Vols. 4 y 5 / julio-diciembre 2020 / enero-junio 2021 (Número doble) – ÍNDICE
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ARTÍCULO / INFORME. Autor: Sebastián Pineda Buitrago
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Con ocasión del Día de las Escritoras, la Biblioteca de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), de Madrid, ha organizado una exposición sobre Sor Juana Inés de la Cruz a partir de octubre de 2020. Se trata de una exposición bibliográfica sobre una de las autoras más representativas de la América hispana y de la cultura barroca del siglo XVII, en cuya obra se advierte una asombrosa universalidad que va desde el bilingüismo de sus villancicos en náhuatl (la lengua de los antiguos mexicanos) hasta cierto conocimiento del plano cartesiano (Descartes) y de ciertas técnicas ópticas (la linterna mágica del jesuita Atanasius Kircher). En su famoso poema Primero sueño hay una factura culturalista que acusa un evidente diálogo con el gongorismo, el conceptismo quevediano y la agudeza de Gracián y que hace de Sor Juana una auténtica representante del Siglo de Oro de nuestra lengua.
La Exposición de la Biblioteca de la AECID da cuenta del acervo que se conserva sobre esta autora en una de las bibliotecas europeas más nutridas en bibliografía hispanoamericana. El material escogido concierne a diferentes géneros literarios. Además, los libros se acompañan de una selección de poemas y fragmentos de sus obras en prosa que permiten al visitante apreciar su estilo y la variedad de temas tratados.
La exposición también incluye varias imágenes. Por ejemplo, el retrato póstumo pintado por el pintor oaxaqueño Miguel Mateo Maldonado en 1750 –pintado con base en el del artista español Juan de Miranda– en donde Sor Juana aparece sentada frente a un escritorio y con una biblioteca al fondo en donde se destaca, discretamente, un libro de Kircher. Como veremos a continuación, es posible que Sor Juana haya tenido ocasión de contemplar funciones de la linterna mágica en el Colegio de San Pedro y San Pablo, la principal institución de los jesuitas en la Ciudad de México, con la marquesa Leonor Carreto. Hay denuncias de la época en que se asegura que las veían salir a las 10 de la noche tras, seguramente, asistir a acaloradas discusiones en torno a los avances científicos que llegaban a través de la red de los jesuitas, y que hacían del Virreinato de la Nueva España una auténtica avanzada de la producción del conocimiento dentro del ex Imperio español.
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Sor Juana y la linterna mágica
El arte barroco tiene su correlato en una tecnología óptica y sonora que también podríamos llamar barroca. Los grandes filósofos del siglo XVII son, en su gran mayoría, ópticos y geómetras. Spinoza, el autor de una Ética demostrada según el orden geométrico (1677), pulía y repulía lentes en un taller de Ámsterdam. También la Conquista de América, un siglo antes, había sido y sigue siendo una conquista de imágenes. No lo ignoró la poeta novohispana Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695). En la Loa que antecede el “auto sacramental” del Divino Narciso, Sor Juana advierte que para conquistar a los indígenas mexicanos hay que seducirlos con los ojos, y así lo pone en labios de un personaje alegórico, la Religión (vestida de dama española) al explicarle a Occidente (un “indio galán”) el Sacramento de la Eucaristía: “Pues vamos. Que en una idea / metafórica, vestida / de retóricos colores, / representable a tu vista, / te la mostraré; que ya / conozco que tú te inclinas / a objetos visibles, más / que a lo que la Fe te avisas / por el oído; y así, es preciso que te sirvas de los ojos, / para que por ellos la Fe recibas”[1].
Para Margo Glantz, esta pedagogía visual inspiró todo el arte cristiano, desde los frescos de las Catacumbas y los vitrales de las Catedrales medievales hasta los autos sacramentales de Adán y Eva con los que el fraile franciscano Motolinía representaba a Adán y Eva en Tlaxcala en 1538. Tal pedagogía visual aumentó en el tiempo de Sor Juana para enfrentar la doctrina iconoclasta de la Reforma Protestante. En lo que sigue, indagaremos sobre el interés de Sor Juana por la cultura visual y, en especial, por linterna mágica y su introducción en Nueva España.
En el famoso poema Primero sueño (publicado por primera vez en Sevilla en 1692) está la primera descripción en español –entre los versos 873 y 886– de la percepción óptica de la linterna mágica, equiparable a la confusión de quien acaba de despertar y aún no reconoce el sueño de la realidad. La presencia de pirámides, círculos, esferas, espirales y triángulos en Primero sueño, más que del pensamiento pitagórico, obedecen al juego de luces de la linterna mágica. Conviene aclarar que la invención de la linterna mágica es un auténtico antecedente del cinematógrafo y del proyector de diapositivas. Aunque deviene del dispositivo óptico de la camera obscura, término acuñado por el astrónomo Johannes Kepler en el tratado Ad Vitellionem Paralipomena (1604) como antecedente del telescopio, la linterna mágica invierte el funcionamiento de la cámara oscura. Con tener ambos una forma cilíndrica, en lugar de usar una pantalla para captar la imagen, la linterna mágica usa una lámina para proyectar imágenes pintadas con colores translúcidos sobre recortadas piezas de vidrio. Mediante una luz reflejada en su interior, la linterna mágica proyecta en una pared 12 imágenes a la vez de un único objeto, digamos, de un soldado o de un esqueleto grabado en los trozos de vidrios, lo que sin duda resultaba muy vivo y amenazante para los espectadores del siglo XVII.
Para Friedrich Kittler, una arqueología de los medios ópticos que tenga en cuenta la perspectiva lineal renacentista, la camera obscura y la linterna mágica, confirma lo que Martin Heidegger intentó pensar con el concepto básico de representación (Vorstellung), es decir, el cogito ergo sum: «soy porque puedo representar cualquier cosa que se me presente»[2]. Y el dispositivo técnico que representa la representación en sí misma (en lugar de la realidad) fue en tiempos de Sor Juana la linterna mágica, como ahora lo es la pantalla del ordenador o del teléfono. La imagen de algo, su representación, se deslizaba dentro de aquella caja negra y se iluminaba con una luz que proyectaba una representación de esta representación, una imagen de esta imagen, sobre la pared. Tal representación parece ser lo que Sor Juana poetiza en Primero sueño.
Ahora bien, ¿cómo llegó la linterna mágica a la Nueva España? A partir de 1633, cuando aún todos los caminos conducían a Roma («Tutte le strade portano a Roma»), Atanasius Kircher, desde el Collegio Romano, aprovechó la red planetaria de misioneros jesuitas para recibir, transmitir y construir una auténtica enciclopedia universal. México desde luego fue un nodo muy importante en esa red. Era el principal virreinato del ex Imperio español, un virreinato que para entonces ejercía literalmente una centralidad planetaria: en el puerto de Acapulco en el Pacífico fondeaban galeones de la Nao de la China (Filipinas e Indochina), cuyos productos atravesaban el altiplano central (Sor Juana vivió entre la Ciudad de México y Puebla) y se fundían a su vez con otros productos de las milenarias culturas indígenas mesoamericanas, para nuevamente zarpar desde el puerto de Veracruz a través de las rutas del mar Caribe que conectaban con España y el resto de Europa.
Kircher tuvo varios corresponsales en México desde 1655, empezando por el jesuita francés avecindado en Puebla, François Guillot (castellanizado como Francisco Ximénez), quién había estudiado con él en Avignon. Guillot le dio a leer los libros de Kircher a un jesuita de origen poblano, Alexandro Favián, y éste de inmediato comenzó a cartearse con el jesuita alemán[3]. En mayo de 1663 Kircher le envió desde Roma hasta Puebla instrumentos ópticos (microscopios, telescopios y espejos). A cambio, sin moverse de Roma, Kircher recibía del jesuita poblano iguanas disecadas, ajolotes (āxōlōtls) y muestras de herbarios. Por lo demás, ya esta red jesuita de conocimiento enciclopédico la había puesto en práctica el padre José de Acosta en Historia natural y moral de las Indias (Sevilla, 1590), en donde comparó la escritura de los chinos y japoneses con la de incas y aztecas, para concluir que las letras del alfabeto grecolatino no eran extrapolables a los jeroglíficos o a otros sistemas de escritura. Acosta anunció mucho antes que Derrida que la tecnología del alfabeto grecolatino –la representación visual del habla humana– amenazaba extenderse por el mundo para estandarizarlo.
En 1671, en la segunda edición del tratado Ars magna lucis et umbrae (Gran arte de la luz y la sombra), Kircher dató la linterna mágica con el nombre de smicrocopin. Pero al diseñar lo que también llamó “polymontrale katoptrische Theater” (“teatro catóptrico polimontable”), un gabinete en cuyos cuatro lados había espejos de distintos tamaños que actuaban como ventanas hacia un mundo infinito de imágenes y que, por medio de una manivela (que estaba situada en uno de los lados), se ponían en marcha marionetas, esculturas o calaveras, el polifacético Kircher no estaba interesado en entretener a sus hermanos y padres de la Compañía con una secuencia cinética de la pasión de Cristo[4]. No. En realidad, la linterna mágica de Kircher escondía una criptología o estenografía (escritura secreta con luz), es decir, buscaba un sistema de comunicación telegráfica que garantizara una comunicación perfectamente secreta entre los miembros de su élite militante. Es cierto que hasta 1794 se puso en práctica el telégrafo óptico (lo que le permitió a Napoleón dividir infantería, caballería y artillería para invadir toda Europa), pero ya en 1671 Kircher acariciaba algo parecido para su Orden religiosa, no en vano fundada por un general.
Como sabemos, Ignacio López de Loyola (1491-1556) empezó siendo un militar. Defendió a Pamplona de los franceses. En 1548, ocho años después de recibir la aprobación papal para fundar la Compañía de Jesús como un régimen militar (Regimini Militantis), Loyola publicó el manuscrito de los Ejercicios espirituales. Se trata de un libro, como bien lo vio Roland Barthes, opuesto a todos los libros: pues es un manual dispuesto en cuatro textos en el que el estilo parece inexistente. Deliberadamente, los Ejercicios es un libro mal escrito como si, para Loyola, escribir mal significara pensar bien[5]. Pues si la Reforma protestante nació como consecuencia de la imprenta, y si para Lutero la única autoridad era la palabra impresa en la Biblia, Loyola ya no quiso una fe fundada en el oído (auditium verbi Dei, is este Fidel: solo el oído es el órgano del cristiano), sino una fe fundada en la visión. Básicamente, es el discurso de la dama española al indígena mexicana en la Loa que antecede al Divino Narciso de Sor Juana: “[…] ya / conozco que tú te inclinas / a objetos visibles, más / que a lo que la Fe te avisas / por el oído; y así, es preciso que te sirvas de los ojos, / para que por ellos la Fe recibas”.
Lo curioso es que el catolicismo contrarreformista de los Ejercicios de Loyola, estéticamente estéril y oscuro, contrasta con la fertilidad y luminosidad de la producción poética y pictórica de la época. El Padre Jerónimo Nadal (1507-1580), el primer exégeta de los Ejercicios, sorprendió con una emblemática en el tratado póstumo Evangelicae Historiae Imagines (1593), en el que se combina textos e ilustraciones y hay hasta un juego de écfrasis[6]. Góngora, según Alfonso Reyes, hizo versos por el solo placer de halagar la vista con la suave mezcla de lo blanco y de lo rojo[7]. Si los positivistas del siglo XIX acusaron a Sor Juana de incomprensible y oscura, no advirtieron que su preocupación por las cualidades sensoriales de las ideas, por iluminar sistemas filosóficos y que su fascinación por la linterna mágica, la convertían en la poeta menos oscura en el sentido inmediato de la palabra. La percepción óptica de la linterna mágica, que equiparable a la confusión de quien acaba de despertar y aún no reconoce el sueño de la realidad. Leamos los versos 873 y 886 de Primero Sueño:
Así, linterna mágica, pintada / representa fingidas / en la blanca pared varias figuras / de la sombra no menos ayudadas / que de la luz: que en trémulos reflejos / los competentes lejos / guardando de la docta perspectiva / en sus ciertas mensuras, / de varias experiencias aprobadas / la sombra fugitiva, / que en el mismo esplendor se desvanece, / cuerpo finge formado / de todas dimensiones adornado / cuando a un ser superficie no merece.
Darío Puccini, además de encontrar en estos versos oposiciones binarias entre efectos ópticos y efectos acústicos, halla también un vínculo entre las imágenes de Sor Juana con la pintura y la escultura de la época. La “docta perspectiva” puede ser tanto la “dulce perspectiva” del Renacimiento italiano –la perspectiva lineal y el punto de fuga– como la “dudosa perspectiva” de Calderón[8]. La representación luminosa en una pared de cuerpos fingidos y sombras fugitivas, en virtud de la tecnología de la linterna mágica, llevan a Sor Juana a decir que “el mismo esplendor se desvanece”. Ya para 1636, según Ernst Robert Curtius, ese “esplendor desvanecido” podría haber coincidido con la decadencia imperial representada simbólicamente en La vida es sueño (1636) de Calderón, ya que de la misma manera en que el protagonista Segismundo creció encadenado por su padre en una torre aislada con el propósito de prepararse para gobernar, la monarquía española fue arrancada violentamente de la «marginalidad peninsular» de su existencia y llevada al centro de la vida europea convirtiéndose en “señora de pueblos extraños”[9]. Más allá de interpretaciones colonialistas o decolonialistas, la linterna mágica también remite a nuestra moderna imagen del mundo.
Entre 1690 y 1691, en la «Carta de Sor Filotea», un texto fundacional de la crítica hispanoamericana, Sor Juana se enfrenta a la prohibición bíblica de que las mujeres no deben enseñar, para aclarar que San Pablo no prohibió que las mujeres no estudiaran para saber. Sor Juana cita también un pasaje de la Biblia (Timoteo, 2:11) según el cual, se admite que la mujer debe aprender en silencio (Mulier in silencio discat), de modo que la prohibición de enseñar sólo tienen que ver con no publicitarse desde los púlpitos (Mulieres in Ecclesiis taceant, o las mujeres en la Iglesia callan). Al admitir de mala gana que no sea lícito que las mujeres sermoneen desde el púlpito y causen conflicto con su presencia en aulas y salones de clase al contacto con otros varones, Sor Juana entonces propone que las mujeres estudien, escriban y lean privadamente. Con lo cual parece anunciar la educación a distancia o e-learning:
“[…] Y no hallo yo que este modo de enseñar de hombres o mujeres pueda ser sin peligro [se refiere al fracaso del método mixto y presencial de enseñanza], si no es en el severo tribunal de un confesionario o en la distante docencia de los púlpitos o en el remoto conocimiento de los libros, pero no en el manoseo de las inmediaciones”[10].
Preguntémonos si Sor Juana, cuando prefiere que las mujeres aprendan “en el remoto conocimiento de los libros, pero no en el manoseo de las inmediaciones”, no resulta un antecedente avant la lettre ya no sólo de la educación virtual (e-learning), sino también del «ciberfeminismo». Para responder a esta pregunta hace falta que en el principal poema de Sor Juana, Primero Sueño, reconozcamos, según el crítico Antonio Alatorre, una teoría del cuerpo, es decir, de las particularidades anatómicas-fisiológicas del cuerpo humano cuando está dormido, y más exactamente un abandono del cuerpo para poder pensar a plenitud[11]. Ya no se trata de disfrazarse de hombre, cortarse el pelo y neutralizar su sexualidad bajo el hábito monjil; tampoco de apoderarse de los valores masculinos, ni de defender a las mujeres y anticipar el feminismo moderno como pensaba Octavio Paz[12]. No. Ahora se trata de abandonar la condición fisiológica, desprenderse de las necesidades sexuales y alimenticias del cuerpo animal (macho o hembra), para concentrarse totalmente en las facultades cognitivas. Si algo profetiza es la «singularidad» entre los versos 192-203 de Primero Sueño dice Sor Juana: “…en sosegada calma, / un cadáver con alma, / muerto a la vida y a la muerte vivo”. Es decir: una inteligencia ya liberada de los afanes mundanos.
Para pasar del dormir al soñar se requiere una conexión entre lo fisiológico y lo psicológico. Sor Juana hace una descripción detallada de cómo el proceso de la circulación de la sangre y de la digestión en el estómago se ponen durante el sueño en piloto automático, por así decirlo, para permitir que la sangre y la flema transmitan al cerebro los datos de los cinco sentidos. El cerebro los almacena y procesa mediante la memoria, donde además están guardados los datos de la vida despierta, de manera que el producto de cualquier sueño (onírico) es un ars combinatoria, una combinación de recuerdos y deseos, es decir, de datos acústicos y ópticos similares a los que transmite la pantalla de una computadora (o, en su tiempo, la linterna mágica de Kircher). En otras palabras, Sor Juana concibe su poema Primero Sueño como una posibilidad de situarse en un mirador altísimo para ver todas las cosas del mundo (para hacer una «simulación»).
En resumen, una pedagogía visual basada en Sor Juana supondría que el acceso al gran conocimiento se adquiere no tanto en un abandono de la vida despierta o racional, sino en un abandono de las incomodidades fisiológicas y corporales (¿sexuales?) que conlleva el contacto con otros cuerpos (la presencialidad). O dicho con sus propias palabras en «Respuesta a Sor Filotea»: para aprender realmente y sobre todo para que las mujeres aprendan y enseñen se necesita, no el manoseo de las inmediaciones, sino el remoto conocimiento de los libros sean impresos o, como ahora, digitales.
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Bibliografía
Alatorre, Antonio (ed.), “Introducción” a Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas. T. I. México, FCE, 2009.
Barthes, Roland, Sade, Fourier, Loyola [1971], trad. Alicia Martorell, Madrid, Cátedra, 2010.
Campa, Pedro F., “La génesis del libro de emblemas jesuita”, en Literatura emblemática hispánica: actas del I Simposio Internacional, Sagrario López Poza (ed. lit.), 1996, pp. 43-60.
Glantz, Margo (ed.), Sor Juana Inés de la Cruz, Obra selecta, Caracas, Ayacucho, 1986.
Kittler, Friedrich, Optical Media. Berlin Lectures, 1999, trad. Anthony Enns, Polity Press, 2010.
Olivares Zorrilla, Rocío, “La poética matemática en Sor Juana”, en La producción simbólica en la América colonial : interrelación de la literatura y las artes, José Pascual Buxó (ed.), México, UNAM-CONACYT, 2001, pp. 145-160.
Osorio Romero, Ignacio, La luz imaginaria. Epistolario de Atanasio Kircher con los novohispanos, México, UNAM, 1993.
Puccini, Darío, “Pinceles de Sor Juana”, Vuelta, n. 114 (mayo, 1986), pp. 25-28.
Reyes, Alfonso, Tres alcances a Góngora, en Obras Completas VII, FCE, México, 1958.
Soriano Vallès, Alejandro (ed.), Sor Filotea y sor Juana Cartas del obispo de Puebla a sor Juana Inés de la Cruz, Fondo Editorial del Estado de México, Toluca, 2014.
Zielinski, Siegfried, Arqueología de los medios. Hacia el tiempo profundo de la visión y la audición técnica, trad. Álvaro Moreno-Hoffmann, Bogotá, Universidad de los Andes, 2001.
NOTAS:
[1] Sor Juana Inés de la Cruz, Obra selecta, ed. Margo Glantz, Caracas, Ayacucho, 1986, p. 326.
[2] Cf. F. Kittler, Optical Media. Berlin Lectures, 1999, trad. Anthony Enns, Polity Press, 2010, pp. 75-76.
[3] Cf. I. Osorio Romero, La luz imaginaria. Epistolario de Atanasio Kircher con los novohispanos, México, UNAM, 1993.
[4] Cf. . S. Zielinski, Arqueología de los medios. Hacia el tiempo profundo de la visión y la audición técnica, trad. Álvaro Moreno-Hoffmann, Bogotá, Universidad de los Andes, 2011, p. 171.
[5] Cf. . R. Barthes, Sade, Fourier, Loyola [1971], trad. Alicia Martorell, Madrid, Cátedra, 2010, p. 93.
[6] Cf. P. F. Campa, “La génesis del libro de emblemas jesuita”, en Literatura emblemática hispánica: actas del I Simposio Internacional, Sagrario López Poza (ed. lit.), 1996, pp. 43-60.
[7] Cf. A. Reyes, Tres alcances a Góngora, en Obras Completas VII, FCE, México, 1958, p. 187-188.
[8] Cf. D. Puccini, “Pinceles de Sor Juana”, Vuelta, n. 114 (mayo, 1986), pp. 25-28.
[9] Cf. E. R. Curtius, Problemas de la cultura española actual [1926], en Escritos de humanismo e hispanismo, ed. de Antonio de Murcia, Madrid, Verbum, 2011, p. 9.
[10] Sor Juana, “Carta a Sor Filotea”, en Alejandro Soriano Vallès (ed.), Sor Filotea y sor Juana Cartas del obispo de Puebla a sor Juana Inés de la Cruz, Fondo Editorial del Estado de México, Toluca, 2014, pp. 217-318 [las negrillas son nuestras].
[11]Antonio Alatorre, Antonio (ed.), “Introducción” a Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas. T. I. México, FCE, 2009, p. 23.
[12] Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe [1982], México, Planeta, 1993, p. 159.
CITA BIBLIOGRÁFICA: S. Pineda Buitrago, “Sor Juana y la linterna mágica: a propósito de una exposición en la Biblioteca de la AECID», Recensión (Número doble), vols. 4-5, Madrid, Recensión, 2021 [Enlace: https://revistarecension.com/2021/01/17/sor-juana-y-la-linterna-magica-a-proposito-de-una-exposicion-en-la-biblioteca-de-la-aecid/ ]