EN PORTADA. Autores: Pedro Aullón de Haro y Jaime Caralt Rodrigo
Vol. 12 / julio 2024
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I
La musicología en el ámbito hispánico ha estado tradicionalmente aquejada de limitaciones y carencias usualmente mejor superadas por la investigación y sus consiguientes derivaciones en otros ámbitos como el germánico, el anglosajón y, dentro, del romanístico, el francés y, por supuesto, el italiano.

Esto es un hecho histórico, no una deficiencia de transmisión o de ocultación más o menos intencionada, como desgraciadamente ha sucedido en otros campos o momentos de la ciencia humanística. Este último ha sido, por cierto, el caso importantísimo de la Historia de las Ideas, que no pocos la difunden o tienen por simple invención francesa o norteamericana sin observar una arraigada tradición hispánica que tiene como poderosa razón de ser no solo la de su culminación original en el último cuarto del siglo XIX, por obra de Menéndez Pelayo, sino la de su extensión durante el siglo XX. No es ahora el caso entrar en ello, pero acaso convenga indicar, concomitancias aparte, que bien distintas son las posibilidades de esas historiografías intelectuales modernas definibles como Historia de las Ideas, de la Cultura, de las Mentalidades…, o más recientemente de los Conceptos, esta última en realidad, en contra de lo que a primera vista pudiera parecer, la menos individualizable de todas ellas tanto por ser parte del utillaje inmediato de todas las anteriores como por identificar la posibilidad menos nítida y efectiva en el marco terminológico que definen los diferentes campos y disciplinas. Piénsese, y no es materia entre cualesquiera otras dentro de la esfera epistemológica que nos ocupa, en la Estética, disciplina fundada sobre las entidades mayores de Idea y Categoría, que ya por principio, y no digamos en derivaciones técnicas posibles, invalidan la selección del Concepto como entidad fundamental. Diferente asunto es la fórmula mixtificadora de una posible Historia Intelectual, cuyos pivotes fundamentales constitutivos solo pueden girar, bien sobre una idea general de crítica (tal vez de forma predominante sociopolítica) o de sumarización parcial de disciplinas en tanto que sustentan un criterio distintivamente crítico o aplicativo en alguno o varios de sus sectores internos. Baste con lo referido, pero adviértase que es asunto muy importante en Ciencias humanas, en su sostenimiento, actualmente tan dificultoso.

Actualmente hemos podido afirmar con alguna especial consideración que el patrimonio general disponible en ciencias humanas cuenta en lengua española con un haber insuperado, ello en razón, entre otras cosas, de una amplia dedicación traductográfica sin cortapisas ni ideológicas ni idiomáticas, a diferencia de lo que ha venido ocurriendo durante la segunda mitad del siglo XX y hasta hoy en casi todos los demás grandes idiomas europeos, en su mayoría cerrados de una u otra manera sobre sí mismos.
Ahora bien, la Historia de las Ideas, más allá de cuestiones de orígenes y fundamento es un género intelectual que, como no podía ser de otro modo, atañe finalmente a las diferentes instancias conceptuales y disciplinares, y por tanto al pensamiento acerca de la música. Pues bien, en lo que se refiere al campo musicológico, la Historia de las Ideas al igual que la Musicología en general ha padecido, como decíamos, de grandes carencias y limitaciones en el mundo hispánico, lo cual ha condicionado en su parte correspondiente la vida intelectual y académica de lengua española. A grandes rasgos, y aun pecando por simplificación, el hecho es que así han sucedido las cosas.

Es necesario afrontar una concepción epistemológica no aislacionista de la música. La música, no es un arte que, al amparo de su lenguaje técnico, deba o pueda alejarse fundamentalmente de las demás artes mayores; ni un objeto disciplinar que pueda sustraerse a la normalidad de una ordenación disciplinar sujeta a los criterios de la ciencia humanística, pues es objeto de esta naturaleza y diríamos que casi tan esencial como el lenguaje verbal, los productos del lenguaje verbal. El estudio musicológico, diferente de la mera producción de música como realidad viva, ha de estar sujeto a los criterios histórico, teorético y aplicativo en tanto regímenes disciplinares conexos al tiempo que distintos en su matizado fundamento y metodología, al igual que cualquier obra literaria o plástica o cualquier serie de las mismas. Es decir, tal como el curso natural humanístico ha establecido: Historia de la Música, Teoría o Poética de la Música y Crítica de la Música, más los despliegues metodológicos, comparatistas, teoréticos y/o históricos que de las entidades enunciadas se derivan, así la Historia de las Ideas, relativa a la Teoría o Poética, no al lenguaje técnico, que sería como la estricta gramática del lenguaje verbal, sino al lenguaje en tanto idea o razón conceptualizable. Ciertamente existe un hiato de naturaleza entre música y concepto, pero obsérvese que existe de manera análoga en todo objeto artístico, incluso el verbal.

Más allá de asuntos epistemológicos, se pudiera decir que las carencias característicamente españolas de infraestructura académica y científica, solo paliadas modernamente por la actividad de unas pocas notables figuras como Pedrell, Barbieri o Menéndez Pelayo, han resultado difícilmente superables. Pese que hablamos de una tradición en la cual se localizan nada menos que Francisco Salinas o Tomás Luis de Victoria. Operaciones extensas y costosas pero aisladas como la recuperación del Barroco musical hispanoamericano, con detalladas investigaciones en los archivos históricos albergados en capillas, no han transformado significativamente, ni podían hacerlo, el orden de las cosas. Tampoco la restitución, o comienzo de restitución de grandes figuras de la cultura musicológica moderna, sin duda el caso del universalista Antonio Eximeno entre los autores teóricos, pueden por sí mismos enderezar una situación administrativa estructuralmente mal desarrollada. El acoplamiento retardatario entre institución educativa musicológica (de otra parte ciertamente contrarrestado por un fuerte arraigo en el orden local y popular de las “academias”), y la institución universitaria es parte fundamental de una prolongada disfunción cuya penuria subsiste aunque lentamente tiende a subsanarse. Y lo principal, naturalmente, es comenzar por reconocer las deficiencias a fin de proponer modos posibles de subsanación.

Pero si el pensamiento ancla o bien sobrevuela las instituciones académicas, sucede sin embargo que las razones del horizonte del conocimiento y de originalidad intelectual ofrecían posibilidades importantes frente a una investigación no hispánica que empezaba por el error frecuente de ignorar no solo la realidad hispánica sino que además, y en parte como consecuencia de esto último, no disponía de una visión suficientemente amplia ni desprejuiciada. Probablemente, una autosatisfacción desenfocada y prematura sumada a un insospechado desconocimiento en los tratamientos en el campo de la Historia de las Ideas, ha dado lugar a una resolución individualista, aunque alentada desde cierto medio intelectual, que en principio pareciera insospechada. Acaso unas últimas décadas de lenta pero paulatina reconstitución académica musicológica ha facilitado en algo la toma de nuevas decisiones, entre las cuales la que nos trae nos parece decisiva.
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II
¿Cuál es la posibilidad de una organización del cuerpo del pensamiento musical occidental? El libro de Enrico Fubini La estética musical desde la Antigüedad hasta el siglo XX es obra tan valiosa como limitativa en tanto selección histórica de ensayos e historizaciones propias que, para empezar, no incluye el siglo XX y, con todo, actualmente es de reconocer permanece ocupando un lugar histórico tan necesario como pretérito.
Pues bien, una interesantísima maniobra de sobreposición, sin duda a partir de un intento de resolución de grandes carencias ha venido a dar respuesta a una deficiencia de primer orden mediante el extenso y general volumen sobriamente titulado Idea de la Música, libro que abarca, en 800 apretadas páginas, la historia completa del pensamiento occidental acerca de la música. La obra, de Enrique Llobet, ha merecido en 2024 el XV Premio Juan Andrés de Ensayo e Investigación en Ciencias Humanas. Y lo que pareciera una aportación de superación de la circunstancia española e hispánica frente a algunas opciones previas anglosajonas, se ha venido a revelar como una resolución superadora en su valor de referencia general. Porque la situación internacional no era tan halagüeña como se pudiera creer, quizás al amparo de una gran enciclopedia de uso generalizado.

Idea de la música, como su título, en cierto modo, deja entrever, es un compendio de escritos en torno a los aspectos cercanos al concepto mismo de la música, es decir materiales procedentes de todas las épocas de la cultura occidental, desde la Grecia antigua hasta los tiempos recientes. Lo cual presupone que para seleccionar los textos no ha prevalecido el posible interés restrictivo e instrumental del musicólogo, sino el más amplio y general de la historia del pensamiento, de sus ideas y argumentos decisorios y representativos. Esto no significa, evidentemente, que para el musicólogo resulte obra subsidiaria, o prescindible, pues además de cubrir un vacío en lengua castellana la idea misma de la música también es asunto esencial de su incumbencia. Esto quiere decir, en cambio, que en las épocas cuyos escritos musicales se orientaban, casi exclusivamente, hacia cuestiones de la práctica musical, lo recogido no será aquello que da fama a un determinado tratadista, sino aquellas otras cuestiones generales de concepto en las que la musicología tiene menos costumbre de detenerse. Tal es el caso de la tratadística bajomedieval, y muy especialmente de su precedente en la enorme figura de Guido de Arezzo. Por el contrario, las épocas en que se forman aspectos esenciales de la cultura, como es el caso de la Grecia antigua, o aquellas otras en que se sometieron a revisión tales aspectos, como sucedió durante el Romanticismo, proporcionan una coincidencia mucho más exacta entre los criterios de selección usados y la relevancia musical más frecuente. En fin, no es lo mismo música que pensamiento sobre la música.
Los aspectos y cuestiones reconstruidos mediante selección, vienen por tanto determinados en función de los conceptos de música históricamente determinables. Tales cuestiones se refieren en primer lugar a la idea de música y a la relevancia misma de ésta y de la disciplina, ya sea en su función social educadora, ya sea en su capacidad explicativa de otras disciplinas, o incluso, siguiendo la larga tradición pitagórica, la posición de la música en relación directa con el orden del universo, y por tanto en tanto ha sido propuesta como herramienta para explicarlo. Es sobre este último aspecto donde se han incluido textos que cuentan entre los más especializados, pues el racionalismo de la cultura occidental ha vinculado la música con las matemáticas, cosa que ha vertebrado un desarrollo científico. En cualquier caso la explicación matemática de la música plantea algunos problemas irresolubles, relativos sobre todo a la división exacta de los intervalos, y abre el asunto de los diversos sistemas de afinación, capaces de ofrecer respuestas parciales, y también el viejo dilema, nunca cerrado del todo, entre aristoxénicos y pitagóricos, esto es, si la corrección ha de juzgarse por el oído o por la razón. No se ha pretendido en esta selección de textos hacer un compendio de los diversos sistemas de afinación históricos, cosa por cierto ya excelentemente tratada en castellano, pero sí de las principales argumentaciones que han jugado para sustentarlos o cuestionarlos. Está también, desde luego, la posibilidad de concebir la música en un papel social meramente secundario, en cuanto simple ornato, y a este respecto se recoge lo que expuso en su día Castiglione, o su, hasta cierto punto, análogo español Sánchez de Arévalo.

Un aspecto que se ha considerado en la obra vinculado al núcleo temático definitorio, es lo referente a la relación de la música con la palabra, asunto que ya de por sí, en el fondo, participa del fundamento de la formación de esta obra. La posibilidad de explicar la esencia de la música sirviéndose de argumentaciones verbales, no será en general cuestionada hasta el romanticismo, pero de otra parte la relación de la música con la palabra cantada abre un abanico de posiciones teóricas diversas y a menudo fuertemente polémicas cuya centralidad e importancia histórica resulta insoslayable, en primer lugar porque la música cantada se encuentra en el origen mismo de la música que conocemos y, en segundo lugar, porque las exigencias verbales y las exigencias puramente musicales corresponden a ámbitos difícilmente reconducibles a la unidad, tanto en la forma como en el fondo. La ópera ha ofrecido un terreno donde dicha disparidad de ámbitos resultó fértil en polémicas, con las exigencias musicales y literarias empujando en direcciones distintas, hasta cristalizar en la pretendida síntesis wagneriana en torno a la idea de drama, que sin embargo ni resultó aceptada por todos, ni mucho menos definitiva. Pero también en otros géneros la música cantada ha ofrecido interesantes polémicas, como la conocidísima Artusi-Monteverdi, o la posterior y mucho menos conocida controversia de Valls, salida a la luz gracias a las investigaciones de José López-Calo y aquí reconocida. Existe, además, la teoría compartida por Rousseau y Eximeno, según la cual el fundamento mismo de la música no se encontraría en la matemática, sino en la entonación del lenguaje hablado.
Si el criterio de selección de todos estos escritos es temático, el modo de ordenarlos ha sido cronológico y separado por épocas. Esto no implica una contradicción metodológica, ya que un mismo asunto resulta tratado de manera sustancialmente distinta en cada periodo histórico, e incluso el significado de términos esenciales como “arte”, “armonía”, “imitación”, “expresión”, etc., permanecen sujetos a notables evoluciones, aspectos que nótese resultarían confusos en una ordenación atemporal puramente temática. Además de esto, la ordenación por épocas permite comprobar la activación o no de cada uno de tales asuntos según el momento y, lo que quizás resulte más curioso, la traslación de todo un argumentario a una situación cultural transformada, como el que acontece desde la Antigüedad clásica al primer cristianismo.
A este respecto, el criterio de ordenación y selección que en esta obra se ha seguido no coincide con ninguna de las tres grandes compilaciones existentes de pretensión relativamente parangonable, esto es la de Strunk, la de Liippmann y la de Katz y Dahlhaus, todas ellas en lengua inglesa y todas ellas por cierto incluso más extensas que la actual Idea de la Música de Llobet. Las describiremos con brevedad enumerativa, solo en lo más imprescindible para el caso.
Source Readings in Music History, de William Strunk, presenta una colección de textos ordenados por épocas, y cuyo contenido refleja también lo que en cada una de ellas resultaba más destacado tratar. No tiene intención de ofrecer una continuidad en los asuntos, constituyéndose así en obra de consulta para la temática característica de cada momento pero sin otra pretensión orgánica que la sucesión temporal de las épocas.
Musical aesthetics: a historical reader, de Edward A. Lippman, ordenada en tres gruesos volúmenes distribuidos por épocas, recogiendo el primero desde la Antigüedad al siglo XVIII, el segundo el siglo XIX y el tercero el siglo XX, pareciera un intento de ofrecer una alternativa a la en realidad caótica dispersión temática de Strunk, pues ordena la estructura de cada volumen según asuntos tratados en cada periodo.

Por último, Contemplating Music: Source Readings in the Aesthetics of Music, de Ruth Katz y Carl Dahlhaus, publicada en inglés como las anteriores, probablemente buscando competir con estas en un ámbito internacionalizado y pese al origen germánico del segundo de los autores, efectúa en cuatro volúmenes un paso más drástico en la dirección apuntada por Lippman, pues la ordenación principal es exclusivamente por materias, con epígrafes tales como “sustancia e importación”, “esencia y diferencia”, “afecto y expresión”, incluyendo en cada uno todas las diversas épocas susceptibles de tratamiento sin distinción o separación, si bien ordena cronológicamente los textos. Se trata, por tanto, de un planteamiento orientado hacia la idea abstracta más que a la visión de histórica de materias, ideas o problemas.
Idea de la música, por tanto, no pretende situarse en el extremo último y más reciente de esta bibliografía anglosajona, sino fundar una reconstrucción distinta, de base segmentadamente histórica reduciendo esta, momento a momento, a un orden de ideas-conceptos-argumentos, a una tematización de contenidos que permanece histórica. Esto, aparentemente muy sencillo, ciertamente no lo es tanto, pero se comprenderá ofrece grandes virtualidades tanto internas, orgánicas, como externas de cara a la historia del pensamiento y las ideas, a la naturalidad histórica de las artes e incluso de la cultura.
La introducción de Idea de la Música, propone un epígrafe dedicado a facilitar el acceso al lector general o no especialista, con informaciones como una tabla de equivalencias entre las diferentes palabras usadas a lo largo de los siglos para denominar unos mismos intervalos, además de explicaciones fundamentales de acústica que son condición de ciertos argumentos. Esto orienta y atiende debidamente la función de una obra que se quiere, como es propio de la Historia de las Ideas, general y tanto de principio como de resultado eficientemente comparatista y abierto a la comunicación inmediata interdisciplinar.
La autoría de los textos recopilados pudiera calificarse de pluridisciplinar: como necesariamente ha de ser, se reúnen escritos de tratadistas, de compositores, de filósofos, incluso de científicos, pues no se pretende que determinados asuntos queden reservados a un determinado ámbito de actividad intradisciplinar, el musicológico, cosa que ciertamente ha constituido uno de los mayores males de este campo disciplinar.
La época más reciente es tratada de forma no recopilatoria, aunque sí mediante convenientes citas textuales, dando ocasión al autor de ofrecer un discurso contemporáneo propio guiado por el original esfuerzo de agrupar sintéticamente las líneas de tendencia dentro de la enorme dispersión de los ismos de la vanguardia musical. Hay por lo demás, tanto en este capítulo final como en el introductorio, unos cuantos esquemas novedosos que intentan ordenar visualizados aspectos tales como la diferencia de percepción de los asuntos musicales entre el mundo antiguo y el de la época moderna, más estático aquel y más unidireccional de comunicación este último, o la dispersión de este planteamiento durante la época de las vanguardias, con el consiguiente debilitamiento de la tradicional línea comunicativa, e incluso también, la implementación del aspecto racional en la propia música a lo largo de la historia, a través de unos pocos escalones, primero de construcción, y a partir del Romanticismo de desmontaje, lo que no por simple deja de resultar bastante explicativo. La conclusión del autor es que este último proceso puede darse, desde hace ya bastantes décadas, por concluido.
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III
Aunque resulte evidente, acaso convenga señalar los ámbitos culturales que no están presentes en esta obra centrada en la civilización occidental, esto es la ausencia del Asia extrema y, también, el ámbito bizantino y su continuación en el cristianismo oriental, materia que sería susceptible de una discriminación más amplia que la aquí se ofrece. Por lo demás, no es tratada la disciplina musical islámica, de la que apenas se ofrece alguna fugaz mención relativa a culturas musicales del Asia oriental. Afrontar estos sectores tan dispares se encontraría fuera de campo en esta obra y, por lo demás, solo contemplable apelando a una comparatística diferente, posterior y de naturaleza hoy por hoy ignota, meramente acumulativa o enciclopédica. El que la Historia de las Ideas responda a propósitos anclados en la visión comparatista, la consecución comparatista en todas sus consecuencias y términos nos es acorde, frecuentemente, como es aquí el caso, a un desenvolvimiento adecuado y convincente de la Historia de las Ideas.
Idea de la Música ha resuelto no solo un problema matizadamente disciplinar y una más que notable aportación de campo, sino que además su autor lo ha llevado a término con la debida independencia de criterio y selección y susbsanando con mesura y rigor la ausencia hispánica instalada hasta ahora en el género de las obras generales, todas ellas de lengua inglesa. Ello constituye no solo un importante avance constructivo sino además la puesta a disposición del lector culto y de la ciencia humanística de un instrumento más perfecto y manejable, más útil y objetivo.

CITA BIBLIOGRÁFICA: P. Aullón de Haro y J. Caralt Rodrigo, «Idea de la Música», Recensión, vol. 12 (julio-diciembre 2024) [Enlace: https://revistarecension.com/2024/09/07/idea-de-la-musica/ %5D