SOBRE SER Y TIEMPO

Vol. 10 / julio 2023
RESEÑA. Autor: Antonio José López Cruces

Fernando Miguel Pérez Herranz, Tiempo soñado sobre Ser y Tiempo, Madrid, Brumaria, 2022, 188 pp. (ISBN: 978-84-126-37465)

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Cubierta Pérez HerranzEn medio de la atmósfera de estupor general causada por el forzado confinamiento de los inicios de la epidemia del Covid-19, el autor se refugia en la meditación metafísica llevada a cabo por Martin Heidegger (1889-1976) en Ser y Tiempo en 1927, cuando Alemania no podía intuir todavía el abismo de barbarie en que había de hundirla el partido nazi, que conduciría a la Segunda Guerra Mundial.

La obra presenta la forma de un sueño, lo que permite al autor moverse con libertad por espacios poco explorados en la filosofía académica: un profesor de filosofía imparte en una universidad española un Seminario sobre Ser y Tiempo. Su público lo constituyen en su mayor parte alumnos y profesores de Filosofía, que podrán plantear en cualquier momento sus preguntas y sugerencias, las cuales irán suministrando al profesor un valioso feed-back, siempre que éstas se mantengan dentro de los problemas ontológicos que plantea la obra, sin desviarse por fáciles vericuetos psicológicos y sociológicos. Los organizadores del Seminario han pedido al profesor que no se limite a parafrasear el texto de Ser y Tiempo, denso, difícil y en ocasiones hermético, esforzándose por acercarlo a los interesados en introducirse en la filosofía del pensador alemán. A lo largo de las siete sesiones de que constará el Seminario —El Ser-ahí, La Gran Guerra, La Angustia, La Culpa, El Destino común, Las Temporalidades (heideggarianas) y El libro blanco del Gnosticismo—, el profesor apoyará su exposición en cuadros de pintores famosos y en obras reconocidas del séptimo arte, y utilizará las dos traducciones sobre Ser y tiempo existentes en español: la de 1951 del filósofo José Gaos (1900-1969) y la de 1997 del discípulo de Heidegger Jorge Eduardo Rivera Cruchaga (1927-2017), de la Pontifica Universidad Católica de Chile.

El profesor irá explicando los cautelosos pasos con los que el filósofo germano, en su búsqueda de una ontología fundamental, asedia al Dasein, ese ente cuyo ser —cuando logra escapar de su cotidianeidad habitual, presidida por el uno, la impropiedad, lo impersonal (das Mann)—, aceptando la angustia que ello conlleva, se acepta a sí mismo como tiempo, como ser-para-la-muerte.

Se expone luego la postura de Heidegger ante la ciencia, sus diferencias con Kant, Hegel o su maestro Husserl, su original visión del tiempo, opuesta a la concepción vulgar o tradicional del mismo —presente en la metafísica de Aristóteles, la dialéctica de Hegel o la visión del tiempo y la duración de Bergson—, su visión de la Historia y la  Historiografía, siguiendo el camino abierto por Dilthey, y su “destrucción” (Destruktion), hoy diríamos deconstrucción, de la tradición metafísica occidental, que se olvidó de preguntarse por el Ser, sustituyendo tan radical pregunta filosófica por sucedáneos como el alma, el cogito o el ego trascendental.

El profesor llama la atención sobre el parágrafo 71 de Ser y tiempo, donde  Heidegger lleva a cabo un giro sorprendente: si el Dasein pretende ser auténtico, completo y propio, deberá aceptar su inmersión en el legado de las generaciones anteriores, en la Historia de su comunidad, en el destino común (Geschick) de su pueblo. Alguien del público le pregunta si existen otros niveles ontológicos en los que el hombre pueda apoyarse para evitar tener que remitirse al destino común, con el consiguiente peligro de deslizamiento hacia los dañinos nacionalismos. El profesor, que no parece tener demasiada fe en las filosofías que quisieron continuar la del alemán (las de Sartre, Gadamer, Rorty o Derrida), esboza algunas de las alternativas que cree dignas de ser exploradas con vistas a hallar el modo de vincular entre sí a todos los hombres: el   derecho de sociedad, comunicación y comercio (ius communicationis), que enunció el Padre Vitoria cuando se debatía sobre la relación del Imperio con las poblaciones indígenas de las Américas; el valor del trabajo en el mercado como condición ontológica de la vida humana, que planteó genialmente Carlos Marx; el pensamiento judío, tantas veces enfrentado a trágicos sucesos históricos y que enseña la necesidad de la compasión y del diálogo entre los hombres; la teoría del exocerebro, que desde el campo de la neurología planteó Roger Bartra. Y desde el concepto “conciencias entre / sobre conciencias”, que puede abrir nuevas sendas ontológicas, el profesor propone dotar de una mayor complejidad a la temporeidad del Dasein planteada por Heidegger y, como Pérez Herranz en su artículo “Un modelo topológico para la conciencia: las cuatro formas originarias de la conciencia” (Eikasia, 43, marzo de 2012), propone para cada forma originaria de la conciencia un tipo distinto de temporeidad, con sus correspondientes miedos y angustias: no son iguales, en ningún caso, el tiempo del vencedor y el tiempo del vencido; el tiempo del rebelde y el tiempo del sumiso; el tiempo del protector y el tiempo del protegido; el tiempo del excluyente y el tiempo del excluido.

Como señaló su discípulo Hans Jonas (1903-1993), y así lo cree también el profesor que dirige el Seminario, Heidegger fue un gnóstico. El profesor diferencia su gnosticismo del de Hegel o de quienes pretendieron “salvar al mundo” desde el superhombre nietzscheano, el socialismo-leninismo, el evolucionismo imperialista o el positivismo civilizatorio. El filósofo gnóstico tenderá a crear rígidos sistemas, sólo aceptará aquello que sirva para mostrar la autenticidad del Espíritu de su pueblo; sólo los puros tendrán derecho a fijar su identidad en las coordenadas “Suelo y sangre” (Bolden und Brut) y a imponer a los impuros la verdad, que sólo ellos conocen, logrando así el advenimiento del Ser en su plenitud, con la victoria sobre el mal del mundo. Para el filósofo alemán no se trataba, por tanto, de cambiar, siguiendo la filosofía del progreso vigente en el siglo XIX, la realidad económica, la sociedad o la ciencia; era necesario cambiar el Ser.

El profesor recalca que los problemas de la Humanidad son comunes a todos los pueblos y que, como muestra la Fenomenología de Husserl, el nivel originario hace igualmente humanos a todos los hombres. Por eso opta, antes que por el gnosticismo filosófico de Heidegger, que pretende imponer el camino germánico sobre otros posibles, por la filosofía de cuño platónico-aristotélico abierta a toda la Humanidad que defendió Husserl, al que siguió la llamada “Fenomenología no estándar” de Merleau-Ponty, Marc Richir o Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina, cuya estromatología procede a divulgar el profesor en sus conceptos elementales (sus distintos niveles: el originario, el científico y el morfológico, conectados entre sí por transposiciones).

Por eso el profesor concluye su Seminario recordando que cada día se hace más urgente dar con una Fenomenología del Hombre Universal que ayude a la convivencia de los ocho mil millones de seres humanos que poblamos la Tierra en la actualidad.


CITA BIBLIOGRÁFICA: A. J. López Cruces, «Sobre Ser y Tiempo», Recensión, vol. 10 (julio-diciembre 2023) [Enlace: https://revistarecension.com/2023/07/31/sobre-ser-y-tiempo/ ]