, Calderón. Los orígenes de la modernidad en la España del Siglo de Oro (Ed. Destino, Barcelona, 2 vols.), que lleva a entender a Calderón en el horizonte intelectual que explica la modernidad, es decir, plantea una reflexión sobre qué sea la modernidad y qué relación mantuvo con ella el pensamiento del dramaturgo español. Quizás intuyendo que su visión de Calderón resultaría molesta para quienes se acercan a la obra del autor aurisecular desde la exclusiva perspectiva de su puesta en escena y otras cuestiones formales, Regalado explicita que metafísica y teatro son una misma cosa, o lo que es lo mismo, que cualquier representación de la obra calderoniana necesariamente se ha de ver resentida por la falta de comprensión del universo cultural que Calderón representa, como por lo demás han venido demostrando algunas compañías teatrales desde que se publicara la obra de Regalado.
A pesar de estos hitos intelectuales calderonianos que cuentan en la historia literaria e intelectual, la edición crítica de las obras de Calderón de la Barca, siguiendo criterios modernos de crítica textual, era una tarea que todavía en el último tercio del siglo XX no se había realizado y ni siquiera se había planteado su necesidad. El profesor Ignacio Arellano mediante la creación en 1990 del Grupo de Investigación Siglo de Oro (GRISO) en la Universidad de Navarra, emprendió esta labor que pretendía ofrecer la obra del dramaturgo del Siglo de Oro de acuerdo con un programa de conjunto coherente cuyo resultado final fuera un texto estable y accesible. La novedad no residía en la publicación de una edición crítica que, de una u otra manera, ya se estaba dando en el panorama español, sino en el establecimiento de un plan general, con criterios fijos de edición que permitía dar sentido global al texto y a la dramaturgia de Calderón mediante una reconstrucción sistemática.
La andadura editorial calderoniana, stricto sensu, comenzaba en 1992 con la publicación del primero de los 80 autos sacramentales conocidos de Calderón, El divino Jasón, en colaboración con la editorial hispano-alemana Reichenberger, y que sólo recientemente, 2021, ponía fin con el volumen 100 de la serie que corresponde al conocido auto de El gran teatro del mundo. El proyecto de edición crítica de los autos sacramentales, con todas las consideraciones generales y técnicas normativas pertinentes, venía explicitado en la extensa introducción del primer volumen, al mismo tiempo que el catálogo de la colección incluía programáticamente volúmenes instrumentales como la Bibliografía crítica sobre el auto sacramental, o el Diccionario de los autos sacramentales de Calderón, a los que acompañarían estudios variados y actas de congresos. La compleja situación textual de estas obras requería del análisis de todos los testimonios conservados, incluso del descubrimiento de autógrafos que se creían desaparecidos y que aquí se reproducen de forma facsimilar, así como del suficiente aparato de notas y variantes que, en muchas ocasiones, exigía la primera aproximación crítica al auto.
La publicación de las comedias completas de Calderón, por su parte, comenzaría en 1998 con la edición de las dos versiones de El alcalde de Zalamea, en la colección Biblioteca Áurea Hispánica de la editorial Iberoamericana. Alternando con la publicación de otras obras auriseculares (Tirso, Quevedo, Lope, Cervantes…), en 2007 Arellano presenta su volumen Editar a Calderón, hacia una edición crítica de las comedias completas, en el que ofrecía la suma de los criterios de edición, a la cual debían sujetarse todos los investigadores que se incorporaran al proyecto emprendido. El mismo año se publicaba la segunda de las comedias, El médico de su honra, en una edición crítica conjunta con la obra homónima atribuida a Lope de Vega. Habría que esperar a 2011, sin embargo, para que apareciera el tercero de los volúmenes de las comedias calderonianas, El astrólogo fingido en sus dos versiones, ya con el nuevo diseño de la colección mantenido hasta la actualidad, y que establecerá un ritmo variable de publicación medio de dos obras por año.
Complementariamente, cabe destacar la creación en 2008, por parte de Arellano, de la revista académica Anuario Calderoniano (ACAL), o de la Colección BIADIG (Biblioteca Áurea Digital del GRISO), en 2010, en la que, junto con estudios monográficos y actas de congresos, se ofrecen ediciones críticas en formato digital de obras del Siglo de Oro. En el contexto operativo de las Humanidades Digitales, este tipo de edición de las obras de Calderón facilita, a través de los hipervínculos y demás herramientas multimedia, una anotación del texto que permite relacionar las ideas del autor con las de otros autores de su tiempo o, en un nivel más práctico, acceder a la mayoría de textos antiguos citados, a las obras de arte referenciadas o a las composiciones musicales con las que guarda relación el texto.
La exaltación de la cruz es la última de las comedias completas de Calderón editada por Ignacio Arellano. La edición crítica sigue el esquema ya establecido para cada volumen. Una introducción que consiste en un breve estudio literario, sin la intención de agotar todo lo que se pudiera decir de la obra, pero lo suficientemente claro y eficaz para su adecuada comprensión. En este caso, se fija el título y se descarta el de El triunfo de la cruz, con el que se ha venido confundiendo, a pesar de la sencilla razón “curiosamente no aducida en lo que se me alcanza por los estudiosos modernos”, de que “se trata de dos historias distintas, recordadas y celebradas en dos importantes fiestas distintas” (11). Además, se refieren los elementos necesarios para la comprensión de la trama argumental: fuentes y variantes, debate religioso y dimensión doctrinal, y aspectos técnicos de la puesta en escena, como son el vestuario, la gestualidad, la prosémica, la escenografía y la tramoya. La organización de los componentes de la obra “según criterios de conflictos binarios en la mayor parte de la trama” (15) permite a Calderón privilegiar “en el drama los motivos religiosos y los vaivenes de la Fortuna” (40), quizá los aspectos más significativos de este drama que no duda en recurrir a elementos propios del auto sacramental o de la comedia palatina para conseguir una puesta en escena espectacular, con sonidos de chirimías y órganos incluidos. A continuación, se incluyen unas breves glosas a la acción que constituyen una sinopsis métrica, esto es, una división de los actos y las escenas a partir del desarrollo mismo de la acción y del uso de las variantes estróficas, de las acciones y de los espacios que permiten ofrecer una propuesta de bloques escénicos definidos ante un texto que originalmente no sigue las reglas modernas de disposición textual. El siguiente apartado corresponde al estudio textual, es decir, al cotejo de todos los testimonios significativos existentes, manuscritos e impresos, a la consideración del estemma, a la reconstrucción de la transmisión textual, y a la justificación del texto base elegido. En el caso de La exaltación de la cruz, la importancia dramatúrgica de los debates religiosos para la comprensión de la comedia es la que lleva a considerar el manuscrito que los conserva en toda su extensión, y no las ediciones que los abrevian o suprimen de acuerdo con necesidades de la representación teatral, como el texto más coherente y cercano a la idea original del autor. Después, sigue una ceñida bibliografía que recoge exclusivamente las referencias citadas, para dar paso al texto propiamente editado, en el que prima la claridad. Las notas a pie de página son las mínimas, con la intención de evitar el espesor informativo y ofrecer un cuerpo de texto limpio en el que la economía de signos refuerce la eficacia significativa. La modernización del texto es estrictamente gráfica, con el límite lógico que impone la fonética. La puntuación y acentuación del texto busca la eliminación de ambigüedades y la aclaración del significado, conscientes de que la ecdótica no puede separarse de la hermenéutica, y lo que obliga al editor a tomar partido, pues es la actitud crítica que se espera de toda edición crítica. Finalmente, se añade el aparato de variantes, al que se remite con un asterisco, y un índice de notas.
Nos encontramos, pues, ante un proyecto editorial coherente y sistemático, en el que participan investigadores de todo el mundo, que pone a disposición las obras de Calderón perfectamente fijadas, sin dejar de atender a las dobles versiones, fruto del proceso de reescritura calderoniana o de las modificaciones sufridas en su recepción posterior, y que alcanza a la obra de otros autores auriseculares, como son Tirso de Molina, Lope de Vega, o Bances Candamo. Al estudioso, sin embargo, le hubiera gustado contar con una interpretación que diera sentido al conjunto de la obra más allá de la información concreta de cada volumen, pues, en el caso que nos ocupa, la unidad es exclusivamente metodológica; o una estructura general que aportara significado al magnífico plan de publicación. El pensamiento de Calderón lo exige y quizás pueda ser labor posterior.
CITA BIBLIOGRÁFICA: J. M. Pons, “Calderón de la Barca: Comedias Completas”, Revista Recensión, vol. 8 (julio-diciembre 2022) [Enlace: https://revistarecension.com/2022/09/07/calderon-de-la-barca-comedias-completas/ ]