MARÍA ZAMBRANO Y HANNAH ARENDT SOBRE LA METÁFORA

Vol. 12 / julio 2024
ARTÍCULO / ENSAYO. Autora: Gloria Bosch Roig

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Muy bien ha sintetizado Ana Cecilia Ballerstaedt en su ensayo platónico publicado en Rencensión (n. 11): «La distinción entre Ideas y sensibles es una transversal indudable en la obra de Platón. Su pensamiento se encuentra en más de un sentido fundamentado en ella, y en los diálogos, sobre todo los llamados “de madurez”, el tema es recurrente. Textos como el Fedón y el Fedro desarrollan la teoría de las Ideas o Formas, que pone a la vista la existencia de una realidad superior a la corriente, es decir, de una profundidad ontológica mayor. Esta otra realidad pertenece al reino de lo inteligible, que, a diferencia del sensible, es diáfana y aprehensible al entendimiento. Dicha disparidad no impide que Platón vincule estas dos nociones en sus argumentaciones. Al contrario, las integra y tematiza paralelamente, a veces de un modo implícito, otras más bien explícito, dependiendo siempre del contexto en el que se encuentren al momento de su desarrollo».

COLLAGE RETRATOS JÓVENES

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1. INTRODUCCIÓN [1]

La prosa de María Zambrano discurre a contracorriente, pues trasciende el discurso filosófico y a un tiempo se encuadra en la categoría problemática de la razón discursiva. A esta, a la razón, dedica la mayor parte de su obra, si bien con un propósito diferente, consistente en transitar el camino inverso, no en dirección hacia la luz como metáfora de la razón, sino hacia el claroscuro, hacia las zonas de penumbra donde el pensamiento se detiene ante lo impenetrable y germina, por así decir, la palabra sin lenguaje.

“Nada de lo escrito en Zambrano es solamente filosofía, nada es solamente poesía.”[2] Sus textos van conformando una búsqueda de la razón poética como razón ensanchada, razón del corazón y de la carne, a la que difícilmente se accede a través del lenguaje conceptual. Esta interesante virtualidad ha provocado crecientemente anomalías de recepción, interpretaciones varias y más animosas que fundadas.

La herencia intelectual de Nietzsche se percibe con fuerza en la obra de Zambrano: “Hay más razón en tu cuerpo que en la mejor sabiduría”[3], dice Zaratustra.  

El origen del lenguaje y del conocimiento no radica, nietzscheanamente, en la lógica, sino en la vida y en la imaginación. La capacidad humana para crear metáforas y símbolos es fundamental en lo que cabría llamar su teoría del conocimiento, así como la unión entre pensamiento y vida es esencial para transcender la dicotomía entre el mundo sensible y el mundo inteligible. Conceptualizar, en términos de Nietzsche, equivale a petrificar lo que está vivo, a privar al mundo de su vitalidad, su pluralidad y su riqueza. Solo a través de un lenguaje metafórico se puede expresar adecuadamente lo que está vivo, lo que está en constante devenir y cambio[4].

Nietzsche aboga por la utilización de la imagen y el lenguaje metafórico a fin de capturar la complejidad y la vitalidad del mundo, en lugar de reducirlo a metáforas muertas, conceptos estáticos y racionales que limitan su verdadera naturaleza.

María Zambrano seguirá la estela de la dichtende Vernunft[5] o “razón poética” formulada por Nietzsche, pues reconoció en él al único pensador que había sido capaz de entender la gran crisis de la cultura occidental, intentando una unión entre filosofía y poesía, como puede constatarse en uno de sus aforismos:

Antiguamente se pensaba que la auténtica elevación del espíritu consistía en remontarse a la abstracción y dejar a un lado las consideraciones de los sentidos; pero hoy no podemos seguir sustentando esa forma de pensar. La embriaguez que producían las más pálidas imágenes de las palabras y de las cosas, el trato con seres invisibles, imperceptibles, intangibles, eran considerados como un existir en otro mundo superior, existencia que tenía su origen en un profundo desprecio del mundo perceptible por los sentidos, al que se tachaba de seductor y de malo. Decían: «Estas cosas abstractas no sólo no nos engañan, sino que pueden servirnos de guía». Esta creencia actuaba como un impulso para elevarse a la cima. Sin embargo, lo que se consideró como algo superior en los tiempos primitivos de la ciencia no fue el contenido de estos juegos intelectuales, sino los juegos mismos. De ahí la admiración que sentía Platón hacia la dialéctica, y su fe entusiasta en la relación necesaria que debe guardar con ésta el hombre bueno, liberado de la esclavitud de los sentidos. No sólo se fueron descubriendo paulatinamente y por separado las diferentes formas de conocimiento, sino también los medios del conocimiento en general: las condiciones y las operaciones que en el hombre preceden al conocimiento. Y siempre parecía que la operación o los estados anímicos que se acababan de descubrir no eran un medio para llegar al conocimiento, sino el fin buscado, la esencia y la suma de lo que hay que conocer. El pensador precisa imaginación, arrebato, abstracción, espiritualidad, inventiva, presentimiento, inducción, dialéctica, deducción, crítica, división del material, pensamiento impersonal, contemplación y síntesis, y, en no menor grado, requiere sentido de la justicia y amor a todo lo existente; pero todos esos medios han sido considerados alguna vez y separadamente, a lo largo de la historia de la vida contemplativa, como fines, y como fines supremos, y han suministrado a sus descubridores esa beatitud que inunda el alma cuando es iluminada por el resplandor de un fin supremo[6].

La poesía tiene un carácter totalizador para Zambrano, pero no es un fin sino el medio de alcanzar la verdad.

Estoy demasiado rendida para escribir, demasiado poseída. Solo podría hacer poesía, pues la poesía es todo y en ella uno no tiene que escindirse. El pensar escinde a la persona, mientras el poeta es siempre uno. De ahí la angustia indecible, y de ahí la fuerza y la legitimidad de la poesía.[7]

La fórmula metaforizada de la “razón poética” devendrá el eje vertebrador de su pensamiento como conjunción de filosofía y poesía. Así es y ha sido afanosamente reiterado por multitud de seguidores. Mediante la razón poética se delimita el logos, que es el lenguaje de la razón, de aquello que podemos interpretar, utilizando sus mismos términos, como un lenguaje del corazón y del alma, un logos sumergido, poético, que ha descendido a los infiernos y abraza formas y fórmulas del lenguaje literario y poético. La razón del corazón o razón poética se expresa a través de imágenes y símbolos, a través de metáforas.

María Zambrano y Hannah Arendt[8], reivindican a través del uso de la metáfora y del lenguaje poético, el carácter ontológico y epistémico de la poesía como anteriormente hicieran pensadores poéticos como Nietzsche y Heidegger, más tarde incluso Ricoeur, y también poetas pensadores como San Juan de la Cruz o Antonio Machado.  

La acentuada proyección de la filosofía de Heidegger en ambas autoras, y de manera singular en Zambrano, evidencia un cambio fundamental en la dirección del pensamiento estético, que como es sabido desanda en Heidegger el camino establecido por la metafísica.

Entre los dos, pensamiento y poesía, reina un parentesco profundo, pues los dos se entregan al servicio del lenguaje y se prodigan por él. Sin embargo, entre los dos persiste al mismo tiempo un abismo profundo, porque ambos “moran en los montes más separados”. [9]

Heidegger rechaza la división entre sensible y no-sensible que hace la metafísica, pues según él dicha separación es imposible de realizar, por cuanto no es posible establecer dónde acaba lo uno y comienza lo otro. Esa separación no tendría, por tanto, asidero, y la metáfora como medio entre estos dos mundos se derrumba.

La representación de lo ‘figurado’ [lit., ‘traslaticio’, übertragen] y de la metáfora reposa sobre la distinción, si acaso no sobre la separación de lo sensible y lo no sensible como dos ámbitos autosubsistentes. El establecimiento de este divorcio entre lo sensible y lo no sensible, entre lo físico y lo no físico, es un rasgo fundamental de lo que se llama metafísica y determina normativamente el pensamiento occidental. La comprensión de que dicha distinción de lo sensible y lo no sensible es insuficiente hace que la metafísica pierda el privilegio de la normatividad del pensamiento.[10]

Para Heidegger lo metáforico se encuentra en el lenguaje mismo, está atravesado por él, es alumbramiento y ocultación al mismo tiempo. El arte acontece según Heidegger como poesía en sentido amplio (Dichtung), es el lenguaje que instaura el ser por la palabra, que es ofrenda, fundación y comienzo; el arte es un ente histórico, una manera extraordinaria de llegar a ser la verdad. La esencia del arte es la poesía y “la esencia de la poesía es la instauración de la verdad.”[11]

Heidegger deja atrás la unilateralidad de la actividad subjetiva para adentrarse en la esencia misma del arte y la poesía, alineada con una verdad fuera de la lógica propositiva. En 1936 emprenderá a través de una serie de conferencias, que serán publicadas un año más tarde en forma de ensayo[12], la tarea de abordar la esencia misma de la poesía a través de la obra de Hölderlin, a quien eligió como exponente del “poeta de los poetas”, capaz de poetizar la esencia misma de la poesía, situándose “entre los dioses y el pueblo”[13].  “El poeta es un ‘proyectado fuera’, fuera en aquel entre, entre los dioses y los hombres”[14]. El poeta nombra a los dioses y a las cosas en lo que son, nombra al ente por primera vez por lo que es y así es conocido como ente. El poeta al nombrar instaura el ser con la palabra, palabra fundadora.

ZAMBRANO_COLLAGE FILOSOFÍA Y POESÍA

El mundo y la tierra, en términos heideggerianos, constituyen una lucha dual entre alumbramiento y ocultación, en cuya manifestación estética, en forma de arte, acontecería la verdad. En esta contienda estarían implicados el ser histórico que habita el mundo y la esencia del ser que tiende a ocultarse y que constituye el fundamento que sostiene ese mundo.

Se manifiesta en Heidegger el extraño antagonismo del ente que más tarde también encontramos en Claros del bosque de Zambrano, cuya posibilidad de ser depende de un centro, un claro (Lichtung) que lo rodea y lo hace presente, al mismo tiempo que lo preserva en su ocultación.[15]

María Zambrano persigue una reconceptualización del ser desde una perspectiva mística y filosófica, mientras Heidegger explora el ser desde una perspectiva ontológica y fenomenológica radicalmente nueva, aunque ambos comparten la idea de que la palabra poética es la expresión y posibilidad de aprehensión del ser.

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2. FILOSOFÍA Y POESÍA

María Zambrano religa de nuevo filosofía y poesía siguiendo a Nietzsche y Heidegger. En Filosofía y Poesía, escrito en 1939, ya en el exilio mexicano, Zambrano elabora una breve genealogía de las dos diciplinas hasta ahora enfrentadas. Como consecuencia de este enfrentamiento, también el hombre se encuentra escindido en dos mitades, una mitad es la del filósofo y la otra es la del poeta. La justificación se encuentra, según Zambrano, en la filosofía griega, en el logos platónico-aristotélico. Pues, si bien la filosofía nace de la admiración, el éxtasis y el pasmo ante las cosas, también es violencia y desprendimiento, pues al tiempo que siente, niega y persigue otra cosa, una cosa que no se nos da, que no nos revela su presencia.

“La filosofía es un éxtasis fracasado por un desgarramiento”[16], dice Zambrano. Pero la filosofía también es voluntad, espíritu que supone la libertad y que, en algunos casos, lleva al poder. Es entonces cuando la poesía se separa de la filosofía, mantiene Zambrano, es decir, en ese instante en el que la libertad se dirige hacia el poder y el ser se separa del origen. Si el filósofo renuncia, el poeta tiene, continúa Zambrano, pues este último queda pegado a la carne, perdido entre las cosas, se encuentra sumergido en el olvido de sí, en el origen; el poeta no ha querido despertar al saber, lo quiere todo al mismo tiempo y no distingue el ser de la apariencia. Paradójicamente, el poeta tampoco termina de ser esclavo de esas apariencias, pues tiene la palabra, y “toda palabra requiere un alejamiento de la realidad a la que se refiere; toda palabra es también una liberación de quien la dice”[17].

El poeta, a través de la palabra irracional, de la metáfora, puesta al servicio de la embriaguez, consigue una unidad sin violencia, una unidad hecha de multiplicidades y matices, y no de sustracciones. El poeta traiciona a la razón usando la palabra para que por ella hablen las sombras, para hacer de ella la forma del delirio. “La poesía es embriaguez”[18].

La cosa del poeta no es jamás la cosa conceptual del pensamiento, sino la cosa complejísima y real, la cosa fantasmagórica y soñada, la inventada, la que hubo y no habrá jamás.[19]

Siguiendo la argumentación de Zambrano, el poeta no cree en la verdad, en esa verdad que presupone que hay cosas que son y cosas que no son, el poeta ama la verdad, pero no la verdad excluyente, imperativa, electora, seleccionadora de aquello que va a erigirse en dueño de todo lo demás. El poeta vive enamorado del mundo, “y su apegamiento a cada cosa y al instante fugitivo de ella, a sus múltiples sombras, no significa sino la plenitud de su amor a la integridad”[20]. Y ese amor sirve al conocimiento, pero como conocimiento poético, que llega al mismo fin, pero por diferente camino, por el camino del delirio. Así, “el primer lenguaje tuvo que ser delirio”[21], afirma Zambrano y “en el delirio la palabra brota en toda su pureza originaria”[22].

ZAMBRANO_COLLAGE NOTAS DE UN MÉTODO

La poesía como forma del delirio también es mediación, claridad precisa para que lo que está diseñado en la niebla se fije y precise; adquiera “número, peso y medida”[23]. La poesía es creación por cuanto es una embriaguez lúcida.

Sobre los hombros del poeta anidan también los pájaros; con los brazos abiertos ante la creación, el poeta se abre a todas las cosas, se ofrece íntegramente sin ofrecer resistencia a nada, quedándose vacío y quieto para que todas las criaturas aniden en él; se convierte en simple lugar vacío donde lo que necesita asentarse, y vaga sin lugar, encuentre el suyo y se pose.[24]

La metáfora del poeta como hombre-árbol, inmerso en la naturaleza y abierto al conocimiento, surge a partir de la imagen del yogui hindú, del hombre en actitud pasiva, consumido por la contemplación y sumido en el éxtasis[25].

La dimensión poética y estética de la filosofía de Zambrano emerge con más potencia en sus últimas obras, especialmente en Claros del bosque (1977) y De la aurora (1986). En ellas, la pensadora se distancia ostensiblemente de la razón discursiva para adentrarse en un territorio de imágenes y símbolos, de contemplación e intuición. De esta manera, intenta penetrar en la esencia misma de las experiencias personales, cuya naturaleza inefable impide que puedan ser analizadas o comunicadas.

Estos textos tardíos, dan consistencia a la propuesta teórica de Zambrano sobre una nueva forma de racionalidad que gire en torno al lenguaje y la palabra y al misterio en ellas oculto.

El lenguaje y la palabra centran, naturalmente, el interés de nuestro trabajo, aunque sin pretender con ello un análisis exhaustivo de las referidas obras. Existen numerosos estudios dedicados a esta tarea, aunque son muy escasas, sin duda también, las reflexiones estéticas, sobre poesía y función de la metáfora como mediadora de conocimiento en Zambrano. Nuestro cometido debe entenderse, en consecuencia, como un discurrir por dichos textos, considerados como aquellos preferentemente poéticos de la autora, deteniéndonos ante los hitos y señales que ella misma va dejando al lector, poniendo en práctica un ejercicio de intuición y análisis, mediante el cual aproximarnos al significado de la metáfora en su pensamiento.

Un ejercicio similar ya realizamos previamente en nuestro estudio dedicado a Hannah Arendt, publicado por el Instituto Juan Andrés, en el que intentamos revelar este mismo sentido a través del juego dialéctico entre espíritu y poesía, pensamiento, lenguaje y metáfora. De manera análoga, aunque más breve, queremos abordar la dimensión estética del pensamiento de María Zambrano, cuya obra se encuentra salpicada de imágenes y símbolos. La cuestión que aquí planteamos gira en torno a la función que Zambrano atribuye a la metáfora, a la cual intentaremos responder a través de sus dos obras poéticas más emblemáticas. En nuestro examen de los textos de la pensadora, y considerando su comprensión, procederemos a una aproximación comparatista con su antagonista contemporánea, Hannah Arendt, asumiendo dos textos fundamentales de esta: Lenguaje y metáfora y La metáfora y lo inefable. El criterio más analítico de esos ensayos no los hace menos específicos respecto del impacto de la poesía y, por consiguiente, de la metáfora en la filosofía y en su propio pensamiento.

María Zambrano, como Hannah Arendt, aun de muy distinto modo, son pensadoras en clave poética, que asimismo pueden ser consideradas poetas, pues las dos, aun sin considerarse a sí mismas creadoras, escribirán poemas[26]. Más allá de su propia producción filosófica y poética, la relación mantenida por ambas con poetas de su tiempo es notoria. Es sabido que Zambrano frecuentaba la amistad de Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Antonio Machado o Lezama Lima, mientras que Hannah Arendt, por su parte, se relacionó con Bertolt Brecht, W. H. Auden o Randall Jarell.

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3. LA METÁFORA SEGÚN M. ZAMBRANO Y H. ARENDT

En Notas de un método, último libro de María Zambrano, publicado en 1989, se habla del sentido de la metáfora en estos términos:

La metáfora es una forma de relación que va más allá y es más íntima, más sensorial también, que la establecida por los conceptos y sus respectivas relaciones. Es análoga a un juicio, sí, pero muy diferente. Pues que, al nombrar la mariposa por la orquídea, o a la inversa, no se enuncia naturalmente el juicio “la orquídea es una mariposa”, ni la mariposa tiene como cualidad propia la orquídea. No se trata, pues, en la metáfora de una identificación ni de una atribución, sino de otra forma de enlace y unidad. Porque no se trata de una relación “lógica” sino de una relación más aparente y a la vez más profunda; de una relación que llega a ser intercambiabilidad entre formas, colores, a veces hasta perfumes, y el alma oculta que los produce.[27]

Entendemos aquí la metáfora en el sentido que le atribuye Zambrano como una transposición de nombres, un cruce de categorías sensoriales en el que emerge una nueva conexión semántica de carácter ontológico entre ellos, y que por ser así trasciende y va más allá de cualquier relación conceptual o lógica. Una epiphora, o transferencia de un nombre de un campo semántico o categoría a otro (allotrios). Zambrano se aproxima en lo nuclear al sentido de desvío, desplazamiento semántico o epífora del nombre que desarrolló Aristóteles en su Poética 1457b.

Cualquiera sea su estructura un nombre debe siempre ser: la palabra común para una cosa, una palabra extraña, una metáfora, una palabra de ornato, acuñada, alargada, abreviada o alterada en su forma. Por palabra común significo que es de uso general en una región, y por la palabra extraña, la que se emplea en otro pueblo. De este modo la misma palabra puede obviamente ser a la vez común y extraña, aunque no con referencia al mismo pueblo; por ejemplo, sígunon (lanza) es una palabra común en Chipre y extraña para nosotros. La metáfora consiste en dar a un objeto un nombre que pertenece a algún otro; la transferencia puede ser del género a la especie, de la especie al género, o de una especie a otra, o puede ser un problema de analogía. Como ejemplo de transferencia del género a la especie se dice: «Aquí yace mi barco», pues yacer en el ancla es la permanencia de una clase de cosa. Transferencia de la especie al género: «Ulises ha realizado ciertamente diez mil nobles hazañas», pues «diez mil», que es un número muy grande, se usa aquí en lugar de la palabra «muchas». La transferencia de una especie a otra se ve en: “Tronchando la vida con el bronce» o «Separando con el inflexible bronce»; aquí se usa “quitar» en el sentido de «separar» y «separar» en lugar de «quitar» y ambas palabras significan “arrebatar» o «eliminar» algo. Explico la metáfora por analogía como lo que puede acontecer cuando de cuatro cosas la segunda permanece en la misma relación respecto a la primera como la cuarta a la tercera; entonces se puede hablar de la cuarta en lugar de la segunda, y de la segunda en vez de la cuarta. Así, por ejemplo, una copa se halla en relación a Dionisio como un escudo respecto a Ares, y se puede, en consecuencia, llamar a la copa escudo de Dionisio y al escudo copa de Ares.[28]

En el artículo La metáfora del corazón que forma parte del ensayo Hacia un saber sobre el alma (1950), Zambrano interpretaba así la metáfora:

Manera de presentación de una realidad que no puede hacerlo de modo directo; presencia de lo que no puede expresarse directamente, ni alcanzar la definición racional. La metáfora es una definición que roza con lo inefable, única forma en que ciertas realidades pueden hacerse visibles a los torpes ojos humanos.[29]

A juicio de Paul Ricoeur, “la metáfora viva comporta una información porque “redescribe” la realidad.”[30] En este sentido nos encontramos ante una definición en Zambrano que, de tomar en cuenta a Ricoeur, trascendería la interpretación de la metáfora en términos de nombre y mera denominación, tal como aparece en la Poética de Aristóteles, atribuyendo a la metáfora una función heurística y hermenéutica, que según este autor pertenecería al orden del discurso, del texto.[31]

En este orden de ideas, el discurso especulativo, según Ricoeur, puede ser facilitado por el discurso poético, pero lo que de él se adquiere no es el concepto, sino una solicitación del concepto. Es, pues, necesario, un paso al concepto siguiendo la trayectoria del campo referencial desconocido de la enunciación metafórica, en cuyo origen debemos reconocer una vehemencia ontológica[32].

En el discurso filosófico, el rejuvenecimiento de las metáforas muertas es particularmente interesante en el caso en que éstas realizan una suplencia semántica; reanimada, la metáfora asume una nueva función de fábula y re descripción, característica de la metáfora viva, y abandona su función de mera suplencia en el plano de la denominación.[33]

La metáfora viva es generadora de nuevos sentidos, se convierte así en un enunciado singular sobre el mundo, emite un juicio particular sobre la realidad, a la cual condiciona y redescribe a su modo. No se trata de decir algo de otra manera, sino de “decir más”. Ricoeur persigue con ello la innovación semántica y producción de un sentido nuevo a través del lenguaje y de la ficción. Su “metáfora viva” adquiere entonces la forma de epistemología y tiene un valor constitutivo de mundo.  “Todo fue dicho antes de la filosofía, por signos y por enigmas”[34].

El sentido de unidad contenido en la metáfora zambraniana remite al enigma en el sentido de metáfora viva, como veremos a continuación. En su texto La metáfora del corazón, publicado en la revista Semana en 1965, Zambrano discute la naturaleza de la metáfora y su relación con el concepto.

Una metáfora es siempre una condensación de significaciones y aún de sentidos contradictorios, que no es posible reducir a un concepto. Pues que la metáfora contiene la multiplicidad de notas y la muchedumbre de significados y de sentidos de que se hace portador un objeto, una realidad, ante la mente humana. La metáfora es el modo de contener, de encerrar sin reducir ni abstraer nada, en unidad. En una unidad diversa radicalmente de la del concepto. En el concepto la contradicción es anulada en la unidad de una esencia única, mientras que, en la metáfora, la unidad es el más allá, como en un enigma, como en una adivinanza, o en una parábola, más allá de las contradicciones, de las diversidades.[35]

La metáfora como generadora de sentido, como enigma, adivinanza o parábola en su multiplicidad de significados e inagotable de sentidos, se aproximaría a la función discursiva de redescripción de la realidad, atribuida por Ricoeur a la metáfora viva.  

Algunas metáforas son “grandes privilegiadas”, como la de la luz, la del corazón o la del fuego, ya que han conseguido penetrar “en los más altos planos del pensamiento abstracto y allí se han instalado, podríamos decir que permanentemente, ricas de significaciones, inagotables de sentido.[36]

A partir del conjunto de definiciones e interpretaciones recuperadas de Zambrano se desprende una característica fundamental de la metáfora, y es la que pone de relieve su capacidad inherente para conciliar opuestos, la cual, para Ricoeur, evidencia además la tensión entre esos opuestos como principio de lo metafórico.  

En cualquier instancia donde se hable de conceptos aparentemente divergentes, como lejanía y cercanía, acercamiento y distancia, o común y extraño, estamos observando la capacidad de transferir una cualidad de una cosa a otra. Esta capacidad no solo existe a pesar de la tensión aparente o discrepancia con la esencia más profunda, sino que es precisamente esta tensión la que permite revelar el verdadero significado de lo metafórico.[37]

María Zambrano, de la misma manera que Hannah Arendt, entiende el término poesía o palabra poética en un sentido aristotélico amplio de poiesis (ποίησις, ‘creación’), y no como mero reemplazamiento, ornamento, tropo o figura retórica.

Sin embargo, Zambrano no pone el mismo acento que Arendt al incidir precisamente en la relación de similitud y no de oposición que se manifiesta en la metáfora. Por otra parte, Arendt sitúa el origen de la metáfora en la poesía y no en la filosofía[38], considerando la primera, que filosofía y poesía formaban un todo, ahora escindido. De acuerdo con Arendt, mediante la metáfora, nuestra mente puede encontrar analogías en el mundo sensible que nos recuerdan a lo invisible, evidencias de que cuerpo y mente, pensamiento y percepciones, lo visible e invisible se pertenecen[39].

En La vida del espíritu, Arendt dedica un capítulo a este aspecto y afirma que el uso metafórico del lenguaje hace posible que pensemos y que nos relacionemos con aquello que no es directamente perceptible a los sentidos. Es así como la metáfora une los dos mundos[40]. La metáfora como puente sobre el abismo que separa las actividades internas e invisibles del espíritu y el mundo de las apariencias es, probablemente, la mayor aportación del lenguaje al pensamiento y con ello a la filosofía[41], argumenta Arendt.

En otro ensayo dentro del libro La vida del espíritu, sobre “La metáfora y lo inefable”, Arendt indaga acerca de si hay una metáfora capaz de representar la actividad del espíritu, del yo pensante, la cual da origen al pensamiento metafórico y especulativo, y cuya acción se orienta hacia la búsqueda de sentido. La pensadora alemana sostiene que dicha metáfora podría coincidir con la vida o la sensación de estar vivo, lo cual, según ella, posibilitaría la conjunción de lo invisible en el mundo y en nuestro interior[42].

Resultará propio afirmar en relación con lo anterior, que la metáfora representa para Hannah Arendt un garante de la unidad de la experiencia humana, pues a través de ella la mente se conecta con el mundo interior y exterior. La metáfora habita en el lenguaje, en el discurso y, como consecuencia, en el pensamiento, dice Arendt. Por el contrario, para Zambrano la metáfora hace posible la revelación de una verdad que no puede expresarse mediante el lenguaje de la razón. Representa la palabra sola, una respiración interior o respiración del ser escondido[43] que no se forja en el lenguaje, sino en el silencio. La metáfora es una palabra que ha dejado de ser concepto, que concibe ella misma y trasciende el pensamiento, la metáfora desvela la verdadera esencia de las cosas, tiene una función ontológica.

Si para Arendt la metáfora unifica la experiencia humana, María Zambrano entiende la metáfora como una unión entre la vida y el ser, que revela la experiencia del alma.

PORTADA LIBRO ARENDT(ALTA CALIDAD)

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4. CLAROS DEL BOSQUE

Publicada en 1977, Claros del bosque es quizás la obra más emblemáticamente poética de María Zambrano. Nuestras referencias a la obra seguirán la edición de Mercedes Gómez Blesa para Alianza, y se encuentra en el Tomo I del vol. IV de Obras Completas, 2018.

En Claros del bosque, Zambrano configura un método filosófico que demuestra la gran aportación de la poesía al pensamiento. Toda ella se encuentra atravesada de metáforas y símbolos que provienen de la naturaleza, y que para Zambrano representan la vida. Son formas animadas que invaden el lenguaje discursivo. De esta manera, Claros del bosque muestra un camino y un medio de aproximación a una filosofía mística de la palabra, del sentir y del pensamiento, es decir, del ser en su completud.

La metáfora del «claro del bosque», idea central, cual simboliza la sensación de vacío que siempre acecha la vida humana y nuestro propio ser, según la autora. Para ilustrarlo, emplea la imagen de un aula vacía donde se va a aprender de oído, un espacio donde se percibe la palabra o el susurro destinado a nosotros, como un claro en la corriente del pensamiento que escuchamos: la palabra perdida que nunca volverá, el sentido de un pensamiento que partió.[44]

El claro del bosque es un centro, uno de tantos centros o soles[45] en la filosofía de Zambrano, cuya virtud es atraer, recoger, ordenar y unir todo lo que está disperso. Apenas visible y de difícil acceso, no representa ninguna visión, aunque sí es un medio o método de visibilidad

donde la imagen sea real y el pensamiento y el sentir se identifiquen sin que sea a costa de que se pierdan el uno en el otro o de que se anulen. Una visibilidad nueva, lugar de conocimiento y de vida sin distinción, parece que sea el imán que haya conducido todo este recorrer análogamente a un método de pensamiento.[46]

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4.1. SOBRE LAS PALABRAS Y EL LENGUAJE EN CLAROS DEL BOSQUE

Las palabras, en esta obra, tienen el poder de la revelación, son palabras hacedoras de orden y de verdad que no han sido sacrificadas a la razón ni a la comunicación, y cuya función es la comunión[47]. Son palabras que no notifican nada, palabras sin lenguaje, “palabras enjambre” como las denomina Zambrano; son aquellas palabras que provienen de “la colmena del silencio”, de los claros del bosque, “brotan del asombro, del amor y sus aledaños, y son formas de amor ellas mismas.”[48]

Las palabras enjambre, se encienden y se apagan, surgen, aparecen, saltan y aletean entre las palabras de uso, son consumidas sin ser desgastadas, “se revelan en los vacíos de un texto y en los vetustos pasajes de la poesía y del pensamiento […] revelan un orden sin sintaxis, una unidad sin síntesis, aboliendo todo el relacionar, rompiendo la concatenación, a veces”[49].

Las palabras de verdad y en verdad no se quedan sin más, se encienden y se apagan, se hacen polvo y luego aparecen intactas: revelación, poesía, metafísica, o ellas, simplemente, ellas”. Algunas permanecen guardadas en las obras de algunos poetas, constructores de arte y de pensamiento. Zambrano recurre a Quevedo para referirse a ellas: «Letras de luz, misterios encendidos[50].

La palabra escondida, a solas, celada en el silencio, puede surgir sosteniendo, sin darlo a entender, un largo discurso, un poema y aun un filosófico texto, anónimamente, orientado al sentido, transformando el encadenamiento lógico en cadencia; abriendo espacios de silencios incolmables, reveladores.[51]

En este último fragmento, Zambrano desvela cómo surge y se origina, a partir de la contemplación y el silencio, el pensamiento poético, que es un saber sobre el alma.

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5. DE LA AURORA

La metáfora de “la aurora” en la obra de Zambrano está íntimamente ligada al título Aurora de Nietzsche, una recopilación de aforismos, traducida por primera vez al castellano en 1902. Zambrano considera a Nietzsche un “filósofo auroral”, un “hijo de la aurora”[52], entendiendo esta como un renacer de la filosofía, en el que se trasciende el discurso de la razón.

De la misma manera encontramos en Zambrano huellas de San Juan de la Cruz, en cuyo Cántico espiritual se produce una fusión de poesía, pensamiento y religión.

De la aurora es un “libro de la vida”, según la propia autora, publicado por primera vez en 1986 y dividido en cuatro partes que incluyen ensayos, notas y esquemas, escritos entre los años 1960 y 1983. La tercera y más reciente edición, de 2018, editada por Jesús Moreno Sanz, es la que aquí utilizamos.

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5.1. SOBRE LA PALABRA Y EL LENGUAJE EN DE LA AURORA

“La aurora” en Zambrano representa una fusión o conjunción, el eterno retorno del encuentro fugaz de una misma dualidad, de luz y oscuridad. Un instante de luz naciente en el que lo impenetrable del ser cesa, y su naturaleza se abre paso en el silencio, en la aurora, al ser invocado por ella.

El nous poetikós[53], de acuerdo con Zambrano, es una razón poética que no deja de ser razón, pues acoge al sentir primigenio, originario, como una physis devuelta a su original condición. “Así la aurora se nos aparece como la physis misma de la razón poética”[54].

Sucede con la verdad, casi siempre, que no se puede decir, por ser inefable o por ser nefasta […]. Privilegiado lugar de la poesía en que llega a decir lo que no se puede decir, y que, al ser verdad, es vida; vida en el amor, tan sólo por amor. Cumplimiento, plenitud de la aurora de la palabra.[55]

Si la poesía es la aurora de la palabra, como afirma Zambrano, la metáfora representaría la palabra-vacío desprovista de lenguaje, la cual es trascendencia y revelación, no solamente manifestación, pues representa la encarnación de los sentidos, la resurrección de la unidad primigenia, del sentir. Zambrano afirma que el lenguaje, desde el punto de vista biológico, es anterior a la palabra y está emparentado con el lenguaje animal, con lo natural. Sin embargo, en el orden de la creación, la palabra es el principio de todo, cuya semilla y fruto es el lenguaje. La semilla del logos es la palabra misma[56].

La inteligencia humana, de la cual el signo más alto es la palabra, tiene en su interior, aunque sea monosilábica, un vacío, aunque sea un vacío infinitesimal. Vacío salvador de la homogeneidad de la continuidad, respiro, suspiro, poesía ya.[57]

Zambrano retorna en este breve fragmento a la idea que transita toda su filosofía, la cual hace referencia a la palabra sin lenguaje, a la palabra sola o palabra perdida; una metáfora, que como tal es portadora de sentido y vacío a la vez.

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6. CONSIDERACIÓN FINAL

La expresión del yo sintiente en Zambrano, centro y corazón de toda su filosofía, es poética; su lenguaje es simbólico, metafórico y preciso. Así se pronuncia en Claros del bosque y en De la aurora, obras en las que cristaliza la “razón poética”, inspirada por la dichtende Vernunft de Nietzsche. Método mediante el cual filosofía y poesía se unen por medio del lenguaje poético y metafórico. La razón poética renuncia a la razón discursiva decatándose por la metáfora. Zambrano construye imágenes para el pensamiento a través de “metáforas vivas”, dicho en el sentido de Ricoeur, pues son ricas en sentido y significados, y por esta misma razón capaces de redescribir la realidad y revelar la verdad.

A diferencia de Hannah Arendt, las metáforas en María Zambrano no provienen del lenguaje, sino de la palabra sola, no representan una aportación de éste a la filosofía, como defiende Arendt, quien les atribuye el carácter de préstamo, por así decirlo; porque tienden un puente entre el mundo invisible y el mundo de las apariencias.

Las metáforas operan en el espacio de la razón especulativa, en criterio de Arendt crean conceptos, forman parte del pensamiento y de la razón; sirven para expresar la experiencia inefable del yo pensante.

Zambrano, por su parte, sitúa la metáfora fuera del lenguaje, la palabra sola es portadora de un vacío y gestada en la aurora, en el silencio, en el delirio y en la meditación. En ese silencio y claroscuro nace la metáfora, fuera del lenguaje discursivo y de la cultura.

Zambrano utiliza la imagen contemplativa del silencio y del vacío como condiciones de encuentro de la razón con el ser sumergido, profundo, que es verdad y amor.

A través de la metáfora se hacen visibles el yo sintiente y la experiencia del alma a la conciencia; la dirección del logos zambraniano es totalmente otra, pues la razón no se enseñorea ni se erige, sino que baja a las entrañas, se hace carne y poetiza.

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BIBLIOGRAFÍA

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  • Zambrano, M. (2011), Notas de un método, Madrid, Tecnos.

NOTAS:

[1] El presente artículo es un avance de mi aportación al libro que actualmente coordina el prof. Aullón de Haro acerca de la obra de María Zambrano.

[2] Rodríguez Rodríguez, N., La palabra como revelación o lenguaje del delirio en María Zambrano: estudio teórico-práctico aplicado a la escritura dramática. Tesis Doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 2022.

[3] Nietzsche, F., Así habló Zaratustra, trad. de J. Leyva, Madrid, LIBSA, 2000, p. 32.

[4] Nietzsche, F., La gaya ciencia, trad. de Ch. Greco y G. Groot, Madrid, Akal, 2001. 

[6] Nietzsche, F. Aurora, Madrid, M.E. Editores, 1994, pp.61-62.

[7] Delirios. Vol VI, edición de Jesús Moreno Sanz. Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2013.

[8]Hannah Arendt, Pensamiento y Poesía, ed. y trad, de G. Bosch Roig, Madrid, Instituto Juan Andrés, 2021, pp. 94-95.

[9] Heidegger, M., Was ist das – die Philosophie? Phullingen, Neske, 1965, p. 45.

[10] Heidegger, M. Der Satz vom Grund. Günther Neske, Pfullingen, 2ª ed., 1958, pp. 88-89. La traducción es nuestra. 

[11] M. Heidegger, Arte y Poesía, México, Fondo de Cultura Económica, 1988, p. 114.

[12] Heidegger, M., Hölderlin und das Wesen der Dichtung, München, Albert Langen, 1937.

[13] Ibid., p. 146.

[14] Ibid.

[15] Ibid., pp. 86-87.

[16] M. Zambrano, Filosofía y Poesía, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 16.

[17] Ibid., p. 21.

[18] Ibid., p. 33

[19] Ibid., p. 22.

[20] Ibid., p. 111.

[21] Ibid.

[22] Ibid., p. 42.

[23] Ibid., p. 88.

[24] Zambrano, M., Pensamiento y Poesía en la vida española, Madrid, Alianza, 2021, p. 77.

[25] Ibid.

[26] Recogidos en Zambrano, M., Poemas, Sevilla, Ediciones de la Isla de Siltolá, 2018.

[27] Zambrano, M., Notas de un método, Madrid, Tecnos, 2011, p. 158-159.

[28] Aristóteles, Poética, trad. de E. Schlesinger, Buenos Aires, 1963, p. 32.

[29] M. Zambrano, Hacia un saber sobre el alma, en Vol. II de Obras completas, Barcelona, Galaxia, 2016, p. 460.

[30] Ricoeur, P., La metáfora viva, Madrid, Trotta, 2001, pp. 35-37.

[31] Ibid.

[32] Ricoeur, P., Tiempo y Narración I, Buenos Aires, Siglo XXI Editores.

[33] Ibid., p. 386.

[34] Ricoeur, P. Finitud y culpabilidad, Madrid, Taurus, 1969, p. 35.

[35] Cit. en Castanon Moreschi, M.B., María Zambrano: El exilio de la luz. Metáfora, Filosofía e Infrapolítica. Tesis doctoral. Texas, Texas A&M University, 2018, p. 26.

[36] Zambrano, M., Notas sobre un método, Madrid, Tecnos, 2011, pp. 158-159.

[37] Ricoeur, P., La metáfora viva, Madrid, Trotta, 2001, pp. 35-36.

[38] Arendt, H., “Lenguaje y metáfora”, en nuestra edición Pensamiento y Poesía, cit., p. 72.

[39] Ibid.

[40] Ibid.

[41] Ibid.

[42] Arendt, H., La metáfora y lo inefable. En Bosch Roig, G. (2021). Hannah Arendt:  Pensamiento y Poesía (pp. 94-95). Madrid, Instituto Juan Andrés de Comparatística y Globalización.

[43] Zambrano, M., Claros del bosque, Madrid, Alianza, 2020, pp. 131-132.

[44] Ibid., pp. 33-34.

[45] Zambrano utiliza esta metáfora para referirse a la razón mediada por el corazón, por el sentir o el alma, espacio interior, centro vital, un espacio profundo, grande, ancho, inmenso, oscuro y luminoso. Ibid., pp. 94-95.

[46] Ibid., p. 31.

[47] Ibid., p. 108.

[48] Ibid.

[49] Ibid., p. 109.

[50] Ibid., p. 119.

[51] Ibid., p. 130.

[52] Zambrano, M., De la aurora, Madrid, Alianza, 2021, p. 95.

[53] Ibid., p. 101.

[54] Ibid., p. 56

[55] Ibid., p. 116.

[56] Ibid., p.121.

[57] Ibid., p. 131.


CITA BIBLIOGRÁFICA: G. Bosch Roig, «María Zambrano y Hannah Arendt sobre la metáfora», Recensión, vol. 12 (julio-diciembre 2024) [Enlace: https://revistarecension.com/2024/09/05/maria-zambrano-y-hannah-arendt-sobre-la-metafora/ ]

 

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